Su tarea: evitar que jóvenes judíos del interior del país se asimilen
La pérdida de los tradicionales valores que distinguieron al pueblo judío a través de los siglos, se observa en todas las comunidades de la Argentina, pero es en las pequeñas kehilot del interior de país donde su efecto ya pone en peligro la continuidad del judaísmo.
Es en esos lugares, alejados del gran centro que es Buenos Aires que cuenta con yeshibot, kolelim y batei kneset que se rigen de acuerdo a las normas halájica, donde la carencia de una educación judía raigal más se hace notar, al igual que sus consecuencias: el enorme porcentaje de casamientos exogámicos.
Desde hace ya más de quince años un grupo de azkanim, plenamente identificados con la observancia de la Torá, decidieron brindar a las familias judías de esas pequeñas kehilot la posibilidad de que sus hijos varones puedan recibir una educación judía de excelencia a la vez que cursan sus estudios secundarios, terciario o universitarios. Para ello fundaron Torah Umesorah Latinoamérica, siguiendo el modelo exitoso de los Estados Unidos, pero adaptándolo a las necesidades locales.
La gran mayoría de los jóvenes judíos que, a lo largo de estos años, fueron sus alumnos o lo son en la actualidad, ingresaron a Torah Umesorah sin ningún tipo de educación judía previa y al cabo de dos o tres años obtuvieron un nivel de conocimientos que les permite estudiar TaNaJ con Mefarshim (comentaristas clásicos) Talmud, Historia Judía, Halajá y Tradiciones, que sorprende a sus familiares.
Torah Umesorah elabora para cada alumno un plan de estudio de materias judaicas que le otorga el tiempo necesario para completar sus estudios secundarios, terciario o universitarios en Buenos Aires, viviendo en su cómoda y moderna pnimia (internado) ubicada en su edificio de Ecuador 920, que además de las aulas cuenta con cuartos recreativos, biblioteca, un espaciosos salón comedor con su correspondientes cocinas y el Beit Hakneset, donde los jóvenes rezan las tefilot diarias, las de Shabat y los Jaguim, siendo ellos los Jazanim y Balei Kore (lectores de la Torá).
LA VOZ JUDÍA en numerosas oportunidades se refirió a diversos aspecto de la labor educativa que se efectúa en Torah Umesorah, resaltando la tarea y el esfuerzo de su personal docente y sus azkanim, por ello – en esta oportunidad – nos referiremos a aspectos que hasta el presente no hemos tratado.
El primero de ellos es la manera en que los padres de esos jóvenes deciden enviarlos a estudiar a Buenos Aires. Lo hacen concientes de que en sus lugares de origen no tienen la posibilidad de recibir una educación que asegure su permanencia en el seno del pueblo judío.
Normalmente, el primer contacto lo tienen con el Director de Torah Umesorah, el rabino Eliahu Kugielsky quien visita esas pequeñas comunidades judías ofreciendo a los padres que sus hijos varones, que cursan estudios secundarios, participen de un Shabaton, la actividad de fin de semana en la cual vivencian lo que es un Shabat de acuerdo a la forma de vida judía. Muchos de esos jóvenes, impactados por esa vivencia regresan a sus casas y se la trasmiten a sus progenitores. También influye en esos padres el cambio positivo que observan en otros jóvenes de su terruño que ya son alumnos. Un cambio que desean que también les ocurra a sus hijos y por lo tanto deciden inscribirlos en Torah Umesorah.
La tarea que enfrenta el personal docente de la institución es delicada, pues no solo deben enseñarles judaísmo sino también prepararlos para comprendan la riqueza espiritual de nuestra ancestral tradición que permite a cada ser humano vivir una vida plena y preocuparse y ocuparse por el desarrollo de cada uno de ellos como un hombre de bien que puedan integrarse a la sociedad una vez que culminen sus estudios.
Luego de los años transcurridos podemos afirmar que los jóvenes que ya han pasado por Torah Umesorah, la institución tuvo que actuar, en muchos casos, como algo más que un centro de estudios. Entre ellos podemos mencionar que en tres oportunidades debieron encargarse de que el Mohel Katche los circuncidara pues no les habían hecho el Brit Milá de bebe, que han colaborado con 30 de ellos cuando contrajeron enlace con jóvenes judías o a varias decenas los ayudaron para que pudieran viajar al Estado de Israel a continuar estudiando y perfeccionándose.
Esta ímproba labor los responsables de Torah Umesorah Latinoamérica la realizan convencidos de que deben efectuarla, pues de esa forma evitan que jóvenes judíos se asimilen.
A la vez pueden llevarla a cabo gracias a que miembros de la comunidad como de otras latitudes colaboran económicamente con ellos, pues los aranceles que cobran sólo alcanzan a cubrir un porcentaje mínimo del costo de manutención del alumnado, las retribuciones del personal docente y el mantenimiento del edificio.
Por otra parte, la AMIA año a año disminuye el aporte que le asigna, lo que puede interpretarse como que sus dirigentes, que permanentemente hablan de la necesidad de luchar contra el proceso asimilatorio, se desentienden de apoyar a quienes realmente trabajan para asegurar la continuidad judía.
Ante esta situación, la pregunta que muchos nos hacemos es si la AMIA, como instancia central de la comunidad judía de la Argentina no es la que debería ocuparse de que las familias judías de las pequeñas comunidades del interior del país que aspiran que sus hijos continúen siendo judíos, sabiendo lo que eso significa y conociendo el acervo tradicional del Am Israel.
Teniendo en cuenta las declaraciones y los mensajes que transmiten sus dirigentes la respuesta debería ser que es a la AMIA a la que le corresponde hacerlo. Pero si analizamos lo que hacen esos dirigentes debemos reconocer, con dolor, que no les interesa.
Los azkanim y los docentes de Torah Umesorah Latinoamérica intentan con todos los medios a su alcance suplir ese desinterés ocupándose, día a día, de buscar los medios que les permitan poder albergar a un alumno más en su instituto educativo.
Esta es una realidad que debe ser conocida por todos los miembros de la comunidad, y es por eso que la publicamos.
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