El Estado de Israel cumplió 60 años, y son muchos los miembros de la comunidad que desconocen los motivos por los cuales un alto porcentaje de judíos de la Torá no lo reconocen como el Estado Judío, sino como un estado situado en parte del territorio que el Creador le otorgó al Am Israel en el que mayoritariamente viven judíos.
Aquellos judíos que se autodenominan “sionistas” muchas veces son muy críticos hacía aquellos judíos observantes que no aceptan ser definidos de esa manera y los califican de antisionistas.
El desconocimiento de los valores ancestrales, establecidos en la Torá, que fueron desarrollados por los Jajamín en la literatura talmúdica y la que posteriormente los destacados líderes rabínicos fueron aclarando e interpretando genera confusión, la que - en ciertos casos – es utilizada por quienes desean adaptar los textos tradicionales y la Halajá al medio circundante. Lo hacen afirmando que la Torá y todo lo que ello implica debe “agiornarse”.
Pero también están los que concientes de esa falta de conocimientos, se dedican a instruir a los jóvenes, que en sus casas no recibieron una tradicional formación judaica, de acuerdo a la Torá, pero sienten que ser judíos es mucho más que un simple rotulo.
Conociendo este panorama, a quienes integramos la redacción de LA VOZ JUDÍA nos sorprendió que uno de los sellos editoriales del Grupo Plantea editara un libro con un título por demás llamativo: “Contra el Estado de Israel. Historia de la oposición judía al sionismo”, y que el mismo fuera presentado el día de Iom Hatzmaut, en un acto en la pasada Feria del Libro, con la presencia de su autor, el historiador Yakov Rabkin.
Rabkin es un judío nacido en Leningrado, donde también estudio la universidad, que a comienzos de los años setenta del siglo XX fue autorizado a emigrar de la Unión Soviética y que luego de una corta estada en Israel fue invitado a dictar clases en una universidad de Canadá, donde se radicó. Según lo que nos explicó, en un momento comenzó a interesarse en el judaísmo, lo que lo hizo estudiar Torá y las tradiciones con un rabino. Luego de varios años comenzó a observar estrictamente las mitzvot, contrajo enlace con una judía sefaradí nacida en México, con la que tiene cinco hijos. Debido a su especialidad, la historia, frente a las críticas al sionismo y el Estado de Israel provenientes de los pensadores “progresistas” ampliamente divulgadas consideró necesario reunir en un texto las que realizaron y realizan los jaredim, los judíos estrictamente observantes de la Halajá y dedicó su año sabático de la universidad a investigar el tema y recopilar el material necesario para poder hacerlo.
Originariamente escrito en francés, y con el título “Au nom de la Torah. Une historie de l’opposition juive au sionismo” lo publicó por primera vez en Canadá en el año 2004, siendo traducido a partir de ese momento a otros siete idiomas, uno de ellos el castellano. Rabkin nos aclaró que para cada nueva edición, lo actualiza y amplía.
“Contra el Estado de Israel. Historia de la oposición judía al sionismo” vuelca en idioma castellano los motivos por los cuales los principales rabinos de Europa se opusieron al sionismo desde fines del siglo XIX hasta el momento en que las Naciones Unidas aprobaron la partición de Palestina, motivado tanto por los aspectos relacionados con la prohibición de acelerar la redención como por la manera en que los sionistas actuaban, dejando de lado completamente la observancia de la Torá.
A continuación, hace lo propio con los que se oponen a la existencia del Estado de Israel, por los mismos motivos, a la vez que explica porque esos líderes espirituales consideran que es perjudicial para los judíos y puede ocasionar una tragedia mayor a las sufridas hasta el momento.
Rabkin, en su descripción de los “sionistas” que iniciaron el movimiento a fines del siglo XIX, explica que eran personas frustradas debido a que su intento asimilarse a la sociedad circundante, dejando de lado totalmente la observancia de las mitzvot junto con el comienzo de las luchas de los movimientos nacionales centro europeos por conseguir su independencia, los llevaron a establecer una ideología que propugnaba el establecimiento de los judíos en un territorio nacional en donde fueran mayoría y pudieran convertirse en una nación como todas las demás, dejando completamente de lado que el exilio fue consecuencia de una decisión del Creador y que sólo Él establecerá el momento en que deba culminar.
Debido a que judíos observantes, integrantes del movimiento Mizrahi se integró al sionismo y participaron activamente en la tarea de colonizar Palestina, plantea que sus dirigentes – entre ellos el Rabino Abraham Kook, no interpretaron correctamente los textos referidos a vivir en Eretz Israel, y los denomina “nacional-religiosos” diferenciándolos de esa manera de los movimientos religiosos que califica de “asionistas”, Agudath Israel entre ellos.
A lo largo de todo el libro Rabkin plantea que los movimientos “antisionistas” son los Naturei Karta, que viven en Mea Shearim y en ciudades occidentales como Nueva York y los jasidim, especialmente los Zatmer, diciendo que existe una diferencia fundamental, pues los primeros apoyan las reclamaciones de los palestinos mientras que los segundos no comulga con nadie que atente contra judíos.
Al describir la situación actual en Israel, Rabkin dedica varias páginas a los partidos religiosos israelíes diciendo que si bien no reconocen al movimiento sionista ni que Israel es el Estado Judío, aceptan los beneficios que les brinda el estado, cosa que por ejemplo no hacen los Naturei Karta.
