Algunos investigadores de la Universidad de Jerusalem llegaron a una indubitable conclusión: las personas mayores que van a la sinagoga viven más tiempo que aquellas que no lo hacen. Una encuesta de longevidad realizada entre unas cinco mil personas, entre 1997 y 2005, reunió una cantidad de ítems; los investigadores descubrieron, en cuanto al criterio de frecuentar la sinagoga, que el número de fallecidos entre los infieles era fuertemente superior al de los que iban habitualmente a la sinagoga.
El Prof. Litwin, director de un centro de estudios de la vejez, propone dos tipos de explicación para este fenómeno: una, las afirmaciones surgidas de informes americanos que admiten que la fe permite vivir, sin duda porque ella ayuda a la persona a atravesar las frustraciones y le da un sentido a su vida. La otra, la creencia de que el frecuentar una sinagoga les da a las personas añosas la posibilidad de mantener un vínculo social, lo cual les permite sentirse siempre conectados con el mundo.
El Yated Neeman, reenvía a esos investigadores a la séptima página del Talmud de Babilonia (Berajot 8a.), donde la cuestión ya es formulada por Rabi Yojanan: “¿Por qué los ancianos de Babilonia vivieron tanto tiempo aún cuando ya no tenían más derecho a la bendición Y Yo prolongaré vuestros días sobre la tierra que Yo les daré (Devarim/Deuteronomio 11,21)? Porque ellos pasaban la mañana y la tarde en la sinagoga”. El Maharal explica ese fenómeno por el hecho de que el Creador es nombrado como “D”s viviente”. En consecuencia, es normal que las personas que se Le acercan, tengan el derecho a la vida más larga posible. Esto es tan así que en un Midrash citado por el Maharal, se cuenta la historia de una mujer que fue a ver al Rabbi Yossi ben Halafta, porque ella sentía que era demasiado vieja y que su vida carecía de sentido. El Maestro le preguntó a título de qué y por qué razón ella habría tenido el derecho de vivir tanto tiempo y la mujer le respondió que ella concurría diariamente a la sinagoga aunque tuviera otras cosas que hacer. Rabbi Yossi le sugirió entonces no ir a la sinagoga durante tres días seguidos. La mujer cayó entonces enferma y sus días llegaron un fin…
Una realidad espiritual primordial que los científicos no pueden dejar de “descubrir”.
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