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Hace unos meses, informamos a nuestros lectores, que en el cementerio de La Tablada había sido sepultada una fallecida no judía de acuerdo a la Halajá que en su momento había sido aceptada como miembro del Plan ACI.
Lo hicimos debido a que nos enteramos por intermedio de una carta publicada por un medio de prensa comunitario, firmada por quien en esos momentos era el Secretario de Culto de un partido del Gran Buenos Aires.
Cuando efectuamos las correspondientes consultas al área de Sepelios de la Kehila, se nos informó que se la sepultó en cierta manzana del cementerio. Por otros medios se nos dijo que se lo había hecho de acuerdo a las disposiciones establecidas para estos casos: que la tumba estuviera apartada del resto y rodeada por un cerco de material.
Cuando colaboradores de LA VOZ JUDÍA intentaron ubicar la sepultura, para comprobar que se habían cumplido las disposiciones halájicas, el pasado mes de diciembre, no la encontraron y tampoco figuraba en el servicio informático instalado en el hall del cementerio, ni con el nombre de soltera de la fallecida ni el de su esposo que es judío.
Frente a esta situación, el hecho se comentó entre los allegados a la nuestra redacción y sorpresivamente uno de ellos la ubicó sobre el cierre de la presente edición. Dicha tumba se encuentra en la manzana 104, en la cual se sepulta a los adherentes del Plan ACI, no está rodeada por el cerco de material sino por macetones con plantas como adornos.
Luego de está comprobación nos surgen tres interrogantes. El primero, por qué los directivos que representan a Iahadut Hatorá no han denunciado públicamente que no se ha cumplido con las disposiciones halájicas correspondientes; el segundo quien es el responsable de que no se haya construido el cerco de material; tercero, qué seguridad existe de que dentro de unos meses los lugares dejados vacíos no sean ocupados.
Amipliaremos en el próximo número
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