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Hace seis años el Rabino Yehuda Mutzafi, un conocido coleccionista de shofarot formó parte de una delegación que viajó a Moscú para la janukat habait, la inauguración de una nueva sinagoga. Fue un evento de gala al que asistió el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el Rab Mutzafi había llevado consigo un shofar particularmente atractivo que estaba decorado con un revestimiento de plata en el cual estaba grabada una foto de Jerusalem.
De acuerdo al estricto protocolo ruso, el Rab Mutzafi tenía que tocar el shofar y punto. Inmediatamente después de tocar, tomó el micrófono y anunció que había decidido darle a Putin el shofar de regalo.
Se produjo un silencio generalizado.
Antes de que los presentes lograran recuperarse, el Rab Mutzafi le entregó el shofar al Gran Rabino Israelí Mordejai Eliahu, quien también formaba parte de la delegación, y lo presentó al presidente ruso. Entonces, Putin les agradeció a sus visitantes de Israel por su exclusivo gesto.
Cuando la ceremonia se terminó, un judío del lugar que debía tener cerca de 90 años, se acercó al Rab Mutzafi visiblemente conmovido y llorando copiosamente.
“¿Usted comprende el significado de lo que acaba de hacer?”, le preguntó con entusiasmo. “Durante décadas estuvimos forzados a tocar el shofar en oscuros sótanos. Esos sótanos habían sido nichos secretos subterráneos donde podíamos esconder el shofar.
“Puttin, cuando trabajaba para la policía secreta, la KGB, fue responsable, entre otras cosas, de endurecer las leyes anti-religiosas. Si, sólo unos pocos años atrás, él hubiera atrapado a un judío tocando secretamente un shofar, ¡él lo hubiera castigado de la forma que sólo la KGB sabía hacerlo!
“Y ahora, aquí, a la luz del día, usted tocó un shofar ¡precisamente delante de él! ¡Quién hubiera pensado que yo iba a vivir para ver semejante cosa! ¡Le agradezco tanto, kevod Harav!
El Rab Mutzafi aprendió más tarde que los encumbrados oficiales de seguridad no habían tenido exactamente la misma impresión que el anciano judío. Ellos rápidamente despidieron a algunos miembros de la guardia de seguridad de Putin por permitirle al presidente aceptar un regalo que no había pasado por un examen de seguridad.
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Las colecciones de Judaica son siempre fascinantes. Si bien hay muchos coleccionistas de shofarot, el Rab Mutzafi, quien reside en Jerusalem y que es hijo del afamado mekubal Harav Salman Mutzafi zt”l, no se interesa en cualquier shofar. Su “especialidad” son los shofarot que tienen algún tipo de significado especial, que tienen una historia humana interesante detrás.
Por eso su colección es relativamente pequeña, comprende alrededor de 30 shofarot. Lo que tienen en común es que todos estuvieron en contacto con la vida de judíos de diferentes características.
Al comienzo su colección tenía un propósito educacional. Todo comenzó hace 30 años, cuando empezó a tener grupos de alumnos de escuelas seculares a los que les daba lecciones básicas de Judaísmo. Durante el mes Elul él decidió enseñarles acerca del shofar, y eligió llevar uno al grupo y enseñarles, incluso, a tocarlo. Actualmente, en Elul, él porta su colección y recorre escuelas, mostrando shofarot, contando historias, pero siempre aclarando que su presentación no es simplemente para mostrar y contar. Su objetivo es conmover a los corazones.
“Mi colección de shofarot es mi ticket para las escuelas seculares”, explica.
El recuerda una lección que dio hace algunos años es una escuela religiosa de Gush Etzion. Mientras relataba la anécdota de Rusia se levantó un alumno y le dijo que el shofar era suyo. Al ver la mirada escéptica del Rab Mutzafi, explicó que recién había llegado de Rusia hacía pocos meses. “Yo recuerdo a mi padre rezando sin kipá para que nadie se diera cuenta; y recuerdo la sinagoga subterránea a la que asistíamos, y cómo tocaban un shofar igual a ése”, dijo.
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