La Voz Judía


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Comunidad Judía se remata
Por Ben Jaim

La historia de la llegada de los primeros judíos a la Argentina es un poco difícil de precisar. Algunos arqueólogos afirman que se han descubierto rasgos de escritura hebrea en objetos pertenecientes a los aborígenes, que datan de dos o tres siglos antes de la era común.
Lo que se conoce cada vez con más certeza, a partir de diversas investigaciones, es que gran cantidad de judíos sefarditas, españoles y portugueses, arribaron a estas playas así como a otras del resto de América, junto con los primeros colonizadores, en las famosas carabelas, a fines del siglo XV. Como cabe suponer, el motivo que los impulsaba estaba estrechamente ligado a la búsqueda de huir de las persecuciones de las que eran objeto en la España de la Inquisición. Hay quienes afirman que hay datos suficientes como para asegurar que el propio Colon era judío. Por cierto, esos judíos que venían junto con los navegantes españoles y portugueses, eran “criptojudíos”, o “conversos”, y si bien muchos conservaron durante algunas generaciones ciertas tradiciones judías, por el hecho de tener que ocultar su origen no fomentaban la creación de instituciones judías. Con el correr del tiempo se fueron asimilando hasta convertirse en verdaderos cristianos.
Fue con la llegada de dos olas inmigratorias importantes numéricamente con que se dio comienzo a lo que con el tiempo habría de llamarse “Comunidad Judía Organizada”.
A fines del siglo XIX, gracias a la ayuda de la Jewish Colonization Association y al Barón Hirsh, llegaron al país familias enteras que escapaban de los pogroms de la Rusia Zarista. Muchos de ellos se establecieron en zonas agrícolas del interior del país, en particular en Entre Ríos, Santa Fe y La Pampa, creando las muy conocidas colonias de Moisesville, Colonia Clara y Mauricio, entre otras. Al mismo tiempo, otras familias judías provenientes de diversos países se iban estableciendo también en Buenos Aires.
En todas las regiones donde se ubicaban, fueron creando sinagogas, escuelas y cementerios.
Poco a poco fue surgiendo la necesidad de crear marcos judíos organizados para cubrir las necesidades de culto, educación, ayuda médica y ayuda social. En Buenos Aires, en 1862, se crea la Congregación Israelita de la República Argentina, que más tarde habría de llamarse Templo Libertad. En 1885 se crea la Jevrá Kedushá para cubrir la parte de sepulturas. En 1896 se crea el Talmud-Torá Harishono, de enseñanza religiosa, y la asociación Bikur Joilim, que prestaba ayuda médica en consultorios y a domicilio a familias israelitas. En 1921 se fundan los Comedores Populares, para proveer de comida Kasher a los inmigrantes religiosos recién llegados.
Con la llegada de la ola inmigratoria de los años ’30, antes, durante y después de la catástrofe sufrida por los judíos de Europa con el advenimiento del nazismo y la Shoá, se produjo un cambio escencial en la composición y la estructura de la comunidad judía.
En cuanto al área de Asistencia Social ligada a la Salud, el año 1916 fue clave puesto que se crean dos instituciones hospitalarias que adquirirían enorme prestigio a lo largo de varias décadas, contando con profesionales de primera línea y atendiendo a cientos de miles de concurrentes: la Liga Israelita contra la Tuberculosis y el Hospital Israelita “Ezrah”. En este último, se formaron además cientos de médicos.
El 31 de marzo de 1949 se proclama formalmente la transformación de la Jevrá Kedushá en AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), que condensaría y organizaría toda la actividad institucional de la comunidad, haciéndose cargo del sostenimiento de la Red Educativa, que ya entonces contaba con una gran cantidad de escuelas judías, de la asistencia social, del desarrollo cultural, y del área de Sepelios.
Allí comenzó un proceso ascendente que sería imposible detallar en una sola página. Y tampoco sería posible precisar cuándo se inició el camino de retorno, el de lenta liquidación de lo que con tanto esfuerzo se había ido adquiriendo. Todos ya conocen el proceso de extinción de gran cantidad de escuelas de la Red Educativa Judía, primarias, secundarias, terciarias, de formación de morim, etc.
También el Hospital Israelita inició hace años un largo camino de extinción que culminó recientemente en que quedara en manos de una mutual de trabajadores, en parte, y otra parte, en sectores privatizados. Por supuesto que de “israelita” sólo le queda el nombre.
Igual destino debió haber sufrido la otra institución hospitalaria, la Liga Israelita Argentina contra la Tuberculosis, que silenciosamente y careciendo, seguramente, al igual que el Hospital Israelita, de todo apoyo comunitario, acabó quebrando, es decir, muriendo. Y de esto nos enteramos días pasados, a través de un aviso de remate judicial aparecido en el diario La Nación, cuyo título reproducimos en esta página.
Esto pinta bien la realidad de lo que está pasando en nuestra comunidad. Mientras se van liquidando una a una las instituciones que hacían a la continuidad de la vida judía en el país, por falta de apoyo de la comunidad “organizada”, se estimulan actividades de carácter totalmente secundario, en las que se invierten sumas que podrían tener mucho mayor provecho si se destinaran a preservar la escencia de la vida judía que soñaron nuestros antecesores.

 

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