La Voz Judía


La Voz Judía
Arroz con leche
Por Rabino Daniel Oppenheimer

“Cuando un hombre tomare una mujer...” (Dvarim 24:1)

Asistir a una ceremonia de casamiento ha sido, y sigue siendo una experiencia conmovedora. No faltan aquellos (y aun más: aquellas) que derraman algunas lágrimas durante la Jupá.

Y no es para menos: para los parientes, en particular, los días y semanas previos al casamiento suelen ser de mucha presión (repartir participaciones, vestuario, etc.), y al fin… llegó el día. Pero aun más significativo es este día para los padres de los novios. Después de muchos años de dedicación y protección, día y noche, en aras de que sus hijos lleguen a realizarse como adultos correctamente integrados a la sociedad, por fin llegan a este hito tan trascendental que marca un antes y un después: el más importante de su vida.
Obviamente, el hecho en si de haber encontrado la otra “media naranja” con quien crear su propio hogar, es el mensaje más destacado del evento.
No diría que esto fuera la culminación de la formación de los hijos, pero en cierto sentido establece el momento del paso de una generación a la próxima.

Sin embargo, desafortunadamente, en nuestra sociedad son cada vez más los jóvenes y no tan jóvenes que no encuentran a la persona con quien decidan que pueden formar su hogar.
Muchas veces se trata de personas que son exitosas en otros aspectos de la vida, y seres humanos con quienes se puede mantener un vínculo de amistad afectuoso. Sin embargo, la posibilidad de cimentar una relación con una persona a quien perciban que puedan apreciar y los complemente, los parece eludir una y otra vez.
Como padres, aun si nuestros hijos fuesen aún pequeños y el momento de decidir sobre establecer un hogar fuese muy remoto, este asunto: poder elegir, saber elegir y lograr convivir, debe llamar nuestra atención, pues el momento llegará más rápido de lo que nosotros creemos.

Lo que sigue, son solamente algunas d moto, este asunto: poder elegir, saber elegir y lograr convivir, debe llamar nuestra atención, pues el momento llegará más rápido de lo que nosotros creemos.

Lo que sigue, son solamente algunas de las apreciaciones de temas vinculados a Zivuguim (presentación de novios). Los elementos que faciliten o dificulten la toma de decisión de alguno u otros van a variar de comunidad en comunidad, y de familia en familia, pues son muchos los factores que inciden sobre la disposición de cada persona frente a una resolución tan crítica.

En primer lugar, es importante entender que contraer matrimonio es muy valioso para nosotros como judíos, más aun que para el resto de la humanidad, que recibió esta orden como primer mandato explícito en la Torá.
Nuestro entorno, no lo entiende como tal. Lo más habitual es escuchar expresiones que lo toman como algo optativo. Esto, sin lugar a dudas, influye en nosotros.
Claro que casarse, implica “dar la palabra” y “asumir un compromiso”, una cuestión que jamás fue fácil para nadie, y no se convirtió en cuestión simple recién ahora.
Más aun, viendo cómo tantos hogares se desmoronan, con el consiguiente sufrimiento de los integrantes: cónyuges, niños y familia en general, aun menos tienta a cualquier persona seria y pensante aceptar el reto de un pacto de por vida.
Esto, por lo general, lleva a una postergación hacia un “mañana” indefinido, o sea, casi nadie declara que no se casará nunca, pero pospone esa decisión con una serie de argumentaciones que cree más o menos lógicas, ocupando las económicas un papel preponderante entre ellas.

Lo que muchas veces no se toma en cuenta es que cuánto más grandes se vuelven los (que eran) jóvenes, tanto más estructurados sus modos de vida, y tanto más difícil se torna la adaptación a la vida compartida totalmente con otra persona.

