Ud. ya “tiene calle” y se ha encontrado con toda clase de gente (en el colegio, en el trabajo, en las vacaciones, en las reuniones sociales), verdad? Siempre sintió afinidad con algunas personas más que con otras. ¿Correcto? Es una cuestión de “feeling”. En fin, uno encuentra que tiene más cosas en común con ciertos individuos que con otros. Es humano. Asimismo se cruzó con personas a quienes nadie se les acerca. Casi siempre, ellos tampoco se acercan a los demás. Simplemente – están, existen. Hacen “lo suyo”, quizás incluso saluden, y Ud. devuelve el saludo por cortesía, y chau. Ud. no sabe exactamente dónde viven, a qué se dedican, si son casados o solteros, mendigos o millonarios (aunque en este último caso “se sabría”), o todas las opciones, o ninguna de ellas... (“Es un tipo medio raro... ¿vio? solitario..., no habla...”) Tampoco sintió Ud. la urgencia de investigarlo (¿para qué?). Ud. supone que si este “fulano” necesitara algo, ya se lo hubiese hecho saber...
¿Escuchó Ud. hablar de la marginación? Posiblemente, no. Aun menos probable es que Ud. relacione este término con su propia vida cotidiana. Quizás sí esté familiarizado con el concepto de la discriminación (¡aberrante!) que tiene más prensa, más aun si es judío y Ud. siente que, en este caso, está ocupando el papel de la víctima. Por lo tanto, siempre sentirá que este concepto posee una connotación negativa o peyorativa. Sin embargo, discriminar expresa nuestra facultad de distinguir entre las diferencias que se nos presentan. El discernimiento es necesario para poder diferenciar entre el bien y el mal. No es en sí algo negativo, pues - a su vez - nos permite reconocer, por ejemplo, las distintas necesidades de las personas a quienes queramos asistir.
Lo que sí es habitual en casi todos los grupos humanos en los cuales Ud. se encuentre y que, en casi todos los casos, es sumamente negativo, es la marginación de uno o varios componentes del conjunto. ¿Por qué se marginan? En eso pueden existir muchos motivos que se sumen para que se manifieste esa situación. El grado de marginación depende también de quiénes componen el conjunto y del / de los individuos. En el común denominador de los casos, el conjunto tiene un modelo o una imagen precisa de cómo “se debe ser”. Aquellos que escapan a esa horma, quedan automáticamente excluidos. El molde puede estar fijado por el color de piel, por el origen étnico, por la capacidad física (vs. los discapacitados), por el nivel social, por el coeficiente intelectual, por criterios de lo (que es físicamente “lindo/a”...) para mencionar tan solo algunos.
Los niños (nuestros alumnos) no son muy diferentes. La diferencia entre los adultos y los niños es que éstos últimos no emplean las palabras encubiertas para disimular sus sentimientos (no tienen “pelos en la lengua”). Por ende, la crueldad al excluir a un compañero es más evidente, y el compañero, al ser aún niño, no está acostumbrado a recibir estos golpes y “conservar su cara” impasiblemente (ante el público).
En Parshat Vaieshev leemos acerca de Iosef, uno de los hijos de Ia’acov. Iosef tenía características muy particulares que lo acercaban al padre (aparte de quedar huérfano de su madre, lo cual de por si era razón suficiente para sentirse más atraído al padre que los demás hermanos). Su semblante espiritual se asemejaba al de su padre y tenía un análisis del estudio más profundo que sus hermanos. Iosef era distinto y se los hizo saber. Siendo que se sabía superior, interpretaba mal las acciones de sus hermanos. No ayudó el hecho que su padre le comprara una camisa diferente que a los demás, sino que ello acrecentó la envidia de los otros hijos. (Los Sabios aprovechan este episodio para enseñarnos a ser cautelosos al acentuar desigualdades entre los hijos, pues la adquisición de esa camisa fue el desencadenante que los hermanos vendieran a Iosef como esclavo y que terminara en el Galut y esclavitud).
Era una situación muy difícil para todos. En el momento en que hay “mala onda”, no hay explicaciones válidas que calmen las aguas. “Los hermanos no podían hablarle en paz” (todo lo que hiciera Iosef sería interpretado para mal). Ellos sospechaban que Iosef los iba a excluir del futuro de Israel (tal como quedaron afuera Ishmael y Eisav en su momento). Antes de ser ellos los descartados pues se sabían y conocían como correctos, decidieron mejor quitarlo a él del medio. ¿Quién margina a quién? Obviamente el culpable siempre es el otro...
