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“Es realmente un milagro, es imposible de explicarlo de otra manera”, expresó con excitación el investigador de incendios de Tiberia, Itzik Ben-Hamu, refiriéndose a una mezuzá y a un Tanaj (Biblia) que sobrevivieron al fuego que destruyó por completo una casa en dicha ciudad.
Lo que resulta más sorprendente aún, es que el fuego también destruyó los marcos de las puertas, donde se fijan las mezuzot, y también los pisos.
El fuego se inició a causa de un cortocircuito producido por el compresor de una heladora. La propietaria de la casa, una inmigrante rusa, descubrió que salían llamas del refrigerador y se apresuró a cortar la corriente. Entonces fue a llamar a los vecinos para pedirles un balde con agua para apagar el fuego por su cuenta, pero para cuando regresó las llamas ya se habían dispersado hacia el resto de la casa.
La chispa se encendió rápidamente debido, principalmente, a que las paredes del departamento tenían paneles de madera. En ese momento, todo lo que la mujer pudo hacer fue alertar al resto de los residentes del edificio, quienes pudieron evacuar el edificio sin problemas.
“Nosotros decimos que fue una tormenta de fuego”, dice Ben-Hamu. “En el minuto en que se concentra una cantidad de material combustible a altas temperaturas, las llamas se desparraman muy rápidamente. Todo el departamento estaba ardiendo. Cuando llegaron los bomberos al lugar, el departamento ya estaba totalmente quemado.
“Hace mucho tiempo que no veo un fuego semejante. No quedó nada: las puertas desaparecieron, los listones de madera del piso fueron arrancados por el fuego y la puerta de entrada de acero estaba completamente derretida”.
La familia, que emigró de Rusia hace ocho años, quedó sin nada.
A la mañana siguiente, los investigadores de incendios volvieron a la escena. A su llegada, recibieron una sorpresa, aunque tal vez no debió ser así, al descubrir que dos objetos habían sobrevivido al fuego: la mezuzá y el Tanaj.
“Es increíble ver cómo la mezuzá está colgando intacta del marco de la puerta que no es más que acero retorcido”, comenta Ben-Hamu. “Lo mismo para el Tanaj, que sólo resultó chamuscado en los bordes. Es imposible explicar esto de otra manera más que como un milagro”.
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