Se suma a esta situación que - lógicamente - cada individuo tiene expectativas previas acerca de lo que espera que sea la persona con quien construya su hogar, y al aspecto que cree debe tener.
Uno quisiera que la decisión sobre la idoneidad en la elección de la pareja fuera totalmente objetiva, pero no es así.
¿Cómo se forma el sueño de la persona “perfecta” para uno?
Es difícil señalarlo con precisión. Hay muchas imágenes que se forman en la mente del ser humano desde su niñez y que tienen que ver con las figuras que conoció y en quien confió desde pequeño. Asimismo, nuestra sociedad “estandarizó” los criterios de belleza (en términos físicos de la mujer), reduciendo las normas a un punto en el que muy pocas entran dentro de los códigos banales que se considera aceptables.
Nuevamente, uno puede pensar que esto no repercute en una sociedad que tiene su vista puesta en valores morales, pero la verdad es que sí afecta, y limita mentalmente las opciones para muchas personas.

Creo oportuno agregar un factor más que debemos tener en cuenta, pues se filtran dentro de nuestro idioma cotidiano conceptos ajenos a lo que debe ser nuestro modo de pensar (estoy casi seguro que para la mayoría de los lectores esta manera de expresarse le resultará totalmente inocua).
Cuando se escucha hablar al público acerca de sugerencias de quien podría ser un candidato apropiado tal otro/a, suelen manifestar que “el/ella necesita una persona de tales o cuales características…”
Sin desechar el hecho que los cónyuges se apoyen y se contengan mutuamente, pues cada uno tiene el deber de sostener anímicamente al otro como parte importante de su convivencia y de la unión afectiva que implica la creación conjunta de un hogar, no se debe plantear la razón de establecer un vínculo conyugal a partir de una necesidad mutua.

Todos tenemos muchas insuficiencias. Necesitamos trabajo, un buen médico, un buen psicólogo, quizás también un buen abogado - y obviamente precisamos buena compañía, reconocimiento y contención afectiva. El cónyuge es - probablemente - la persona mejor posicionada para dársela. Sin embargo, la elección no puede reducirse a eso, pues principalmente se debe juzgar en términos de compatibilidad ideológica y personal para complementarse a fin de construir juntos una familia.

Cuando un estilo de expresión se desliza dentro de nuestro vocabulario - aun si contiene errores, al repetirse continuamente, se torna parte de nuestro modo de pensar. En la mente del ciudadano común, con el tiempo, ese concepto se vuelve aceptable y estándar en nuestro trato diario.

Una de las características de nuestro contexto, es la creciente percepción propia auto-suficiente. El lenguaje así lo refleja. La reiteración de los términos lo afirma. A medida que crece el individualismo en la mente humana, tanto más difícil se convierte la vida compartida de manera constante, solidaria y recíproca.

Volviendo al tema de las presentaciones de candidatos, o los que se auto-presentan: lamentablemente el desgaste de conocer a una, y otra, y otra persona, corroe a los postulantes. Cada salida en la que se espera conocer a “la” pareja, requiere una inversión de ilusión y esperanza, que - al no concretarse - se suma a las desilusiones anteriores para causar que la persona se sienta cada vez más defraudado con su vida.

Dado que muchas veces no se trata de un “no” rotundo, el porcentaje de duda que queda en la mente del joven, ayuda a crear un sentimiento de culpa: “¿Y si es y lo/la estoy rechazando por error?”…

Y en cada salida, se suman más sentimientos encontrados: “¿cómo estoy seguro/a que es la persona para mi?”
Otro clásico: “Es muy buena persona y tiene muchas virtudes, pero… no siento nada. ¿Qué hago?”

Siento que al escribir estas líneas habrá gente que se sienta dolida por la situación personal propia o de algún ser allegado. No es la intención de esta nota. La voluntad está puesta en ayudar a todo aquel a quien le pueda ser útil compartir esta preocupación y asistir a alguien.

¿Podemos ayudar los terceros?
Sin duda, que sí.

Espero que podamos tratar esto para una próxima oportunidad.

 

La tribuna Judía 33

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