Fidel Castro sobrevivió a nueve presidentes estadounidenses pero no llegó a celebrar sus bodas de oro con el poder.
Cuarenta y nueve años y dos días después de asumir como primer ministro de Cuba en el año 1959, a continuación de un golpe militar, Castro, quien ha estado luchando por su salud desde hace más de un año, presentó su renuncia al cargo a través de una carta publicada en el sitio web del diario oficial del partido comunista, Gramma. Su hermano de 76 años, Raul Castro, quien condujo el gobierno de Cuba durante la enfermedad de Fidel, asumió ahora oficialmente el control sobre las 11 millones de personas del país.
Se estima que entre ellos hay unos 1.000 judíos, la mayoría de los cuales subiste con el ingreso mensual promedio de los cubanos de 18U$S, o quizás con sólo 5U$S si son jubilados.
“Es difícil para aquellos que vivieron en Cuba toda su vida explicar cómo sobreviven, y mucho menos lo es para alguien como yo, que he estado allí 50 veces en los últimos ocho años”, dice Stanley Falkenstein, fundador y presidente de la organización humanitaria Jewish Cuba Connection (Conexión con la Cuba Judía), con sede en California.
Si bien existe mucha especulación periodística respecto a los potenciales cambios que habrá en la Cuba post-Fidel, el Sr. Falkenstein destaca que ya hace más de un año que viene habiendo una transición tácita y que en el corto plazo no se espera que haya algún cambio: “Yo creo que habrá cierta ansiedad entre los adultos jóvenes que están planeando hacer aliá a Israel. Ha habido cierto acuerdo entre Israel y el gobierno cubano, auspiciado por el gobierno de Canadá, para permitir que los descendientes de judíos hagan aliá. El mismo fue sellado con Fidel Castro. Ahora está Raul. Y lo que fue bueno hasta hoy en Cuba tal vez no sea bueno mañana”, dice el Sr. Fankelstein.
Una vida mejor
El Rabino Shimon Aisenbach, de la organización Amigos Canadienses de los Judíos Cubanos, con sede en Toronto, realizó su última visita a Cuba en el verano, aunque él recibe informes de sus shlijim que viajan regularmente ida y vuelta a la isla. El tiene confianza en que cualquier clase de obstáculos que se quieran poner a la comunidad judía serán rápidamente apartados. “Todo tipo de licencias establecidas, especialmente con la comunidad judía, ya fueron naturalmente estudiadas desde todos los ángulos antes de que el gobierno tomara cualquier medida, y no creo que Raul vuelva atrás en ello”.
Al mismo tiempo que coincide con que hay pocas esperanzas reales de que existan reformas políticas o económicas significativas, el Rabino Aisenbach dice que hasta los más pequeños desarrollos positivos alientan el optimismo. “Debe haber algunas oportunidades, de una u otra manera, que ayuden a que los individuos puedan mejorar su situación económicamente hablando, y esto es algo escencial. ¿Qué puede haber mejor que escuchar noticias de que otro Judío está en condiciones de mejorar su situación?”
Un enigma llamado Fidel
“Fidel Castro es un gran enigma para mí”, afirma el ex Gran Rabino Israel Meir Lau, recordando el encuentro que tuvieron en 1994. “El era un conversador intrigante, curioso y muy informado. Pero ni siquiera el medio siglo de su mandato fue capaz de descifrar su personalidad, principalmente en el hecho paradójico de que pese a su conocida desaprobación de cualquier forma de antisemitismo en Cuba, él tenía amigos que eran archienemigos de la nación judía, tales como Arafat y Hafez Assad, entre otros”. Refiriéndose a los árabes, Fidel le decía “ellos me dan petróleo”.
Como dictador de un país caracterizado por el ateísmo, Castro sorprendió al Rabino Lau con su conocimiento de la Biblia, demostrando curiosidad respecto a cómo 70 judíos se multiplicaron formando una nación de 600.000 en sólo 210 años en Egipto.
“Cuando le expliqué que nuestros Sabios comentan que la mayoría de las mujeres daban a luz a sextillizos en aquellos tiempos, él se mostró incrédulo. Sólo cuando le mostré una foto de mis nietos trillizos, él sacó un papel y una lapicera y empezó a hacer cálculos. El se quedó sentado multiplicando cifras durante algunos minutos, y ni siquiera entonces se mostró satisfecho. Yo le pregunté porqué no usaba una calculadora. Y me respondió que el pertenecía a una generación que usaba la cabeza, no las máquinas”.
Castro rechazó el pedido del Rabino Lau para que importara carne Casher porque pensaba que eso sería mostrar favoritismo hacia los judíos en un país donde la carne está racionada, pero sí permitió un cargamento de Matzot, dado que las Matzot son “un producto religioso, no un alimento”.
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