¿Qué se necesita para el alzamiento de un edificio?
Obviamente, una enorme cantidad de elementos: cemento, arena, canto rodado, ladrillos de distinto tamaño, cal, cables de electricidad, caños de gas y agua, caños parta el desagüe, caños pluviales, puertas y ventanas, accesorios del ascensor, sanitarios, grifería, cerámicos, luego también se requieren electrodomésticos y muebles. En fin: de todo.
¿Son todos imprescindibles? Supongo que sí.
¿Se emplean y se colocan todos estos elementos simultáneamente?
No.
Hay un orden. Cada gremio puede ingresar a la obra que está en marcha, recién cuando los que trabajaron previamente llegaron a cumplir su tarea y dejar la obra en un estado tal, en el que ellos ahora puedan concurrir a realizar su parte en lo que completan la edificación.
Casi todos hemos vivido (o sufrido) en algún momento de nuestra vida - directa o indirectamente - lo que significa participar de una obra o una refacción, y observar como la lista interminable de gremios deben sincronizase (esperemos que así sea) para finalmente la casa sea habitable.
Bien. A diferencia de lo que se percibe habitualmente por el modo de vivir de la gente, nuestra Torá contempla nuestra vida, como así también la vida de nuestros antepasados y la de las generaciones venideras - como una larga tarea de construcción.
En este caso, no se habla de cal y de cemento, pero claramente, cada uno de nosotros ingresa a este mundo con la oportunidad de capitalizar todo el conocimiento previo y las enseñanzas que se transmitió desde los ancestros, y utilizar todo este bagaje en su gesta de perfeccionarse a sí mismo, optimizar el entorno, y preparar el terreno para las próximas generaciones - en primer lugar los propios hijos y alumnos - a fin de que ellos puedan seguir edificando sobre la s hileras de piedras que hemos podido aportar nosotros.
Mencionamos que en este punto nos diferenciamos de la manera de pensar más común del siglo XX y XXI, pues la mayoría del mundo que nos rodea actúa de modo que pareciera ser como si vivir significara únicamente una continua búsqueda de placer, control y satisfacción de apetitos. No se mira el recorrido de la historia como un curso con objetivo, sino un zigzagueo azaroso y accidental, sin ruta ni rumbo.
Para sostener lo que acabamos de mencionar (ver la vida como una construcción), tomaremos como referencia la raíz etimológica hebrea de las palabras que denotan construcción (“bone” y “binian”) y su parentesco con la voz que significa “hijo” (“ben”). La similitud de los vocablos, nos hace ver como en la educación de un hijo uno construye el futuro.
En la Tefilá del viernes a la noche, citamos un pasaje del fin del tratado Brajot, que se refiere a un versículo de Ieshaiahu (54:13) que se lee en la Haftará de Parshat Ree: “vejol bnanaij limudei HaShem, verav shlom Banaij” (y todos tus hijos estudiosos de la palabra de D”s, y mucha paz a través de tus hijos). La redundancia de la palabra “hijos” en este pasaje, se explica en el Talmud: no “leas” (o sea: no los llames solamente hijos - “Banaij”, sino tus constructores - “Bonaij” - en hebreo las letras se mantienen y se modifica su puntuación), pues son ellos quienes siguen adelante llevando a cabo tus proyectos espirituales.
La esposa de nuestro primer patriarca - Avraham- inicialmente no tenía hijos. La angustia trascendía el dolor habitual de toda mujer que no tuvo la suerte de poder engendrar la vida de un bebé dentro de sí. En el caso de Sará, todo el empeño de Avraham y el de ella propio, en dar a conocer el concepto del monoteísmo a un mundo pagano, quedaría truncado si no tuviera un hijo que siga con dicha labor. Por lo tanto pidió a Avraham que tome a Hagar - su sirvienta - como esposa, diciendo: “ulay ibane mimena” (quizás me construya por ella), pues quizás me construya a través de ella.
El significado de esta expresión, es que Sara esperaba que aun si el hijo que podía gestar Avraham con Hagar no fuera su hijo biológico, al educar ella (Sará) a aquel joven que nacería de la panza de Hagar, se construiría ella misma, o sea, se establecería mediante su entrega a la enseñanza.
El Talmud (Shabbat 114.) señala que los estudiosos de la Torá son más escrupulosos en el cuidado de su vestimenta. En ese contexto, llama a los Jajamim con el término “banai”, “albañiles”. ¿Por qué? Dice Rabí Iojanán: “Pues se dedican a la edificación del mundo durante todas sus vidas”. A diferencia de lo que puede creer el lego que desconoce el valor espiritual de la vida, el Talmud nos hace entender que la vida - lejos de considerarse un mero espacio de comer y beber - se construye mediante la significación de la vida de cada uno.
“El cielo es de D”s - y la tierra se la dio a los seres humanos” (Tehilim 115:16, y se recita como parte de Halel en los días festivos). Uno de los maestros jasídicos explicó este versículo: “El cielo ya es celestial, y la tierra la puso a cargo de las personas para que la conviertan en celestial.
Quizás así entendamos también porqué nosotros - los judíos - nos llamamos “hijos del Todopoderoso”, y somos afortunados de tener conocimiento de esta característica y responsabilidad. Es así como reza el versículo: “Banim atem laHaShem E-lokeijem” (Dvarim 14:1). El vínculo de padres e hijos se distingue por la relación afectiva, pero también señala una continuidad.
A la luz de todo lo que vimos hasta el momento, podemos inferir que la expresión de ser Sus hijos también está dada en el hecho que fuimos creados a imagen de El, y El anhela que - al copiar Sus caminos - “lalejet bejol drajav” (Dvarim 10:12) - construyamos Su mundo.
Así seremos todos “banim” y “bonim”.
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