No hay lugar a dudas respecto a que algunos medios trastocan la información cuando se refieren a los judíos jaredís. Esto no es novedoso.
De manera tal que cuando miles de iraníes se volcaron a las calles de Teherán en protesta por lo que consideraron una elección presidencial fraudulenta, la prensa no puso el énfasis en el hecho de que los manifestantes arrojaron piedras, incendiaron tachos de basura y causaron destrozos en la propiedad pública. El acento se puso, como correspondía, en el alto número de manifestantes que salió a protestar pacíficamente por lo que consideraban había sido una elección fraudulenta.
En cambio, cuando decenas de miles de jaredim hicieron una manifestación reaccionando contra una decisión tomada por la municipalidad de Jerusalem referida a la apertura de un predio para estacionamiento público durante el Shabat Judío, aumentando el tráfico circulante en el corazón de la Ciudad Santa y perturbando la tranquilidad del día de descanso, los principales titulares no mencionaban la impresionante multitud que se congregó de manera pacífica para apoyar la santidad del Shabat, sino que se centraron en la pequeña fracción de esa multitud que…arrojaron piedras, incendiaron tachos de basura y causaron destrozos en la propiedad pública.
Pero esa fracción de la multitud no puede ser ignorada por aquellos de los nuestros que se avergonzaron ante ese horrible comportamiento. Los manifestantes pudieron haber sido niños, pero ellos son nuestros niños. Y si nuestros niños son capaces de pensar que los actos de vandalismo y de destrucción son de alguna forma el modo correcto de salvaguardar el honor del Shabat (y de lograr que los judíos no observantes tomen conciencia del día judío de descanso), entonces es que hay mucho por hacer para enseñarles lo que la Torá es y lo que no es.
Y, sí, nuevamente, existen cuestiones no resueltas respecto al arresto de una madre Jasídica con un hijo hospitalizado desde hace tiempo, bajo la sospecha de no haberlo matado de hambre. Los medios, citando a las autoridades hospitalarias, dijeron que la mujer padecía una enfermedad mental que lleva a la persona a inventar o a crear síntomas de enfermedad –a veces en otra persona- a fin de obtener atención médica.
Más aún. Las autoridades dijeron que habiendo probado un video grabado por el hospital que la madre le había quitado a su hijo el tubo alimenticio al menos en 20 ocasiones, al menos en el momento en que escribo el presente artículo, ella estaba por ser liberada. Y ¿por qué no actuó el hospital después de la primera vez que ella le quitó el tubo? ¿o después de la décima?
Más aún. ¿Por qué si, efectivamente, la mujer es una enferma mental, no se pudo obtener ni una simple orden impidiéndole el contacto con el hijo? ¿Por qué la policía eligió, en cambio, abofetear públicamente a la mujer embarazada de cinco meses (y frente a una calificada prensa) y ponerla en una cárcel (junto a una mujer árabe acusada de haber asesinado a su esposo como compañera de celda)?.
Ninguno de nosotros puede decir con certeza cuál es la respuesta a esas preguntas –o si la mujer en cuestión es una presunta asesina, una mujer que padece de una enfermedad mental o una madre amorosa erróneamente acusada.
Lo que podemos saber, sin embargo, es que la reacción de algunos miembros de su comunidad y algunos otros jaredim fue horriblemente abusiva. Cualquier detalle, por pequeño que sea, de una conducta de tipo repulsiva en la que se comprometan algunos judíos religiosos, lo único que logra es la profanación del nombre de D”s que ellos proclaman. Y si bien podían haber existido motivos para una protesta –y la protesta civil es uno de los derechos fundamentales en una democracia –no había ningún fundamento para la violencia. Ninguno.
Ese juicio fue hecho de manera inequívoca, entre otros, por el líder del movimiento antisionista Edah Jaredit, la reconocida autoridad halájica, Rabi Moshe Sternbuch. El escribió refiriéndose a la conducta de los manifestantes: “Cualquiera que cometa actos de violencia está declarando que no pertenece a nuestra comunidad”.
Insultar a otro es una grave violación a la halajá, y provoca un daño físico. Destruir la propiedad de otro –o una propiedad comunal, o para el caso, la propia propiedad- también está prohibido por la Torá. Nunca se hizo ninguna excepción en los códigos halájicos para instancias en las que las acciones o la política del gobierno no son del gusto de uno.
Qué ironía que la idealización de la grosería y la destructividad –más específicamente representada por el mundo criminal y por Hollywood- puedan habérselas arreglado para infiltrar el mundo relativamente insular de los jaredim- un mundo que claramente persigue ideales diametralmente opuestos.
En este tiempo del año judío, los judíos concientes del Judaísmo se centran en la destrucción de los Templos Sagrados. El segundo Templo, cuya destrucción condujo a nuestro actual exilio, fue destruido, como enseña el Talmud, “debido al odio injustificado”.
Los recientes manifestantes de Jerusalem bien podían haber creído que su odio tenía un amplio fundamento. Pero, cualquiera hayan sido sus racionalizaciones, sus acciones provocaron disgusto en los judíos de todo el mundo, algunos de los cuales, trágicamente, harán una generalización sobre el mal ejemplo de los manifestantes y sentirán rechazo hacia los jaredim como grupo.
Y entonces, aún cuando los que protestaron en forma violenta crean que son inocentes y que están limpios de odio injustificado, ellos deberían confrontarse con el hecho de que son profundamente culpables de promoverlo.
Fuente: Am Ejad
Rabi Shafran es director de relaciones públicas de Agudat Israel de los EE.UU.
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