La baja fertilidad y los casamientos mixtos están llevando a la extinción de los judíos norteamericanos
No hace mucho, un rabino de Manhattan escandalizó a su congregación al afirmar que el futuro del pueblo judío no estaba asegurado ni por los viajes a Israel, ni por haber ganado la batalla contra el antisemitismo, ni por el continuo ascenso social de los judíos, sino solamente por el dormitorio.
Los que shockeó a su sofisticada audiencia de la zona nordeste de la ciudad, no tenía nada que ver con la alusión al sexo. En nuestros días está perfectamente aceptado hablar en público sobre la conducta íntima. Lo que no está permitido en reuniones sociales entre judíos es referirse a las decisiones que la gente toma respecto a la vida de sus propias familias, ni del impacto que tales decisiones tienen sobre las posibilidades de continuidad de la comunidad judía.
No es que que la crisis demográfica de nuestros días sea algo desconocido; algunos titulares de diarios muy conocidos de los EE.UU. proclaman “Baja la tasa de natalidad entre la población judía”. Y según estudios realizados en Israel, para el año 2006 la población judeoamericana, que hasta el momento es la más grande de todas las del mundo, estará por primera vez por debajo de la de Israel, numéricamente hablando.
No se trata tampoco de que los líderes judíos no estén alarmados.
Hace algunos meses se realizaron encuentros privados –uno de los cuales fue convocado por el presidente del estado de Israel- donde se discutió el problema de la situación demográfica y qué hacer con ella. Pero hasta el momento, los resultados fueron de mucho ruido y pocas nueces.
Es muy sorprendente: el problema de la disminución de la población judía es complejo, y parece ser muy difícil revertirlo. Pero existe otro obstáculo peor aún, y es que, mientras no se tome el toro por las astas, hay muy pocas chances de hacer algo más que “ruido”.
Es muy difícil saber cuántos judíos hay en los EE.UU. Los demógrafos llegaron a un impasse respecto a quién considerar como “judío”, y esto debido al problema de la porosidad de la sociedad americana y a la alta tasa de casamientos mixtos.
Por ejemplo: ¿puede considerarse judía a una persona criada como cristiana o perteneciente a alguna religión oriental, que pasó por alguna clase de conversión formal, o que se identifica con las víctimas del Holocausto, o que de alguna manera reclama haberse integrado al pueblo judío? ¿Qué sucede con un gentil que no está casado pero que vive en la misma casa que un judío? ¿Cómo se consideran a los hijos o nietos de matrimonios mixtos? ¿Si ellos no fueron criados como judíos, no podrán nunca ser considerados parte del pueblo judío?
El resultado de toda esta confusión es que no existe acuerdo respecto al número de miembros que tiene la comunidad judía norteamericana. Se cree que, aproximadamente, es de 5.2 ó 5.5 millones, pero puede variar según los criterios utilizados.
Algunos estudios comparativos con miembros de otras comunidades religiosas demostró que: los judíos son más logevos, que tienen casas más pequeñas y que están en segundo lugar en cuanto a tener hijos menores de 18 años en la casa.
También se comprobó que: los judíos se casan más tarde que otros americanos; que en el caso de las mujeres, el matrimonio tardío significa menores tasas de fertilidad, y que por debajo de los 35 años, la mujer judía tiene la mitad de los hijos que otra de piel blanca.
Algunas de las razones de este fenómeno se deben a que las mujeres judías se ocupan más que otras de proseguir altos estudios y no tienen hijos hasta no haber avanzado lo suficiente en sus carreras. A todo esto debe agregarse el tema de los matrimonios mixtos: la tasa de natalidad desciende aún más entre ellos.
Además, sus hijos tienden en un 75% de los casos a contraer matrimonio con no judíos, y sólo el 4% educa a sus hijos como judíos. Y en cuanto a los lazos con la vida judía, sólo una minoría de esos niños educados con padres de dos religiones, se identifican con el judaísmo o con las instituciones de la comunidad judía.
Como sus padres, ellos tienden a no asistir a una sinagoga, a contribuir con causas judías, a visitar Israel o a participar el rituales judíos, a diferencia de los niños de familias judías.
El efecto acumulativo de esta tendencia demográfica se está haciendo sentir, y se irá ampliando con el correr del tiempo. En una comunidad que desde hace tiempo ha dejado de reemplazar a sus pérdidas naturales, el continuo descenso de la fertilidad significará que cada vez habrá menos practicantes del judaísmo, menos sinagogas y menos instituciones judías.
La excepción a la regla
Todo esto nos lleva a pensar que existe una sola excepción a la regla, y que es la comunidad judía ortodoxa. No sólo que ellos sufren mucho menos pérdidas por casamientos mixtos, sino que su tasa de fertilidad está muy por encima de lo que es normal entre los judíos. Frente a un porcentaje de 1.86 niños en las mujeres judías, hay informes que muestran que en familias ortodoxas “modernas”, el porcentaje se eleva a 3.3, y que en familias Jaredíes o Ultra-ortodoxas, el mismo asciende a 6.6, llegando hasta un increíble 7.9 en familias Jasídicas.
Estas cifras son difíciles de comprobar fehacientemente, pero hay evidencias que lo prueban. Por ejemplo, en un solo año, en una maternidad del hospital de Lakewood, Nueva Jersey, una zona donde vive una importante población ortodoxa, nacieron 1.700 bebés de 5.500 familias del lugar, alcanzando un nivel de 358 nacimientos por cada cien mujeres. (El porcentaje total de nacimientos en los EE.UU. es de 65 por cada cien mujeres).
La comunidad judía ortodoxa es la más pequeña entre las tres corrientes religiosas (Conservadora y Reformista). Pero entre los afiliados a sinagogas el sector ortodoxo cuenta con un número mayor de niños que las otras dos. Si la ortodoxia prosigue manteniendo la fidelidad de su gente más joven, como lo viene haciendo en los últimos 30 ó 40 años, ella se convertirá en la parte más numerosa, más notoria y que mejor represente a la comunidad total, y estará en condiciones de insistir en tener una mayor participación en las decisiones comunitarias, como algunos líderes ortodoxos ya están haciendo.
La excepcionalidad del Judaísmo Ortodoxo reside en que sus creencias, sus normas comunitarias y sus expectativas se proyectan a largo plazo. El pro-natalismo de la Ortodoxia fue una política deliberadamente fomentada a lo largo de décadas, tanto a través del sistema educacional, como en los sermones de los rabinos, transmitiendo los valores positivos de mantenerse alejados de las normas seculares contemporáneas. Mientras el Judaísmo no retome estas nociones que le son verdaderamente inherentes, continuaremos perdiendo un número cada vez mayor de miembros en las próximas generaciones, y nuestro futuro se irá estrechando cada vez más.
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