En las dos primeras noches de Pesaj cumplimos con dos mandamientos (mitzvot) muy importantes durante los respectivos “seder”. Primero comemos matzá y segundo, relatamos la historia del éxodo de Egipto leyendo la Hagadá de Pesaj. Sin embargo, el problema radica en el hecho de que muchos cuentan este relato como un mero acontecimiento histórico, sin mucha importancia para nuestros días, sobre todo aquí en Argentina. Muchas veces leemos rápidamente la Hagadá para preocuparnos de asuntos más interesantes como, por ejemplo, tomarnos la rica sopa de pollo que se sirve en esa ocasión. En este artículo intentaremos dar mayor énfasis a la lectura de nuestra Hagadá. Esperamos, al enseñarles los profundos significados ocultos en la historia de Pesaj, que todos ustedes disfruten de la lectura de la Hagadá, quizás tanto como de la sopa.
La primera pregunta –y por cierto la más obvia- que nos planteamos sobre el seder de Pesaj es, “¿Por qué debemos recordar año tras año el éxodo de Egipto?” “¿Qué tanta importancia tiene la historia de nuestro éxodo de Egipto que aconteció hace alrededor de 3500 años?” Si la Torá nos ordena recordar este relato todos los años, es porque contiene percepciones espirituales y filosóficas de gran trascendencia.
Dos símbolos judíos importantes
Para comenzar a comprender el significado del seder de Pesaj debemos primero considerar dos símbolos del judaísmo muy importantes: 1) El Shabat. 2) El éxodo de Egipto.
Cuando una persona empieza a profundizar en el judaísmo, se confronta a cada instante con estos símbolos. En la sinagoga, todos parecen estar hablando del Shabat –el Rabino, los miembros de la comunidad e incluso el Gabai-. Se recalca constantemente la tremenda importancia del Shabat y todas las actividades judías parecen centrarse en él. El otro símbolo predominante en la religión judía es el éxodo de Egipto. Lo mencionamos los viernes en la noche durante el Kidush, cada día al recitar el Shemá y cuando nos ponemos los “tefilín”. El Sidur (libro de oraciones) nos dice, “recordemos los milagros y maravillas que D’s hizo con nosotros cuando nos sacó de Egipto” . ¿Por qué predominan tanto estos dos temas en el judaísmo?
El pasaje siguiente de la Torá pone en evidencia el significado del Shabat:
“Guardarán los hijos de Israel el día de reposo (Shabat) celebrándolo para sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre Mi (D’s) y entre los hijos de Israel, porque en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra y en el séptimo día cesó y reposó”. (Éxodo 31:16 – 17)
La Torá nos dice que el Shabat nos permite recordar todas las semanas la existencia de D’s como el Creador de nuestro mundo. Muchas veces, debido a la vida tan agitada que llevamos, no nos preocupamos de este punto o dejamos simplemente que permanezca en nuestro subconsciente. El Shabat es un día en que recordamos este principio e intentamos integrarlo a nuestras vidas diarias. Es por ello que el Shabat es un símbolo tan importante dentro del judaísmo: reafirma la existencia de D’s como Creador del Universo.
Pero el Shabat en sí sólo nos da una visión incompleta del papel de D’s en nuestro universo.
Para completar el esquema, no sólo debemos considerar a D’s como el Creador del mundo, sino como un participante activo en el funcionamiento diario del universo. Debemos verlo como el protector y supervisor de nuestro mundo, nuestro jefe máximo. El éxodo de Egipto simboliza este aspecto del carácter de D’s. Los versículos siguientes, extraídos de la Torá, muestran claramente el significado del éxodo de Egipto:
“Y D’s dijo a Moisés, ‘levántate temprano de mañana y párate frente a Par’o (Rey de Egipto)... y dile “Así dice el Señor, envía a mi pueblo de Egipto”... porque si no sacas a Mi pueblo te enviaré fieras que llenarán las casas y la tierra de Egipto’. Y ese día separaré la tierra de Goshen donde vive Mi pueblo y no habrá fiera allí; así sabrás que yo soy D’s en la tierra”. (Éxodo 8:16 – 18)
En otras palabras, D’s decía a Par’o que El era un D’s activo en el mundo (“Dentro de la tierra”). Alguien podría cometer el error de pensar que D’s creó el mundo y luego se marchó, dejándolo funcionar solo. Pero D’s no “trabaja” así. D’s no sólo creó nuestro mundo sino que está presente en todos los aspectos de nuestra vida diaria. Es un jefe que está siempre presente, asegurándose de que todo ande bien.
Comprendemos entonces ahora por qué el Shabat y el éxodo de Egipto son símbolos tan importantes dentro del judaísmo. Representan juntos nuestra plena creencia en D’s, es decir, que creó, protege y supervisa nuestro mundo participando activamente en él. Podemos también ver el por qué es tan importante recordar una vez al año el relato del éxodo de Egipto.
Esperamos que después de esta explicación filosófica sobre el por qué lo recordamos todos los años, leamos nuestra Hagadá con más entusiasmo. Hemos logrado comprender el seder. Veamos ahora algunos detalles.
¿Qué nos hizo merecer ser salvados de Egipto?
