Cuando la presente edición esté en la calle, se habrán cumplido 13 años del atentado que destruyó la sede de AMIA-DAIA y costó la vida de 85 víctimas.
También, cuando este ejemplar llegue a manos de sus lectores, se habrá realizado el acto conmemorativo de aquel funesto 18 de julio, que enlutó muchos hogares y sacudió a la comunidad judía en su totalidad hasta niveles insospechados. Desde entonces, el estallido de la bomba asesina no cesó de causar estragos en el seno de la comunidad judía, y tan poderoso fue el efecto destructor, que a partir de entonces se potenciaron todas las diferencias entre sectores de la vida comunitaria, transformándose, a veces, en verdaderos enfrentamientos inconciliables.Tal lo que sucedió con el grupo de familiares, tanto hacia el afuera – en particular hacia la dirigencia comunitaria organizada en DAIA- como hacia adentro, produciéndose numerosas divisiones internas dentro del grupo original.
Las marchas y contramarchas en el Juicio llevado a cabo contra algunos de los acusados de ser eslabones de la llamada “conexión local”, que concluyó con la liberación de todos ellos, volvió a fojas cero todo lo que hasta entonces se había construido a través de las pruebas reunidas en la investigación. Lo único que quedó en pie fue el involucramiento de seis diplomáticos iraníes en la autoría intelectual del atentado. El gobierno argentino estaría empeñado en lograr su extradición para su juzgamiento. El propio presidente Kirchner se ha comprometido a llevar adelante este objetivo en los foros internacionales.
Pero la triste verdad es que tanto los autores intelectuales, como los autores materiales, como todos los que colaboraron de una u otra manera para cometer la masacre de la AMIA, hoy caminan libremente por las calles. Y algunos, hasta se dan el lujo de hacer circular descabelladas versiones sobre cómo se produjo el atentado a través de todos los medios periodísticos. La más infame de todas esas “versiones”, uno de cuyos voceros más destacados es el ex piquetero y ex funcionario aliado de la República Islámica de Irán –me refiero a Luis D’Elía- es la de que quienes habrían realizado el atentado habrían sido “los propios judíos”, es decir, las mismas víctimas. “Miente, miente, que algo quedará”, era la frase famosa del ministro de propaganda nazi, Josef Goebbels.
La situación no termina allí, puesto que en lugar de estar tras las rejas quienes cometieron el brutal atentado, hoy vemos azorados cómo el dedo acusador se ha dirigido contra quienes, hasta ayer, habían hecho todo el trabajo de investigación y que hoy aparecen “sospechados de encubrimiento”. Ellos están siendo procesados mientras los terroristas se deben estar matando de risa.
Más descabellado aún es que el propio Dr. Beraja, quien durante el atentado era presidente de la DAIA, esté sometido a un procesamiento por iguales causas relacionadas con el encubrimiento. Tal vez algunos recuerden el discurso que pronunció cuando se cumplieron tres años del atentado, cuando denunció a Irán como responsable del mismo, adelantándose en casi 10 años a la medida tomada recientemente por el gobierno del Dr. Kirchner. Había que tener mucho coraje en aquellos momentos, a tan poco tiempo de producida la tragedia, y cuando circulaban amenazas contra quienes realizaban las investigaciones, de elevar públicamente una acusación semejante.
Dentro de este contexto, un sector de los Familiares de las Víctimas, conjuntamente con AMIA, realizará la conmemoración del atentado a la mutual judía. Vale decir que no habrá “acto central” en el justo sentido del término, puesto que la entidad representativa de toda la comunidad judía, la DAIA, no participará del acto en forma orgánica. ¿Los motivos? : la deformante división interna que mencioné más arriba y que hizo extraviar a muchos sectores de la comunidad del verdadero objetivo de la justicia que debía ser el de perseguir, encontrar, juzgar, condenar y hacer cumplir la legítima condena a todos los terroristas que pusieron la bomba de manera directa o indirecta.
A esta altura, con tanta distorsión, tanta deformación de la información…tanta locura, ¿qué puede perseguirse con un acto de estas características? ¿Será posible retrotraerse por unos instantes al 18 de julio de 1994, en medio de la devastación y el horror, la sangre de las víctimas y la angustia de todos, y fijar el foco en los únicos y verdaderos culpables, en los reales enemigos del pueblo judío que decidieron hacer volar por los aires el corazón de la comunidad judía de la Argentina?
Es de esperar que alguna vez, algo de cordura empiece a circular nuevamente. Para lograrla no será necesario levantar costosísimas fachadas frente al nuevo edificio de AMIA-DAIA, que ilustran el frente del derrumbado edificio; tampoco será indispensable imprimir miles de remeras ni de kipot ni toda la parafernalia hacia la que se han derivado altísimos fondos de la mutual judía.
Para lograr la cordura, hace falta empezar por poner las cosas en su lugar, hacer valer la verdad por sobre mezquinos intereses, esclarecerse y esclarecer, primero a los propios y después a los ajenos. En ningún rincón del mundo en el que el terrorismo islámico ha dejado su huella ha salido tan impune como en nuestro territorio, y en dos oportunidades. Ya es hora de que la comunidad judía de la Argentina sepa lo que tiene que hacer.
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