Durante las pasadas semanas, la difícil coexistencia entre la religión y el estado en Israel alcanzó su punto culminante.
Complejo de persecución
La historia se inicia hace algunos años atrás cuando Yoav Lalum, un residente del barrio Kiryat Moshé, en Jerusalem, ex estudiante de ieshivá y actual estudiante de leyes en la Universidad Religiosa de Kiryat Ono, trató de inscribir a su hija en la escuela Beit Yaacov de la zona sin éxito. Convencido de que este rechazo estaba basado en una discriminación de tipo étnico, decidió elevar una queja ante la corte de Jerusalem.
En respuesta, la directora del Beit Yaacov que rechazó a su hija le explicó que no se trataba de ningún caso de discriminación sino de que el nivel religioso de la familia no estaba a la altura del promedio de los standards de la escuela. Y le aclaró que para tal fin, habían reunido información de vecinos y conocidos suyos, tras lo cual habían determinado que en apariencia no se ajustaban a la atmósfera reinante en un Beit Yaacov.
No satisfecho con esa respuesta, Lalum decidió convertir su problema individual en una cruzada pública, y creó la organización Noar KeHalajá (Trato Justo a los Jóvenes). Un nombre más coloquial que le dio a la institución fue “Frankim”, un término ofensivo aplicado a los Sefardim, pertenencia de la cual Lalum insiste en sentirse orgulloso. Esa organización fue la que motorizó la llegada del tema del Beit Yaacov de Emmanuel a la corte.
Desde comienzos del año escolar en 2007, el edificio del Beit Yaacov local servía a dos fines: por una parte albergaba a más religiosos en el Beit Yaacov jasídico y por otra a un menos exigente Beit Yaacov regular, con un alto porcentaje de Sefardim.
No obstante estar registrada como una sola institución, el edificio, en efecto, contenía dos escuelas por medio de la imposición de divisiones, entradas distintas, espacios de esparcimiento diferentes, aulas para maestros distintas, e incluso, uniformes con una leve diferencia. Mucha gente del lugar vio en ello una discriminación.
El Departamento de Educación recibió quejas, y eso llevó a que se pida al Jinuj Atzmai que suprima esas divisiones, y a una advertencia en el sentido de que de no cumplirse con dichas demandas se podrían suprimir los fondos destinados a la escuela.
Se envió a un experto en derecho, Mordejai Bass, a que examinara las demandas del público, y para que investigara, en especial, si era cierto que la escuela se había dividido en dos y si estaba empezando a regirse por una orientación de discriminación étnica.
Bass descubrió que aunque por cierto existía discriminación, el motivo de la misma no era de origen étnico sino religioso. Deseando no exponer a sus hijos a standards inferiores de modestia y de hashkafá de otros niños de Emmanuel, los jasidim y los Judíos de la Torá del asentamiento habían fundado una línea educativa separada dentro del edificio, de manera tal que en la actualidad el mismo contiene una “línea jasídica” y una “línea común”.
En su informe, Bass describe la génesis de la división en estos términos:
“Hace unos dos años, un grupo de baalei teshuvá “fresquitos” llegó a la ciudad. Ellos tienen una comunidad dirigida por un rabino propio. Se argumenta que algunos de estos frescos baalei teshuvá todavía no han logrado desterrar su estilo de vida pasado, incluyendo el empleo de un lenguaje vulgar, y que dicha conducta puede influir, a través de sus hijas, sobre las hijas de las familias…establecidas, que comparten con ellas la escuela”.
“Debe subrayarse que estos reclamos no son hechos nada más que por los Ashkenazim”, agrega.
“Entre los activistas que pidieron la separación y que impulsaron la división de la escuela, también había miembros de la comunidad Sefardí.
“En el transcurso de mis encuentros con el grupo de protestantes de Emmanuel, me pude convencer, muy a mi pesar, de que el reclamo (de los Judíos de la Torá), no es infundada. Una de las personas con las que hablé, al describir a quienes estaban del lado opuesto, utilizaba repetidamente una expresión que definitivamente era insultante”.
“Es verdad que la Escuela Beit Yaacov de Emmanuel está dividida en dos escuelas y que esto contraviene las disposiciones administrativas; sin embargo, esa división, con todo lo que contiene de negativo, no fue hecha con la intención de discriminar entre alumnas sobre una base étnica.”
La Batalla en la Corte
Mientras se desarrollaba la investigación de Bass, Lalum y su organización Noar KeHalajá, llevaban adelante su demanda ante la Corte Suprema de Israel por discriminación, una corte que, dicho sea de paso, es el primer ejemplo de discriminación étnica. De los 15 jueces de la Corte , el Juez Edmund Levi, a quien le tocó atender el caso, es el único de origen sefaradí (nació en Irak en 1941), se fue a vivir a Israel en 1951 y se convirtió en Juez de la Corte Suprema en 2001. Se vio con claridad que no estaba demasiado al tanto de las minucias de la observancia de mitzvot.
Al principio parecía haberse alcanzado un acuerdo con Jinuj Atzmaí, que estipulaba que todo alumno deseoso de integrarse a la línea jasídica de la escuela debía adherir a ciertas condiciones.
El Juez Levi se inclinaba por la integración física de ambas escuelas, y teniendo en cuenta esta exigencia, la escuela se negó a integrar ambas líneas, y en consecuencia, los que protestaban persistieron en su reclamo, aduciendo que “la discriminación fundamental que caracterizaba a la escuela continuó existiendo…y que la lista de condiciones no es más que una serie de giros lingüisticos que cubrían una flagrante discriminación étnica con frases vacías, mientras que en los hechos no había cambiado nada en la situación de las niñas de la escuela”.
