Relatos extraídos del libro “Shemá Israel”, basados en testimonios de sobrevivientes de la Shoá, que demuestran la entrega incondicional del pueblo judío a su legado ancestral.
Iom Kipur en la huerta
Iosef Weiss
Bet Iaacov Monthly
El calendario Judío ordenaba llevar a los niños de la Barraca 14. Esto permaneció así, aún cuando ellos no podían hacer mitzvot, de acuerdo a los requerimientos de la Torá. “No retrocedan, y no tengan miedo”, era el permanente consejo de su líder, Itzik Mottel, del gueto de Mlawa, en Polonia. Todos los niños lo amaban y aceptaban su autoridad.
Itzik Mottel tenía en su memoria el calendario judío íntegro. Cada mes, si Rosh Jodesh iba a ser un dia o dos, todos los dias de ayuno, cada fiesta...todo esto lo tenía dentro de su cabeza. ¿Cómo lo lograba? ¡Y cómo nos hacía llorar! No eran lágrimas de temor, sino lágrimas de emoción, de elevación espiritual. Como en aquella noche de Seder, cuando cantó el Hallel y el Jad Gadiá.
No teníamos nada para comer para la festividad, pero las canciones de Itzik Mottel suplían esa falta.
La Primavera y el Verano pasaron, y Iom Kipur regresó nuevamente. Por cierto, el blockältester, con sus horrendos gritos e insultos, hizo lo posible para arruinarnos el dia de fiesta. Lo primero que hizo por la mañana, mientras rezábamos presurosamente, fue ordenarnos ponernos en fila para la inspección.
Alois portaba en su manga un escudo con el triángulo verde, que indicaba que había llegado a Auschwitz proveniente de una prisión de Alemania, en la cual estaba convicto por criminal. Ahora su trabajo consistía en atormentar a los judíos antes de que fueran asesinados.
Itzik Mottel estaba tan inmerso en sus plegarias que ni siquiera escuchó los gritos de Alois. Después de recibir 25 latigazos, Itzik se unió a nosotros en nuestra marcha hacia el trabajo, en un campo de manzanas en Birkenau, que pertenecía a un oficial de las SS.
Ese Oberscharführer había decidido hacernos trabajar todos harapientos ese dia.
“Hoy los he hecho venir para hacer un trabajo entretenido”, dijo en un tono amable, obviamente tramando algo. “Yo los he elegido para que elijan las manzanas maduras de mi huerta”.
Nos dispersamos entre los árboles. El aroma tentador de las manzanas maduras se esparcía por todos lados a nuestro alrededor.
Pero nuestro orgullo judío no nos permitiría ceder a la tentación. No probamos ni siquiera un trocito en todo el dia. No escondimos nada en nuestros bolsillos tampoco. Nosotros lo habíamos prometido a Itzik Mottel, antes que nada.
El oficial de las SS hervía de rabia. “Meine junge,¿ warum fressen Sie nicht? “Jovencitos, ¿por qué no las engullen por su cuenta?”
Su calendario le indicaba qué dia era para nosotros, y él había intentado hacernos una zancadilla. Pero nosotros habíamos mantenido nuestro ayuno a pesar de la tentadora fruta del oficial. Ese fue nuestro servicio de Iom Kipur.
Saliendo de las profundidades Rosh HaShaná 5704
Yehuda Rasmiwesz (Najshoni)
Shearim
Nosotros tomamos nuestra miserable ración diaria de pan y salimos caminando presurosos. Nos dirigíamos hacia el sótano para decir nuestras plegarias de Rosh HaShaná.
Nuestro improvisado shul era un rincón apartado del sótano, en medio de algunas vigas que solo el mes anterior habían servido como horcas para tres judíos. Itzjak Landau se paró cerca de la plataforma de ejecuciones, que tenía manchas de sangre frescas sobre ella, y condujo a quienes rezaban. ¡Baruj Hashem! Nos las hemos arreglado para rezar juntos, pese a todo el mal que podrían hacernos nuestros enemigos. ¿Qué mayor satisfacción podríamos tener?
De repente, la puerta del sótano fue abierta con violencia. Era el fanático asesino Dietrich. El estaba a punto de estallar, con una mirada de demente aterrorizado. El espantoso demonio se lanzó sobre nosotros, con sus garras extendidas.
Ahora podíamos oir la sirena de la alarma antiaérea ululando, y nuestras mentes aturdidas enpezaron a imaginar qué era lo que estaba pasando. Ese asesino cobarde estaba buscando un lugar donde esconderse, cualquier agujero o grieta, para escapar de los bombardeos de los Aliados.
