La Voz Judía


La Voz Judía
De Skinhead a Rabino
La historia del Rabino Pinjas Menajem Bramson

La historia de Pinjas Bramson es fascinante ya que ilustra muy bien cómo un ser humano es capaz de cambiar y evolucionar.
En una entrevista periodística, él mismo cuenta su historia.

“Yo nací en Varsovia y crecí en uno de los barrios de esa ciudad. Tuve tres hermanos y padres amantes de su familia, que aunque trabajaban igual encontraban tiempo para estar con sus hijos. En casa, uno de los valores más importantes era el patriotismo. Mis dos abuelos habian sido oficiales del Ejército Polaco, y mi padre intervino en manifiestaciones en contra del régimen comunista.
Desde muy joven conocí gente que me explicaba que ser un patriota significaba limpiar a nuestro amado país de los elementos foráneos.
Los comienzos de la década del ’90 fueron para Polonia tiempos de limitación en cuanto a las posibilidades de elección (por ej., no había libertad política), por lo cual convertirse en miembro de una de las subculturas era una decisión muy sencilla. En consecuencia, yo me convertí en un skinhead (cabeza rapada).
En medio de una desesperada búsqueda de tener nuestro propio lugar en el mundo, mis amigos y yo pensábamos que eliminando a esos extranjeros que se quedaban con nuestros trabajos y nuestros lugares en la Universidad, íbamos a poder resolver todos nuestros problemas.
Cuando la vida es difícil y las cosas no salen como uno quiere, las personas siempre buscan alguna escapatoria y resulta sencillo acusar a alguien de ser ajeno a nuestro medio. Como skinhead, yo participé en acciones que seguían ese principio.
Una semana antes de casarme, mi futura suegra me dijo que mi futura esposa tenía raíces judías. En esos momentos no me importó mucho ni pensé demasiado en ello.
Unos tres años después de casarnos, mi esposa empezó a interesarse por el Judaísmo.
Nosotros teníamos una amiga judía que la llevaba con ella a la sinagoga.
Un día, mientras estábamos de visita en casa de mis padres, mi padre empezó a hacerle algunas preguntas a mi esposa respecto a gente con la que ella se encontraba en la sinagoga. Sentí curiosidad y le pregunté si estaba buscando a alguien en especial. Me respondió que estaba preguntando sobre algunos viejos compañeros suyos de la escuela.
Poco tiempo después, mi esposa decidió buscar documentación sobre su familia en los archivos del Instituto de Historia Judía. Ella fue bastante perspicaz como para indagar también en la documentación de mi familia y entonces fue que descubrió que yo era judío.
¡Me sentí impactado! ¡Todo mi mundo se vino abajo! Yo no tenía idea siquiera de que los judíos habían falsificado los documentos que ella había descubierto. Pero cuando les mostré a mis padres los documentos que ella había encontrado, ellos admitieron que nuestra familia era judía.
Durante dos semanas no pude salir de mi casa. Esos fueron los momentos más difíciles de mi vida. No sólo que no podía aceptar el hecho de quién era yo, sino que no sabía qué hacer con este nuevo descubrimiento.
Yo recuerdo mi primer Shabat con un grupo judío en Varsovia. Cuando me pidieron que me cubra la cabeza para rezar brajot, me negué a ponerme una yarmulke aunque sí me puse una gorra de béisbol.
Lentamente me fui adentrando más y más; me encontré con el Gran Rabino de Polonia, Mijael Schudrich, quien me introdujo en poco tiempo en el conocimiento de las leyes de la cashrut, lo cual fue otro impacto para mí. Me llevó casi un año poder separar del todo la carne de la leche. ¡Y qué orgulloso me sentí cuando finalmente pude lograrlo!
Poco a poco comence a realizar cambios en mi vida. De lo que estoy seguro es de que sin gente como el Rabino Schudrich yo nunca hubiera podido llegar a ser quien soy.
Después de más de un año de estar presente en la comunidad judía, tuve una crisis. Me alejé de todo pensando que esa era una vida demasiado difícil para mí.
Seis meses más tarde volví; yo ya no podía vivir más sin Judaísmo.

Cierta vez le pregunté al rabino: ¿por qué yo? ¿por qué era yo el único miembro de mi familia al cual le importaba? Y él me respondió: ‘porque todas las almas judías de tus ancestros estaban latentes en vos; ellos necesitaban de un shaliaj para que los libere. Y tu esposa se convirtió en ese shaliaj. Y era tu destino encontrarte con ella y casarte para darles a esas almas la posibilidad de renacer en vos’.
Quizás es por eso que me siento tan hambriento de conocimientos. Yo quiero aprender…e incluso cuando estoy cansado, voy a la sinagoga a sumarme al minián. Yo nunca fui de estudiar demasiado (en general), ¡pero yo nunca me canso de estudiar Torá!
Yo pienso que los jóvenes polacos están más abiertos hoy en día. Las nuevas posibilidades de viajar, encontrarse con otra gente e intercambiar ideas produjo un cambio sustancial en la mentalidad de la juventud polaca. La idea de los que son ajenos a nuestro medio ya no prende tanto como en aquellos tiempos.
La generación de nuestros padres, prácticamente no tuvo más contacto con judíos desde que la mayoría de sus amigos judíos o bien se asimilaron o algunos ocultaron su identidad. Nuestra generación es diferente. Nosotros estamos descubriendo nuestras raíces judías y estamos recuperando las tradiciones olvidadas de nuestros ancestros. Eso les da a nuestros amigos no judíos la posibilidad de darse cuenta de cuán judíos somos.
A partir de que ellos hacen una vida como todos los demás, los judíos ya no son más considerados como extraños; van a los mismos colegios, compran en los mismos negocios y no tienen miedo de hablar acerca de sus prácticas y sus tradiciones.
Incluso el gobierno polaco muestra una actitud positiva hacia la comunidad judía. Eso nos da más fuerzas y nos permite seguir desarrollándonos.

 

La tribuna Judia 30

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