Sobre este tema es nuestra obligación volver a dar a conocer a nuestros lectores la postura sustentada por el Rabino Shlomo Lorencz, uno de los más importantes líderes de Agudath Israel del Estado de Israel, que en varias oportunidades fue miembro de la Kneset, cuando en 1982 el director del diario israelí Mariv lo acusó de antisionista.
Explicó el Rabino Lorencz “Nadie medianamente informado del espectro político judío, puede ignorar que el antisionismo forma parte del enfoque ideológico de Agudat Israel desde sus mismos tramos iniciales, agrupamiento que tiene, entre sus objetivos fundamentales la resuelta lucha contra los enunciados ‘librepensadores’ del sionismo, extraños totalmente al tradicional espíritu judío, y que propugnan la peregrina tesis del Kehjol Hagoim, transformar a Israel en un pueblo ‘como los demás’. Si un sionista es aquel que concreta su Alía a Sión y se afinca allí, sin abandonar el país como Iored, como desertor, entonces todos los integrantes de Agudat Israel nos enorgullecemos de ser sionistas. Así las cosas, cabe el interrogante incisivo: ¿Quién es un ‘sionista’ y qué significa el ‘sionismo’ hoy? Si un sionista es aquel que ama y se identifica con Sión entrañablemente, hasta la misma médula de su ser, entonces no cabe duda que nosotros, los hombres de Agudat Israel, somos inequívocamente sionistas. Si un sionista es el judío que tiene profundo apego por su pueblo – el pueblo de Israel – y se mueve identificado por la premisa solidaria de un judío con otro, entonces también quienes pertenecemos a la Agudat Israel somo declaradamente sionistas. Si un sionista es quien observa celosa y abnegadamente el acervo tradicional judío, entonces también los miembros de Agudat Israel podemos proclamar muestra inconmovible condición de sionistas verdaderos. Si un sionista es el que sigue la honrosa trayectoria de nuestros mayores que, durante dos mil azarosos años de Diáspora, no olvidaron a Sión y a Jerusalem y dirige su mirada tres veces hacia Sión, diariamente, en sus sentidas oraciones religiosas, entonces no cabe duda alguna que nosotros, los componentes de Agudat Israel somos auténticos sionistas. Si un sionista es el que se desvela por preservar la continuidad de las generaciones judías en plenitud, y neutralizar las corrientes disgregacionistas y los casamientos mixtos, entonces quienes actuamos en Agudat Israel somos francamente sionistas. Si sionista es el que asume conscientemente su identidad y aspira a seguir el legado espiritual de sus antepasados – en el sentido más cabal del concepto – entonces también nosotros, los miembros de Agudat Israel somos totalmente sionistas. Si un sionista es aquel que brega por sión y por la plenitud de su existencia, como centro cohesionante del pueblo judío, hasta la concreción definitiva de la redención completa judía, podemos afirmar que nosotros, los sostenedores de Agudat Israel, somos los más auténticos sionistas.
Pero , por el contrario, si un sionista es quien sostiene que el pueblo judíos ‘es igual a todos los demás’, y no un pueblo elegido; que la sagrada Torá y la tradición milenaria nuestra no conforman un imperativo inexorable para todo el pueblo judío y sólo constituyen una ‘simple cuestión privada’ y que nuestra existencia colectiva en Eretz Israel – y no, por suerte, en Uganda – es un mero fenómeno fortuito, entonces, por cierto, nosotros, los hombres de Agudat Israel, nos declaramos ‘no sionistas’, y firmemente ¡antisionistas!”.
Rabkin no toma en cuenta este tipo de argumentos cuando analiza el porque de la participación activa de los partidos políticos religiosos en la Kneset y el gobierno israelí. Nosotros creemos que es fundamental considerarlos para no caer en el error conceptual de considerarlos como simples intentos de conseguir beneficios económicos para sus instituciones.
Otro detalle que llama la atención es que, en varios tramos de su libro, equipara las críticas al sionismo que efectuaron o efectúan los líderes jaredim con las de los rabinos reformistas, cuando el fundamento de los primeros es que los sionistas no respetan los dictados del Creador y el de los segundos que los perjudica en su inserción en los países en los cuales viven.
Yakov Rabkin es un historiador, y por lo tanto las partes de su libro que se refieren a los hechos que podemos definir o considerar como históricos, es decir que no son contemporáneos, tienen un valor documental que puede considerarse importante, con los cuales se puede acordar o no. En cambio cuando se refiere a hechos actuales los acaecidos en los últimos años del siglo XX y los transcurridos del siglo XXI, los aspectos documentales se presentan junto a opiniones que pueden juzgarse influidas por situaciones políticas coyunturales y por lo tanto se asemejan a un texto de investigación periodística; por ejemplo cuando justifica la asistencia de seis rabinos jaredim a la conferencia sobre la Shoá que se realizó en Teherán a fines del 2006 y critica las reacciones que ello suscitó en Israel y diversas comunidades judías de la diáspora.
En definitiva, la lectura de “Contra el Estado de Israel. Historia de la oposición judía al sionismo” puede ser muy interesante para los especialistas en la materia, generando un debate polémico a la vez que sumamente molesto para el judío no observante.
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