Rosh HaShaná ha sido históricamente un momento de evaluación. Y no sin razón. Rosh HaShaná es el día en que fue hecho el ser humano cuando D”s creó el universo. Por lógica, entonces, en cada aniversario de tan magno acontecimiento, corresponde que D”s evalúe su creación y nosotros rememoremos ese día evaluando también nosotros nuestro estado espiritual y material.
Frecuentemente, durante el año, escuchamos en los noticieros que comparan los indicadores económicos con los equivalentes del año anterior, para tener una noción sobre si están mejor o peor en relación a cierto factor. Nosotros tememos hacer ese mismo racconto respecto a nuestras vidas. Posiblemente nos sintamos mejor no mirando ciertos aspectos de nuestras vidas. Sin embargo..., todos sabemos que estamos económicamente en peor situación – en términos generales – que años anteriores.
Se profundizó la crisis. Creció la pobreza, en la cantidad de pobres y en la indigencia de los propios infortunados. Aumentó la incertidumbre. Se acentuó el desempleo. Cundió el pánico durante los saqueos. Se desmoronaron muchas ilusiones. Se perdió la sonrisa y la alegría de muchas caras. En muchos casos, no encontramos el norte en la brújula. Desfalleció el sueño de que el mundo estaba encaminado hacia el bienestar generalizado y hacia el fin de las guerras y luchas armadas.
En algunos momentos sentimos que se nos cerraron las puertas del mundo. Algunos compatriotas corrieron hacia países hispano parlantes para seguir luchando allí. Otros lo intentaron... y volvieron. Muchos se realizaron asentándose en Eretz Israel, y otros quisieran imitarlos... pero temen por la situación de Israel con sus vecinos árabes.
Por otro lado, y a pesar de todo, estamos vivos para celebrar otro Rosh HaShaná. Tenemos a nuestras familias que nos rodean. Hemos festejado en este año numerosos casamientos, nacimientos de niños, y otras alegrías. Muchas veces olvidamos disfrutar los buenos momentos que nos toca vivir y que, en realidad, son los más significativos de nuestra existencia. Aun quien no ha tenido el privilegio de estas alegrías “especiales”, ha - sin duda – gozado de celebrar los Shabbat en el seno de su familia y comunidad, ha podido acudir a lugares de estudio en donde ha enriquecido su conocimiento y saciado su sed espiritual.
Sin embargo, a medida que se ha instalado la crisis, más y más personas preguntaron – a la espera que los rabinos tengan todas las respuestas: ¡Por qué! ¿Por qué “fulano” - un hombre honesto perdió todo su esmero de tantos años - en pocos meses? ¿Por qué este otro – tan trabajador - no tiene siquiera lo suficiente para proveer a su familia con alimento y salud? ¿Por qué ocurren todas esas tragedias - casi diarias – en Eretz Israel? (¡que no se repitan!)
Lejos de mí opinar respecto al porqué ocurrieron y ocurren las desgracias que nos están sucediendo. No soy quién para asumir tal responsabilidad. En esta página quiero compartir con Uds. meramente la reflexión acerca de ciertas formas de pensar que universalmente son aceptadas como verdaderas, pero que fueron desmoronándose con el transcurso del tiempo.
De niños, nuestra generación (pos – 2a guerra) creció en un ambiente en el cual los inmigrantes con mucho esfuerzo, superaron las barreras de idioma y de ambientación para poder brindar a sus hijos en estas tierras nuevas y - no viciadas por el antisemitismo europeo – una educación íntegra que les permitiera crecer sin prejuicios de marginación en una economía floreciente. Sí. Hubieron obstáculos en el camino. Faltaba maduración a una nación y existió el proceso. Sin embargo, eso ya estaba superado también. La educación estaba destinada a que los jóvenes crecieran exitosos en esta sociedad que los recibiría y los colmaría de premios (y a sus padres de satisfacción) por haber logrado cumplir con sus ambiciones.
Fueron hermosos sueños – o espejismos, que no serían más que utopías. No había de ser así. Como si se tratara de un castillo de naipes, se tornó todo inseguro. Atrás quedaron los días en que si uno tenía un buen currículo accedía automáticamente a un trabajo remunerado – uno mejor, otro no tan bueno, pero con un sueldo digno de vivir. Atrás quedó la posibilidad de ir a pasear tranquilo de noche para tomar un poco de aire y conversar. Atrás quedó la sensación que uno mismo decidía su futuro. Atrás quedó la noción que si pregonábamos y aleccionábamos lo suficiente sobre las atrocidades del holocausto, el antisemitismo desaparecería y seríamos aceptados por el mundo. Atrás quedó la idea que desde que tenemos el Estado de Israel “podemos ir a todos lados con orgullo y con la cabeza alta”.
