El episodio fue pasajero, y un tanto surrealista, pero por lo menos dejó un gusto feo en la boca: Izvestia, uno de los más grandes diarios rusos, anunció que el procurador general de Rusia lanzó una denuncia en contra del “Kitzur Shulján Aruj”, de Rabi Shelomó Gansfried, por incitar al odio contra los ciudadanos rusos.
El asunto comenzó hará un año y medio, cuando unos cientos de universitarios firmaron una solicitada condenando a dicha obra por diferentes razones.
Posteriormente se agregaron otras firmas. Finalmente se lanzó una petición más fuerte, con los nombres de cerca de 5.000 personalidades públicas muy conocidas, que le fue presentada al procurador general, el cual dio una orden de hacer una investigación sobre ese sujeto.
En verdad, es la prohibición del conjunto de los organismos judíos abiertos en Rusia la que depende de la misma, puesto que si ése fuera el espíritu de una obra tan básica como esa, dichas instituciones serían también racistas y peligrosas para la sociedad, y sería necesario tomar medidas...
Un asunto así, en una Rusia en la cual el antisemitismo está en fuerte progreso, no es poca cosa, y es un tanto inquietante, pero parecería ser que surgió exclusivamente del seno de grupos políticos minoritarios y nacionalistas, y las autoridades oficiales sabrían que ese ataque no tendría lugar.
Pese a todo, uno no puede más que recordar tiempos pasados, bajo la dominación zarista, cuando sin importar por qué razón, la comunidad judía era perseguida y se limitó la edición de sus libros. Pero, entre los comentarios más destacados, el Gran Rabino de Rusia, el Rab Berl Lazar, y el presidente, Leib Leivayov, anunciaron que las altas instancias jurídicas rusas se han negado a dar lugar a dicha investigación.
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