En razón de la insubordinación de la escuela, el Juez Levi produjo un largo veredicto final que analiza los conflictos de valores de una sociedad igualitaria versus el derecho de los individuos a tener estilos de vida distintos.
“Por todo lo dicho, resulta que en cuanto al derecho a una educación parroquial, los miembros de una comunidad pueden establecer y conducir una escuela acorde a su estilo de vida”, concluye.
Sin embargo, el derecho a una educación parroquial, como cualquier derecho, no es determinante. En cambio, los derechos de una persona son los derechos de una persona como parte de una sociedad. Uno puede limitar los derechos de una persona con el fin de alcanzar metas sociales. Sólo con el cumplimiento de estos objetivos uno puede además adquirir derechos individuales”.
La conclusión de Levi es bastante atemorizante si uno considera que en esa arenga hay dos leyes en discusión; si se implementan en forma absoluta, se podría eliminar la educación religiosa tal como la conocemos.
Uno de estos intentos es el infame “Plan Liba” que el gobierno trata de aplicar a todas las escuelas. Esta ley considera que si la obligación del estado es “no sólo forzar y supervisar la implantación de estudios obligatorios en todos los sectores, sino también organizar directamente la dimensión interna de la educación y los valores básicos que rigen a todas las instituciones educativas.
Toda esta polémica hace más claro que la lucha de los Beit Yaacov de Emmanuel no son un simple detalle, sino un síntoma de la ambición del estado por poner a la educación de la Torá bajo el ala de los valores democráticos occidentales.
Resumiendo, a la luz de su veredicto, el Juez Levi parece incapaz de comprender lo que el abogado Bass escribió tan claramente en el informe anteriormente citado. El mismo concluye, de alguna manera, en la convicción de que Jinuj Atzmai y la escuelas son culpables de racismo.
Una gigantesca protesta
Los padres se negaron a enviar a sus hijas de nuevo al Beit Yaacov de Emmanuel, y el Juez Levi se negó a prestar atención a la sugerencia de que tal vez quienes protestaban debían alcanzar un acuerdo, dado que fueron ellos los que se negaron a aceptar las estrictas reglas de la escuela en primer término. Frente a ello el Juez reafirmó su sentencia diciendo: “Hay un veredicto de la Corte que debe ser cumplido. Ningún veredicto requiere de la aceptación de cualquier persona. Un veredicto no precisa autorización de ningún rabino.”
Días pasados la Suprema Corte impuso un término de dos semanas de prisión para cualquier padre que no cumpliera con las disposiciones de la Corte; posiblemente esta era la primera condena a prisión para la fé judía desde el colapso de la Unión
Soviética. En respuesta a este ultimatum, el rabino Mordejai Green declaró en nombre de los padres:
“En vista del veredicto de la Corte (…), y por consejo del Rebe shlit”a, siempre que hubo conflicto entre la religión y la corte (…) es el mandato de la Torá lo que deben seguir los padres, (que es) impartido por Guedolei HaTorá y por quienes enseñan sus caminos”.
Luego del anuncio del veredicto, salieron a las calles los padres de Emmanuel gritando un sentido Shema Israel, Hashem Melej, y luego cantando “Utzu eitza vesufar”.
Guedolei HaTorá protestaron vehementemente. Rav Elyashiv anunció. “debemos agitar a todo el mundo contra esta persecución religiosa sin precedentes”. Rav Ovadia Yosef también protestó en contra de ese falso procedimiento de manejar los temas educativos en una corte secular. “¡Nosotros tenemos cortes rabínicas que dictaminan según la Halajá!”, decía.
Motivados por las proclamas de Guedolei Israel, gran cantidad de manifestantes salieron a la calle en Bnei Brak y en Jerusalem en un número sin precedentes, bajo un sol ardiente, con vehículos que pasaban entre la multitud haciendo sonar la música de hajnasat Sefer Torá. Estuvieron presentes el Rav Aharon Leib Steinman, Rav Mijael Yehuda Lefkowitx, Rav Shmuel Halevi Wosner, Rav Nissim Karelitz, Rav Jaim Kanievsky, en Guerrer Rebbe y el Sanzer Rebbe.
En Jerusalem se reunió una enorme multitud de más de 200.000 manifestantes y en Bnei Berak 150.000.
Cinco miembros de Iahadut HaTorá hicieron una reunión especial frente a la Prisión Maasiyahu. El viceministro de Salud Yaacov Litzman dijo: “Si la Corte piensa que esa amenaza va a detenernos, se equivoca. No nos disuadirán y diremos todo lo que pensamos. No nos vamos a esconder”.
La Corte exceptuó de ir a prisión a 13 madres de Emmanuel pero al mismo tiempo determinó que nueve de las 22 madres de Emmanuel debían ir a prisión luego de que sus maridos fueran liberados. Asimismo aceptó el pedido de dos padres de posponer su encarcelamiento. La esposa de uno de esos padres, R’ Yehuda Fuksman, había dado a luz a su hijo número 12.
Dijo el diputado Meir Porush: “La conclusión es que sólo vamos a ser escuchados si salimos a la calle y protestamos. Sólo entonces la gente entenderá que no se trata de ninguna clase de discriminación racial puesto que todas las niñas de Beit Yaacov aceptan a las estudiantes sefaradíes”.
Organismos de derechos humanos exigieron a la Suprema Corte que pusiera en libertad inmediatamente a los padres. El diputado Porush llegó hasta la entrada de la prisión de Maasiyahu y declaró: “Estoy profundamente conmocionado pensando en lo que pase en el futuro si esta es la forma como quieren manejarnos. Nuestras demandas son legítimas”.
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