China es un país donde es posible que la gente encuentre fácilmente órganos. Pero es necesario saber que el procedimiento no tiene nada que ver ni con los sentimientos ni con la más mínima ética médida. Ocurre que los condenados a muerte chinos son alojados en los sótanos de los hospitales locales, y cuando el hospital recibe un pedido de órganos (sobre todo los que provienen del extranjero y a cambio de retribuciones contantes y sonantes) se les efectúa una prueba de compatibilidad a los prisioneros. En caso de existir compatibilidad, el prisionero es ejecutado y se les extraen los órganos para ser vendidos.
El Rav Eliashiv ha sido interrogado recientemente sobre la cuestión de si es posible beneficiarse con un órgano proveniente de China; y él respondió que para un judío no es posible recibir órganos obtenidas bajo las condiciones mencionadas, dado que ello sería una grave profanación del Nombre Divino. En efecto, un judío que ha aceptado cumplir con los Diez Mandamientos, no puede aceptar que se elimine a una persona para salvar a otra, aún cuando se trate de un condenado a muerte.
Esta respuesta del Rav tuvo gran repercusión en China, donde fue difundido el reportaje por una estación de radio no gubernamental, por supuesto. En el reportaje, el Rav Eliashiv es presentado como “la personalidad más importante de nuestro tiempo en campo de la ley judía”. El Dr. Jonatan Halevy, director del hospital Shaaré Tzedek, intervino en esa ocasión remarcando que “el Rav no establece ninguna diferencia entre la vida de un judío y la de un no judío: no es concebible que una persona que tenga el mínimo sentimiento humanitario pueda aceptar que se obtengan órganos de una manera tan criminal”.
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