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Rosh Hashaná 5704
En aquel Rosh Hashaná, los hombres del Sonderkommando hicieron sonar el Shofar y reunieron a un grupo de hombres que rezaban justo enfrente de los demonios sedientos de sangre.
Todos sabían que a ninguno de los Sonder se le permitía vivir más de tres meses.
Esos judíos, cuyo trabajo cotidiano era quemar a sus hermanos en los hornos, habían cruzado la línea de fuego. Los asesinos los dejaban hacer lo que querían en tanto ellos ya estaban condenados a morir en poco tiempo más.
Los fanáticos asesinos miembros de las SS y quienes los apoyaban estab seguros de que los hombres condenados seguramente se habían olvidado del calendario judío. Pero los judíos somos un pueblo obstinado. Nosotros no habíamos olvidado nada.
Incluso aquellos que veníamos de Salónica, y que estábamos completamente desapegados cuando llegamos a Auschwitz, nos acordábamos de que Rosh Hashaná se acercaba.
Una noche, el rabino Refael Javiv, se puso de pie –él era el hijo del famoso rabino Iaacov Javiv, el dayan de Salónica – y nos hizo temblar. Nuestros corazones se conmovieron mientras cantábamos B’Zijrí Al Mishkaví, una melodía de Selijot que se estila dentro de las costumbres Sefaradíes.
El tzadik Rabinowitz, cuando escuchó esa melodía tan emotiva, estalló en lágrimas. Practicamente todos los prisioneros del Bloque 21, incluídos los kapos, empezaron también a llorar.
A la mañana siguiente nosotros oímos sonar el Shofar a lo lejos, desde el aislado campo de los Sonderkommando. Ellos lo tocaban exactamente como lo dicta la Torá. Los sonidos de su Shofar se dispersaban por doquier, y nosotros escuchábamos con atención.
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