Un reflejo enceguecedor, un estallido ensordecedor, exactamente como un relámpago y un rayo: los bombardeos estaban encima nuestro. Los aviones Aliados habían llegado, trayendo muerte y destrucción al campo.
Era como si el Cielo se hubiera despertado para vengarnos, y estaba lloviendo fuego y azufre sobre este mugriento suelo.
Nosotros estábamos como flotando en una nube de grueso humo que había llenado el cuarto. La muerte estaba aproximando sus manos hacia nosotros...pero no llegó. Gradualmente nos dimos cuenta que una bomba había caido justo cerca de nuestro sótano.
Había matado a Dietrich, pero nosotros estábamos vivos. ¡Bendito Sea D-s que lo mató!
Nosotros gozamos de ese regalo de Iom Tov que D-s nos había enviado, pero al mismo tiempo nos sentimos muy tristes de que nuestras plegarias habían sido interrumpidas, las plegarias de aquellos hombres tan llenos de sentimiento, de cuyos gustos nunca habíamos sabido.
Itzjak Landau comenzó a bailar como un loco, gritando salvajemente: “¿Les gusta el milagro de Rosh HaShaná 5704? ¡Qué festividad que estamos teniendo! Tenemos una cabeza de cordero para poner sobre la mesa - ¡no!, no una cabeza de cordero, ¡una cabeza de víbora!”
¿Quién dirá Kadish? 5705
Testimonio de Rabi Abraham Mattias
Londres 5756
Los tres hermanos habían sido separados por el enemigo al llegar a Auschwitz. El más joven de ellos, de catorce años de edad, lloraba amargamente mientras era llevado a la barraca de los niños. El ya podía darse cuenta de cuál iba a ser su final. No obstante, pudo pasar la primera selección. Los alemanes decidieron, esa vez, deshacerse sólo de los niños más pequeños, y él se salvó parándose encima de una olla en tanto que los demás niños se paraban delante suyo para ocultar el truco a sus enemigos.
Entonces llegó Iom Kipur, y con él, otra selección. Los nazis habían empezado a sospechar, por entonces, que los niños judíos estaban tomándoles el pelo, por lo cual se pusieron a buscar cualquier cosa sospechosa. Esta vez, Moshe Elya fue descubierto. El sabía qué era lo que pasaba con las víctimas de los nazis, y poco tiempo atrás él había hecho las paces con la muerte. Sólo una cosa lo seguía molestando.
El no pedía nada para sí mismo, habiendo ya aceptado el peor destino que pudiera acontecerle a un ser humano. Pero, ¡si tan sólo él pudiera saber quién sobreviviría! El necesitaba saberlo por una razón especial. Pero en vistas de que no podría saberlo, Moshe Elya habló con todos los que lo rodeaban y les dijo: “Yo voy a dejar este mundo ahora. Cualquiera de ustedes que permanezca vivo cuando llegue mi final, por favor, diga un Kadish por mi”.
El no lloró. Cuando uno está por dar su vida para santificar el Nombre de D-s, no existe razón para estar triste. Sólo esa única preocupación quedó flotando en el aire: ¿quién diría Kadish después de él?
Escucha, hijo mio - 5704
Mattisiahu Friesel
New Square (New York)
Bet Iaacov Monthly (1965)
El último pedido que me hizo mi padre, en el gueto de Nowy Sanz, antes de que lo pusieran en el tren de la muerte que iba a Belzec, fue el siguiente: “¡No te olvides, hijo mío, quién eres tú!” Yo recordé sus palabras incluso cuando estuve en Auschwitz.
En el campo me pusieron con el grupo de trabajo de Bonn. En una de nuestras barracas nos las arreglamos para ocultar ¡tres pares de tefilín! Cuando regresáramos del trabajo, justo antes del anochecer, yo entraría a hurtadillas en la barraca, la número 34, y me pondría los tefilín.
El kapo de esa barraca era un judío apóstata de Alemania, que no era con nosotros menos cruel que los propios hombres de la SS.
Uno de los pares de tefilín estaba escondido en una litera de la tercera fila. No resultaba dificil de esconderlo entre las camas, decir la bendición, recitar el Shemá, y desaparecer rápidamente.
Cada Shabat hacíamos la comida nocturna, la seudát shlishit, todos juntos, en un rincón apartado, detrás de las camas.
Todo lo que teníamos para comer era una simple rebanada de mísero pan que ellos nos daban. No podíamos cantar; solamente murmurábamos juntos las canciones.
En Iom Kipur pusimos a todos los hombres que iban a rezar, juntos, a modo de minián, aún cuando poníamos, con ello, nuestra vida en riesgo. Muchos de los que éramos más jóvenes, simulamos estar enfermos a fin de poder irnos del trabajo.
