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Días pasados, viajando en un taxi, el conductor hacía alusión a la cantidad de pozos que hay actualmente en las calles –sobre todo después de las intensas lluvias caídas y del granizo que de tanto en tanto también aparece en nuestra ciudad. Resignado, el hombre comentaba “tendremos que esperar hasta las próximas elecciones de Jefe de Gobierno Porteño para que arreglen los baches”.
La proximidad de las elecciones nacionales no puede menos que hacernos pensar cuántas de las buenas acciones del gobierno hacia la comunidad judía, evidenciadas en los últimos tiempos, no son un modo de ganar el voto judío más que un verdadero compromiso con las preocupaciones de la misma.
No puede desconocerse que el presidente Kirchner, en su reciente viaje a los EE.UU. donde dio un discurso ante las Naciones Unidas, cumplió con su palabra al lanzar una dura acusación a Irán por su falta de colaboración en el esclarecimiento del atentado a la AMIA y por no responder a los requerimientos de la justicia de nuestro país de extraditar a los cinco iraníes y al libanés imputados en el ataque a la mutual judía.
Con tono enérgico dijo que “las 102 muertes de los atentados a la Embajada de Israel, cometido en 1992, y a la AMIA, cometido en 1994, nos imponen el mandato moral de perseguir, encontrar y condenar a los culpables”. Como es sabido, el jefe de Estado viajó acompañado de autoridades de AMIA, DAIA e integrantes de Familiares y Amigos de las Víctimas.
No es poca cosa haber lanzado tales expresiones ante el foro internacional de las naciones contra la potencia que actualmente constituye el mayor de los riesgos para la seguridad mundial y cuyo presidente se encontraba, simultáneamente y en el mismo suelo americano, realizando sus propias exposiciones ante estudiantes de la Universidad de Columbia.
Claro está que el viaje fue aprovechado –además- para realizar una presentación “en sociedad” de la senadora Cristina Fernández –la candidata con más posibilidades de acceder a la primera magistratura según todas las encuestas de opinión locales. Como parte de su campaña política, realizada en un 90% en el exterior del país, la candidata se entrevistó con empresarios y con el ex presidente de los EE.UU., Bill Clinton, y departió amablemente con Hillary.
Política es política y campañas son campañas. Es incuestionable que así sea. Pero las verdaderas preocupaciones de la comunidad judía respecto al futuro que se avecina en la escena nacional, corren más por el lado de las alianzas estratégicas o comerciales que prosigue realizando el actual gobierno con el dictador Chávez, quien, a su vez, a medida que extiende su poder sobre la sociedad venezolana para perpetuarse en su cargo, está cada vez más cercano al presidente de Irán, Ahmadinejad, quien ya no tiene prurito en realizar declaraciones públicas de tinte absolutamente antisemita, como las que convocaron a desterrar a los judíos de Israel y el resto de los paises de Europa y confinarlos en Alaska, Canadá y algún otro recóndito lugar del mapa. Hitler, que su nombre se borre de la faz de la tierra, no lo hubiera formulado con palabras más apropiadas.
Hasta el momento, el tema de las relaciones carnales de Argentina con la Venezuela de Chávez, es siempre soslayado por el gobierno. La única explicación que ha dado la primera dama en España durante su reciente visita, fue que “Venezuela fue el único país que nos ayudó cuando todos nos daban la espalda”.
Pensar que la Argentina le debe favores a semejante tirano nos deja temblando.
Hace algunos días corrió el rumor de que Israel retiraría a su embajador en Caracas, precisamente por la consonancia existente entre Chávez y Ahmadinejad. El rumor no se confirmó, pero uno no puede menos que pensar en la situación de alto riesgo que existiría para la comunidad judía venezolana de comprobarse la versión de que Israel pueda cortar las relaciones diplomáticas con Venezuela.
En fin, esperemos que el próximo gobierno, sea del signo que sea, no pierda el rumbo en cuanto a discernir el modo de relación que tendrá con las naciones del mundo.
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