El trabajo de la vida de Norman Borlaug, que falleció poco antes de Rosh Hashaná a la edad de 95 años, debería hacer reflexionar profundamente a quienes ven a los seres humanos como una amenaza para el planeta.
Ellos me recuerdan al colega del Dr. Borlaug, el científico Paul Ehrlich, cuyo libro de 1968 “The Population Bomb” (La Bomba Poblacional), predijo el hambre en todo el mundo en veinte años más como consecuencia de la elevación de las tasas de natalidad y lo limitado de los recursos alimenticios.
Cientos de miles de personas, profetizó el Dr. Ehrlich con soberbia, morirían de hambre en 1988. Comparó la “explosión demográfica” -él fue quien acuñó la frase - con el crecimiento descontrolado de células cancerosas en el cuerpo, y abogó por la “cirugía radical” mediante el control compulsivo de la natalidad, a través de adicionar el suministro mundial de agua con productos químicos esterilizantes.
En los años siguientes, la predicción del Dr. Ehrlich fue abrazada por legiones de científicos, intelectuales y defensores del control de la población en los Estados Unidos y Europa.
Durante todo ese tiempo, el Dr. Borlaug, un científico de plantas, continuó tranquilamente con su trabajo de décadas experimentando con variedades de grano, a veces desarrollando variedades de trigo y arroz que aumentaron la producción de alimentos en casi un 600%.
Ese logro revolucionó la agricultura moderna, permitiendo a un país como la India, por ejemplo, cuya población pasó de 500 millones de habitantes en la década de 1960 a 1,16 millones en la actualidad, lograr la autosuficiencia alimentaria. En gran parte como resultado de la “revolución verde de Borlaug,” nuestro mundo hoy considera a las hambrunas, según palabras del Wall Street Journal, como “acontecimientos políticamente inducidos; no como verdaderos desastres naturales.”
Curiosamente, cuando se trata del crecimiento de la población humana, el cielo, de una manera u otra, siempre parece que se viene abajo.
Un reciente estudio de la Escuela de Economía de Londres, por ejemplo, adelanta que el aumento de la “planificación familiar” reduciría las emisiones de dióxido de carbono en unas 34 gigatoneladas en los próximos 40 años; esto llevó a que el weblog del New York Times sobre cuestiones del medio ambiente propusiera, como una “ experiencia mental”, la noción de” créditos de carbono vinculados a la disminución de bebés “.
No estoy calificado para tomar partido en el debate sobre el calentamiento global. Muchos científicos prevén desastres en todo el mundo si las emisiones de carbono no se reducen considerablemente, mientras que otros niegan que cualquier esfuerzo humano pueda impedir lo inevitable, y otros más siguen considerando el escenario del fin del mundo entero como un ejemplo de la histeria colectiva, afirmando que el calentamiento global no está afectado por la actividad humana o que ella no provoca consecuencias nefastas.
Pero en medio de todos estas argumentaciones y - perdónenme – de la sobrecalentada retórica, vale la pena tener in mente a Norman Borlaug y sus logros. Basta con recordar que la ingenuidad humana (con la ayuda, sin duda, de la inspiración Celestial) a menudo puede superar, incluso, los desafíos aparentemente insuperables. (También deberíamos considerar la idea de qué habría pasado si “The Population Bomb” se hubiera publicado unas décadas antes; tal vez los padres del Dr. Borlaug se habrían convencido de no concebirlo…).
Los Judios de todo el mundo han comenzado de nuevo el ciclo anual de la lectura de la Torá en la sinagoga. En la primera parte del Génesis, el mundo ha sido creado, el primer hombre formado, y el primero es confiado al segundo por D”s. Sin duda se le prohibe a Adán, y también a nosotros, sus descendientes, destruir voluntariamente la naturaleza. Pero también se nos ha encomendado, como mandato de D”s al primer hombre y a la primera mujer, el “someter…a toda la tierra”, para poner forzadamente los recursos naturales de la tierra al servicio de la raza humana. La cultura correctiva actual sobre el medio ambiente - lo que el difunto autor Michael Crichton llamara “la religión de la elección para los ateos urbanos” - ve a la tierra como frágil y en peligro de extinción a causa de una de sus especies: la humana.
Desde una perspectiva judía auténtica, sin embargo, si bien la belleza y la complejidad de la biosfera son fuentes de una poderosa inspiración, los seres humanos no son simples partes de la Creación, sino su cénit. El Génesis, tal como lo entienden todos los comentarios autorizados, concibe al mundo como creado para que los seres humanos lo puedan desarrollar y utilizar… Y para poblarlo.
La ley judía codificada favorece muy claramente la procreación humana. Es un tema no ignorado tampoco por los profetas judíos. Isaías (45:18) declara que D”s “no lo creó [al mundo] para estar vacío”, sino “para ser poblado [por los seres humanos] El lo creó”. El Talmud, por su parte, predica la era Mesiánica basada en los nacimientos de “todas las almas”, destinadas a ocupar los cuerpos humanos (Ievamot 63b). El famoso Sefer HaJinuj considera a la mitzvá o mandamiento de procrear, como “el único que permite [la observancia de] todas las mitzvot en el mundo, porque ellas son dadas a personas, no a ángeles.”
Seguramente, de haber amenazas claras y seguras de catástrofes para la humanidad- no sólo las meramente pronosticadas por algunos para un futuro por venir – se nos requeriría tomar medidas para enfrentar el desafío. Pero los pronósticos de desastres, como los del Dr. Ehrlich, han ido y venido en innumerables ocasiones. Se descubrió que algunos estuvieron basados en el error; en otros casos, los desastres que se avecinaban pudieron ser evitados gracias a la creatividad humana y la guía Divina.
El calentamiento global ¿es un peligro real y presente o es simplemente una pesadilla nocturna? Reducir nuestros rastros de carbono ¿es imperativo o inútil? No exijo que me lo hagan saber. Lo que sí sé, sin embargo, es que cuando los futuros padres y su progenie son señalados como posibles amenazas para el planeta, la verdadera respuesta judía es recordar que el Creador no sólo le muestra el mundo a Adán para que lo use, sino que le ordenó y los bendijo a él y a Eva, en términos inequívocos, para que fueran fecundos y se multiplicaran, para “llenar la tierra”.
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