Ser atrapados en semejante maniobra podía significar ir directamente al crematorio. Un hombre joven, del gueto de Krakov, dijo el Seder HaAvodá con gran emoción, y en dos horas terminamos todas nuestras plegarias.
Un pueblo testarudo - 5702
Pessa Sheroshewsky
Karnei Or
Cuando los nazis invadieron Bélgica en 1942, su padre le había ordenado vestirse como como una joven gentil a fin de salvar su vida. Para él era muy dificil pedirle a ella algo semejante. Ella estaba muy orgullosa de ser judía y de sus dos hermanos que estudiaban en la ieshivá.
Malleh era una joven talentosa. Ella había abandonado sus estudios de medicina sólo porque no estaba segura de poder preservar el Shabat estando en la Universidad. Ahora le suplicaba a su padre: “¡Yo tengo que quedarme contigo. Todos los judíos debemos morir unidos!”. Pero su padre era obstinado. Finalmente, Malleh consiguió trabajo como profesora de música en casa de una familia cristiana, en los suburbios de Antwerp.
Su identidad real fue descubierta cuando alguien entró a hurtadillas en su cuarto, mientras ella estaba cantando Kol Nidrei, al comenzar Iom Kipur. Ella fue enviada junto con el transporte de mujeres hacia Auschwitz.
Cuando estaba en el tren, la valerosa Malleh luchó para convencer a los guardias de que les dieran agua a las mujeres. Después, en la casa de baños de Auschwitz, se atrevió a darle una bofetada en la cara a una kapo judía, porque esa mujer estaba “tratando con crueldad a su par judía”.
El médico nazi a cargo de la barraca de las mujeres, el Dr.Klein, fue testigo de esa escena, y verdaderamente intervino para salvar la vida de Malleh. Luego de haber aguantado durante una hora, esperando recibir su sentencia de muerte, escuchó al Dr. Klein que le decía: “Tu comportamiento te puso en mi libro de cosas buenas. Tú tienes carácter”. El la designó como jefa de traductores en la Administración Central del campo.
Pero finalmente, cuando ella logró escapar del campo de exterminio, el buen doctor exigió que la capturen y la ahorquen. Entonces, cuando fue traicionada por los polacos y se cortó las venas con una navaja, el doctor insistió en que ella fuera atendida y salvada de la muerte...por el momento. “Ella debe ser ahorcada como es debido”, gritó el médico.
El pastor y las ovejas Rosh Hashaná 5705
Por Rabbi Sinai Adler
Be Gei Tzalmavet
Ellos estaban más que dispuestos a renunciar a sus vidas santificando el Nombre de D-s. Yo escuché en Auschwitz que esos jóvenes de Hungría bailaban mientras eran llevados a las cámaras de gas.
Lo último que dijeron fue Shemá.
Solía yo visitar con frecuencia los bloques en los que habían alojado a los jóvenes húngaros, y rezábamos juntos.
En Rosh HaShaná, también, nos las arreglábamos para formar un minián de oradores, en uno de los bloques.
El Rabino Tzvi Meisels también estaba allí. El había sido el juez rabínico de Weizen, en Hungría, antes de las deportaciones.
Y se las había arreglado para hacer entrar ,de contrabando, un shofar al campo, por lo cual, gracias a él, pudimos tener esa mitzvá.
Yo había entablado relaciones con el comandante del campo, por lo cual podía conseguir permiso para formar el minián para Rosh HaShaná.
Lo único que pedía el comandante era que nos dispersáramos inmediatamente en caso de que llegara un equipo de inspección.
En aquel Rosh HaShaná D-s había decretado que algunos de esos jóvenes debía morir.
Los hombres de las SS aparecieron en el lugar oscuro donde estábamos rezando, y tuvieron la ocurrencia de hacer una selección allí mismo.
Un médico nazi colocó un palo a una cierta altura, y a todos los jóvenes se les ordenó pasar debajo de el.
Todo aquel que rozara el palo con el borde superior de su cabeza tendría el permiso de vivir.
Los que eran demasiado bajos para tocarlo, eran enviados a la muerte en las cámaras de gas.
Los condenados a muerte eran llevados como rebaño a uno de los bloques y puestos bajo arresto.
Ese bloque, llamado Totenblock, era la última parada para aquellos que iban en camino a las cámaras de gas.
¡Qué indescriptible perversidad la de hacer una selección precisamente en el primero de todos los días del año, en Rosh HaShaná!
Ellos tomaron la idea del periódico nazi Der Stürmer, que ocasionalmente mencionaba en su última edición, las enseñanzas judías respecto a ese dia, en el que Hashem “hace pasar a Su rebaño debajo de su vara”.
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