Bergen-Belsen- 5705
Durante los días que precedieron a Iom Kipur yo fui separando mis raciones día tras día para poder tener una última comida extra para mi y mi familia justo antes de que comenzara el ayuno, tal como lo dicta la Torá.
Cientos de judíos se reunieron cerca de nuestra barrraca aquella tarde para los rezos de Kol Nidrei. Muchos de ellos intentaban ayudar.
Mi padre servía como jazan, envuelto en su Talit y con una kipá blanca. El rezaba con emoción, y su dulce voz capturaba los corazones de la gente. “Desde este Iom Kipur hasta el próximo, que sea para nuestro bien…!” Mientras él cantaba las palabras de Kol Nidrei la multitud conmovida estalló en lágrimas. Los rezos de mi padre eran cada vez más emotivos pero él se las arregló para poder llegar hasta el final sin quebrarse.
Al igual que los demás, yo me acerqué a él al finalizar los rezos para agredecerle. Mi padre me respondió: “Todo la gratitud es hacia ti. Sólo gracias a los alimentos que nos proporcionaste yo estuve en condiciones de rezar adecuadamente”.
A la mañana siguiente había refrescado. Aquella tarde los alemanes lanzaron una orden de que todos los hombres debían presentarse en las duchas y lavarse. Mi padre anunció que no iría, en vistas de que la orden claramente tenía como único propósito profanar nuestro día sagrado. En verdad no había ninguna clase de trasgresión en ello, dado que en Iom Kipur sólo está prohibido lavarse por placer, y aquello definitivamente no era nada placentero!
Pero mi padre igualmente se rehusó a ir, sin importarle las consecuencias.
Nosotros discutimos con él, diciéndole que si él no iba, otros seguirían su ejemplo, y él los estaría poniendo en peligro. Mi padre respondió que él no les estaba diciendo a los demás lo que tenían que hacer, pero que él no iría. Nosotros decidimos hacer lo que él hiciera.
Yo busqué un sitio donde ocultarme y encontré uno en los confines del campo. Me senté allí con un terrible hedor, pensando que ese dia, ciertamente, había hecho sufrir a mi alma de una manera original.
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