Una de las más destacables transformaciones en Europa desde la caida del comunismo es el retorno de la vida judía en el país que había generado el Holocausto.
Hasta la caida del Muro de Berlín, hace 20 años atrás, la vida judía en la postguerra de Alemania era “más una pieza de museo que algo vivo”, expresó Kuf Kaufmann, quien emigró a Alemania desde Rusia en 1990 y actualmente lidera la comunidad judía de Leipzig. “Actualmente es algo muy vivo, tanto en lo social como en lo religioso y cultural”, dijo.
En 1989 Alemania tenía sólo unos 30.000 judíos. Entonces se abrieron las puertas hacia la parte oriental y unas 220.000 personas de ascendencia judía provenientes de las ex repúblicas soviéticas comenzaron a llegar, la mitad de ellos eran judíos por la línea materna, según lo informó el Consejo Central de Judíos en Alemania. Los inmigrantes buscaban oportunidades económicas y escaparse del antisemitismo, y prefirieron elegir Alemania en lugar de Israel.
En total, hay unos 90.000 inmigrantes registrados como miembros de comunidades judías de Alemania. El flujo de inmigrantes cesó en 2005 cuando Alemania adoptó nuevas leyes en cuanto a la inmigración que dificultaron la llegada de muchos de ellos.
Así como la inmigración ha logrado transformar a la comunidad judía de Alemania, también trajo consigo la necesidad de más rabinos y de llegar a judíos no incorporados a la comunidad, así como determinar respecto a los inmigrantes de Rusia quienes son o no judíos respecto a la Halaja, la Ley Judía, y que quieren ser parte de la comunidad judía.
En Alemania, así como en casi toda Europa, incluso las congregaciones reformistas adhieren a la Halajá ortodoxa cuando se trata de decidir quién es judío.
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