Nos hacemos una pregunta obvia sobre el relato de Pesaj. Siempre se nos enseña en nuestra tradición judía que si somos buenos con D’s, El es bueno con nosotros, es decir, cuando una persona obtiene una bendición especial de D’s es porque debe haber hecho algo muy excepcional para merecerla. Este es el principio de “recompensa y castigo”, primordial en el pensamiento judío y que se esboza en los versos del Shemá:
“Y si obedeciereis cuidadosamente a Mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando al señor vuestro D’s y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite”. (Deuteronomio 11:13 – 14)
El éxodo de Egipto fue ciertamente una bendición especial de D’s. Fuimos salvados de la terrible opresión egipcia mediante una serie de milagros llamados “las diez plagas”. Estos culminan con la partición del mar. ¿Qué buenas acciones hizo el pueblo judío de esa generación para merecer tal bendición de D’s? ¡Fueron sin duda extraordinarias para merecer tantos milagros! Sin embargo, la Hagadá de Pesaj cita un versículo bastante extraño de la Torá para explicar el éxodo:
“Y oyó D’s el gemido de ellos y se acordó de Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob”. (Éxodo 2:24)
Lo que la Hagadá nos está diciendo es que los judíos que dejaron Egipto no habían realizado ninguna acción como para merecer todos los milagros que D’s hizo por ellos. Imploraron y fueron escuchados por el pacto con sus antepasados. Nos preguntamos entonces, ¿cómo puede este éxodo de Egipto conciliar con el principio de “recompensa y castigo”? ¡Pareciera que el pueblo judío fue recompensado sin haber hacho nada para ello!
Nuestra tradición oral, el Midrash, nos explica por qué el pueblo judío fue recompensado:
“Cuatro cosas salvaron al pueblo judío de Egipto: no cambiaron de nombre ni de idioma, no hablaron mal de los demás (lashón harah) y ninguno cayó en la inmoralidad sexual”. (Vaikrá Rabá 32:5)
A primera vista, no parece que estos méritos del pueblo judío fuesen tan importantes como para merecer los milagros de D’s. Al profundizar sin embargo en el contexto, vemos que eran méritos excepcionales. Al estar en medio de la opresión egipcia, el pueblo judío debe de haber estado sometido a una presión terrible para que cambiasen sus nombres hebreos e idioma. Deben haber sido severamente castigados por los egipcios por intentar conservar su cultura, pero permanecieron firmes y lograron quedarse con sus nombres y lengua hebrea. Este fue un gran acto de coraje y mostró además su gran sentido moral.
Los judíos de la “generación del éxodo” mostraron también su grandeza al abstenerse de hablar mal de los demás (lashón harah). La mayoría de la gente que ha estado sometida a esclavitud y opresión en la historia del mundo traiciona a sus semejantes y habla mal de los demás por desesperación. Los judíos sin embargo no siguieron esta tendencia y cuidaron sus lenguas. La mayoría de las naciones esclavas caen en la inmoralidad sexual debido a su condición realmente deplorable, pero los judíos una vez más, lograron no ser envueltos en esta tendencia histórica.
De hecho, la determinación de los judíos de observar y conservar estos cuatro principios nos enseña en nuestros días una gran lección. En Argentina, todos podemos practicar actualmente el judaísmo libremente. ¿Pero cuántos de nosotros usamos nuestro nombre judío en la vida diaria? Podemos expresar nuestro judaísmo a nuestro parecer, pero ¿cuántos de nosotros hablamos hebreo? ¿Podemos acaso decir que no hablamos mal de los demás al igual que la generación del éxodo?
Todo esto nos enseña cuán fácil se nos hace recibir las bendiciones de D’s. Sacó al pueblo judío de Egipto mediante una serie de milagros extraordinarios y luego les entregó la Torá por el mero hecho de respetar cuatro principios. A nosotros también nos gustaría recibir las bendiciones de D’s, pero para ello debemos elevarnos a niveles superiores. Nuestros Sabios describieron poéticamente y con mucha hermosura este concepto:
“D’s dijo al pueblo judío, hijos míos: si ustedes me abren las puertas del retorno (teshuvá), aunque la abertura sea ínfima como el punto de una aguja, yo les abriré puertas por donde podrán pasar becerros y carros”. (Shir Hashirim Rabá 5:3)
Hagamos participar a los niños
Una de las maneras de alegrar el seder es haciendo participar a los niños. De hecho, este es uno de los aspectos más importantes del seder. La Torá lo menciona al ordenarnos la historia de Pesaj:
“Y se lo contarás a tus hijos”. (Éxodo 13:8)
Muchos de los aspectos del seder fueron especialmente establecidos para incentivar a los niños a hacer preguntas, cuando se unta el “carpás” (apio) en agua salada y “yajátz” (se parte la mitad de la matzá para el afikomán). Al hacer cosas inusuales, los niños sienten la necesidad de participar y preguntar. Es por ello que son los niños los que tradicionalmente hacen las cuatro preguntas, comenzando con: “¿Por qué esta noche es diferente de las demás noches?”
Esta vez, sin embargo, debemos tener respuesta para todas las preguntas que los niños nos hagan durante el seder. Esto requiere que los padres se preparen y se instruyan al respecto. Aunque muchos padres no lo hayan hecho jamás en el pasado, ¡nunca es tarde para comenzar! No se necesita ser un gran Rabino o un Sabio para tener un lindo seder. Sólo se requiere de tiempo y muchas ganas de aprender.
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