¿Se identifica Ud. con alguna situación similar en su vida? Escuche esta anécdota del Talmud (Ta’anit 20.). “Un alumno venía montado sobre su burro volviendo de sus estudios muy alegre y vanidoso por haber acumulado tanto conocimiento. Se le cruzó una persona de aspecto muy desagradable que lo saludó respetuosamente. Éste, en lugar de devolverle el saludo, lo despreció diciéndole: ‘qué horrible que eres, ¿son todos así en tu ciudad?’ El hombre le respondió: ‘No sé, pero puedes ir al Artesano (D”s) que me fabricó, y quejarte por su obra’. El alumno tomó conciencia de su error y se echó ante él para pedirle perdón por su insolencia, pero el hombre insistía en que debería quejarse ante el Artesano. Al final le perdonó a pedido de la gente de la ciudad, con la condición que no acostumbrara a expresarse de manera tan despectiva (que no fuese tan soberbio como para hablar de ese modo - Maharshá)”.
Los Sabios nos enseñan que el segundo templo (Bet HaMikdash) fue destruido por el odio infundado. La historia del episodio que desencadenó la destrucción tiene como protagonistas a una persona llamada Kamtza y otra conocida como Bar Kamtza. La palabra “Kamtza” está relacionada con “Kmitzá” que denota una división (en la ofrenda sacerdotal de masa). “Odio gratuito” entonces se refiere a las divisiones injustificadas de nuestra sociedad por las cuales alguno/s queda/n marginado/s. En una sociedad de modelos estereotipados, la tarea de no caer en este perjuicio no es fácil. Menos aun es educar a nuestros hijos en ese sentido. Dado que en el estudio, el comercio, el deporte, etc. viven un mundo muy competitivo compuesto por partidos políticos, cuadros de fútbol, etc., les será trabajoso aprender a participar y ver más allá de las diferencias para concentrarse en lo humano que nos une a todas las personas.
Sin embargo, nos sirve como judíos, fijarnos y mostrarles a los niños que debido nuestra condición de creyentes y practicantes de las leyes de la Torá, se espera de nosotros una conducta sensible al respecto: “No maldigas al sordo, ni colocarás un obstáculo en el camino del ciego...” (Shmot 22:27) – “tampoco (pondrás obstáculos) al que no es sordo, pero el versículo menciona al sordo pues está prohibido a pesar que éste no escucha y no se ofende (Rash”í)”.
(D”s a Moshé, cuando éste se queja que no quiere ir a hablar con el Faraón por ser tartamudo) “¿Quién le puso boca a la persona, o hizo al mudo, al sordo, o al vidente o al ciego, si no Yo D”s?” (Shmot 4:10,11).
D”s creó a los seres humano distintos uno al otro, pues así Su sabiduría lo determinó, pero a todos a imagen Di-vina. Cuando Moshé pidió a D”s que elija a la persona que lo suplantaría después de su muerte, se dirigió a D”s de un modo muy particular: “que designe el D”s de los géneros, a un hombre sobre la comunidad” (Bamidbar 27:16). ¿A qué se debe esta manera de dirigirse a D”s? Moshé manifestó a D”s que en vista a que cada persona tiene un carácter diferente a su prójimo, por lo tanto, el líder que se elija “debe ir al encuentro del talante cada uno y uno” (Rash”í). Esta apertura hacia las personas de distinta forma de ser, es elemental en todos los seres humanos, y – en particular – en sus líderes.
“¿Por qué D”s creó a todos los seres humanos a partir de uno solo? Para enseñarte acerca de la grandeza del Todopoderoso, pues cuando un ser humano acuña monedas a partir de un solo molde, todas salen iguales; mas, el Todopoderoso acuñó a todos los seres humanos a partir de Adam y ninguno de ellos se asemeja al otro” (Sanhedrín 38.)
“No detengas tu mirada en el envase, sino en su contenido” (Pirkei Avot 4:27). El “envase” pasa por el aspecto físico, por el modo de vestir, de hablar, etc. “El hombre ve los ojos, pero D”s mira el corazón... (Shmuel)”
Falta aún mucho por hacer al respecto y, en ese sentido, depende de los educadores (padres y docentes) entrenarnos y entrenar a los niños a reconocer las virtudes de los demás. Y, si también vemos las deficiencias de otros, es precisamente para saber en qué los podemos ayudar. Si progresamos por esta vía podremos quitar mucho dolor a la sociedad y, simultáneamente, habremos crecido como seres humanos.
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