El mundo sufrió una terrible regresión. ¡¿O no es así?! Quizás no. Quizás ya estaba todo dicho, pero fuimos nosotros los miopes que no supimos leer la escritura en la pared.
El Talmud dice que esta no es una actitud nueva: “Más poderosa es la entrega del anillo (de Ajashverosh a Hamán) que las palabras de 48 profetas y 7 profetisas que tuvo Israel” (Meguilá 14.). Los profetas advirtieron al pueblo de Israel que debían modificar ciertas conductas, pero estos hicieron caso omiso a sus palabras. Recién cuando Hamán tuvo y ejerció la autoridad para decretar las destrucción de los judíos, allí reaccionaron como debían. Ayunaron y fueron redimidos.
En otras palabras: los mensajes y las advertencias de los profetas siempre existieron y están, pero no siempre tienen una audiencia preparada para escucharla y atenderla. Es triste, pero es la realidad. Reaccionamos cuando tenemos la espada sobre nuestras cabezas. ¿Más vale tarde que nunca? Esperemos que así sea, pues Rosh HaShaná ya está frente a nosotros. Allí también está nuestra oportunidad de hacer los remiendos que sean imperiosos.
En las bendiciones y advertencias del libro Devarim (28:15), se menciona que éstas (bendiciones y maldiciones, respectivamente) “te alcanzarán”. ¿A qué se refiere esta frase?
El Rav Frand cita al Rav Schlesinger, autor del libro Bet Av, que explica que en todo lo que le sucede a la persona, que éste lo perciba como “malo” o “bueno”, depende básicamente de la percepción personal. Está aquel que posee mucho, pero no lo disfruta ni cree que recibió una bendición, pues está pendiente de todo lo que carece. Hay otro que no es dueño de muchos bienes materiales, pero lo poco que tiene “se bendice en sus entrañas” – es decir que lo goza y lo siente más que suficiente.
Del mismo modo, existen aquellos que están sufriendo infortunios a Mano de D”s, y ni siquiera se percatan de su situación “porque están en otra”. Miran hacia los cuatro vientos tratando de explicar su situación sin pensar que están recibiendo un mensaje de D”s.
El Rav Noaj Weinberg relató que en cierta oportunidad se acercó un muchacho a la Ieshivá y comentó “que él no necesitaba la Ieshivá porque personalmente andaba muy bien con D”s” uniendo sus dedos en demostración de esa amistad íntima. El Rav Weinberg le cuestionó cómo sabía eso, a lo cual el joven respondió con un relato particular: “ iba montado en su bicicleta y un camión lo empujó hacia el precipicio. Mientras iba en franca caída, se dio cuenta que había llegado su fin. Justo en ese momento cayó cerca de un arbusto, y al extender su mano, se pudo asir de una rama salvándose la vida sin siquiera un raspón. “así me di cuenta que D”s y yo somos así...”
Rav Weinberg escuchó atentamente y comentó: “¿No pensaste en porqué el camión te empujó hacia el abismo” ¿Quizás ese era el mensaje?”
¿Tenemos dudas acerca de cuándo se decidió sobre el corralito? En Rosh HaShaná pasado. Allí se determinó todo lo “bueno” y todo lo “malo” que nos sucedería. A simple vista, las decisiones las toma el ministerio de economía, el FMI, los gobiernos, los políticos, los terroristas y los militares. Pero, no. Los judíos sabemos – y así lo recitamos en las plegarias de Rosh HaShaná - que el destino de cada individuo y de cada nación está determinado y sellado para el próximo año a partir de Rosh HaShaná.
¿Podemos quedarnos callados e impávidos como si nada sucediera? ¿Qué se sellará este Rosh Hashaná? Si en algún momento del año podemos ser generosos con nuestras palabras, entonces es en Rosh HaShaná, cuando podemos unir nuestras plegarias para pedir y rogar por el dolor de cada uno de nuestros hermanos aquí, en Europa y en Israel.
En Rosh HaShaná no pedimos perdón por nuestras acciones. Tampoco ayunamos como en Iom Kipur. La tarea de Rosh HaShaná es muy distinta. Internalizamos la noción de la existencia y poder de un D”s único. Si tenemos en claro que Existe un solo D”s que gobierna y determina todo lo que sucede en este mundo, automáticamente se desmoronan todos los elementos que alguna vez provocaron nuestros pecados. Iom Kipur, luego, es la consecuencia lógica de aquella reflexión. Preparémonos entonces adecuadamente para Rosh HaShaná y recibamos el nuevo año – en que esperemos se cumplan nuestros más firmes anhelos de redención personal y nacional – y dediquémoslo a la búsqueda de significado genuino para nuestra vida.
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