La Voz Judía


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Los terroristas suicidas conquistaron a Occidente
Por Jonathan Rosenblum

Nuestros Sabios comparan a Amalek con un alguien que se mete en una bañera de agua hirviendo. Aunque él salga escaldado, les enfría el baño a los demás.

Cuando Klal Israel se fue de Egipto, las naciones estaban tan aterrorizadas por los milagros que Hashem había producido que a ninguno se le ocurrió ir a luchar contra los hijos de Israel. Amalek eliminó el temor. El devolvió a los hijos de Israel su lugar en la historia.

Después que Amalek atacó a los hijos de Israel, ya dejó de ser impensable poder hacerlo.

Los posteriores atacantes aprendieron de los fracasos de Amalek, y llegaron a la conclusión de que, cambiando las tácticas, ellos podrían hacerlo mejor.

De igual modo, los ataques terroristas del 7-J llevados a cabo en Londres, convirtieron lo que parecía impensable en algo posible.

A partir de que unos jóvenes nativos de Inglaterra, decidieron volarse a si mismos dentro del subte de Londres, lo único que cabía preguntarse no era si se iba a producir un nuevo ataque, sino cuándo iba a ocurrir.

No hizo falta más que leer los reportajes a los amigos de Shehzak Tanweer, en el New York Times, para comprobar que les resultaba muy “comprensible” el odio que sentía y que lo había llevado a inmolarse. Si bien admitían que la acción terrorista de Shehzak era “un poquito demasiado ...”, al fin de cuentas, les parecía“comprensible”.

Cuando el hecho de autoimmolarse y asesinar a decenas de personas se convierte en una “respuesta comprensible”, justificada por un sentimiento de rabia, seguramente otros jóvenes rabiosos podrán seguir el mismo camino. De ahora en más, Inglaterra tendrá que habérselas con jóvenes musulmanes rabiosos, dispuestos a emular a los primeros.

Dos informes periodísticos prueban la existencia de diferentes niveles de respaldo (“comprensión”) dentro de la comunidad musulmana inglesa hacia quienes perpetraron los ataques.

Ante esto, ¿qué debería hacer Inglaterra, o cualquier otro país de Europa Occidental? Inglaterra no puede cerrar sus fronteras a futuros inmigrantes musulmanes: su trabajo es necesario para hacer funcionar los sistemas de seguridad social. Menos aún puede echar a toda la comunidad musulmana, y mandarlos de vuelta al lugar del que hayan llegado, sin destruir la democracia británica.

Londres fue jubilosamente apodada por los jihadistas como “Londonistan”, a causa de la libertad de prensa de la que gozan para editar sus periódicos y para llamar a una Guerra Santa en contra de Occidente en sus mezquitas. El 7-J fue la respuesta.
En los años ’80, el gobierno de Mitterrand en Francia siguió la misma política de tratar de apaciguar a los islámicos permitiéndoles moverse con libertad en París, festejando a Yasser Arafat, permitiendo que los terroristas convictos salieran en libertad de las prisiones francesas, y cortejando al Iran de Komeini.

Como pago, Francia se convirtió en víctima de una campaña terrorista a gran escala. Noventa y tres ciudadanos franceses fueron asesinados, y más de 300, heridos, en ataques terroristas perpetrados en Francia. Otros 17 disidentes iraníes anti-komeinistas también fueron asesinados en Francia, y cerca de 100 franceses que se encontraban fuera del pais, también corrieron la misma suerte o bien fueron tomados secuestrados.

El primer paso crucial es que Inglaterra deje de ser tan “comprensiva”. “Basta ya de buscar ‘explicaciones’ que dignifiquen el odio”, escribió el Profesor Fouad Ajami, de la Universidad John Hopkins.

Thomas Friedman, del New York Times, reconoce que “los fabricantes de excusas son apenas un poco menos peligrosos que los terroristas”.

Quienes pretenden explicar que el móvil de los terroristas suicidas era su “relativa privación económica” no toman en cuenta que el padre de uno de los terroristas maneja un Mercedes. Además hay millones de personas mucho más pobres que los terroristas, pero sólo los musulmanes y los que se convirtieron al Islam se autoinmolan.

Inglaterra no puede echar a 1.600.000 musulmanes, ni impedir que otros sigan llegando. Pero hay que asegurarse de que no se convierta en el paraíso de los jihadistas y de su perniciosa ideología, que llama, nada menos que a la unificación del mundo entero “bajo la bandera del Islam”.

Los mapas de Al Qaeda descubiertos en Afganistán mostraban a toda Europa coloreada de verde, que es el color del Islam.

Sus campos de batalla preferidos estuvieron siempre fuera del Medio Oriente, y se preparaban para la lucha mucho antes de la ‘invasión’ de Occidente a Afganistán e Irak.

El objetivo del terrorismo palestino no es conseguir un estado. En Camp David se les ofreció a los palestinos un estado y ellos optaron por una nueva guerra.

Sin embargo, el terrorismo palestino ha obtenido un gran éxito.

En los últimos años ha habido en Europa una escalada en la deslegitimización del derecho de Israel a existir, y ello sirve para envalentonar al terrorismo ante la debilidad occidental.

Puesto que si el terrorismo prueba tener éxito en desterrar a los “intrusos” no musulmanes del Medio Oriente, probablemente intente hacer lo mismo con Occidente.

 

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