“El trasbordador espacial Discovery, con una tripulación de siete miembros, se disparó hacia un cielo brumoso dejando atrás una estela de humo y llamas, mientras el rugido de sus cohetes hizo temblar ventanas y la tierra del Cabo Cañaveral en Florida”.
Así fue como la agencia de noticias transmitió el primer lanzamiento del trasbordador espacial desde que su nave hermana, el Columbia, se desintegró el primero de febrero de 2003.
Los titulares respecto al viaje espacial significaron un cambio positivo respecto a las noticias trágicas y terribles anteriores: los atentados en Londres, la guerra del terror contra los judíos en Eretz Israel que nuevamente va en aumento, los atentados suicida diarios en Irak y los islamistas que intentan imponer su azote bárbaro y fanático en todo el mundo.
La historia del lanzamiento del trasbordador espacial es una historia positiva, que tiene un tono de optimismo y además es una historia de superación de adversidades a pesar de los fracasos anteriores.
La exploración del espacio ha sido uno de los temas más intrigantes y eufóricos hasta el momento. Desde la histórica llegada a la luna en 1969, cuando el astronauta norteamericano Neil Armstrong anunció las famosas palabras: “Es un pequeño paso para el hombre, un paso gigante para la humanidad”, el espacio ha ocupado el interés público al igual que billones de dólares de su dinero.
Lo que resulta asombroso sobre el viaje por el espacio es el hecho de que cuanto más descubrimos, cuanto más saber los científicos sobre el espacio, se dan cuenta lo vasto y fuera de nuestra comprensión es el espacio para la mente humana.
A decir verdad, incluso los mismos científicos dicen a menudo que el espacio es tan vasto y el intelecto humano tan pequeño en comparación, que incluso las pequeñas victorias son sólo eso; pequeñas victorias de seres humanos que intentan de alguna manera obtener conocimientos del mundo infinito que el Todopoderoso ha creado. La desintegración del Columbia hace un año y medio fue sólo un ejemplo.
Tal vez uno puede pensar que los esfuerzos del hombre no son como los de la gente de la época de la Torre de Babel cuando quisieron “ascender hasta el cielo y luchar contra Hashem”.
En otros tiempos el pensamiento era totalmente diferente. Ir al espacio puede fortalecer nuestra emuna (fe). ¡Observad la fuerza de Hashem! Observad la complejidad de vasto universo que creó, como dijo David Hamelej, “Elogiad a Hashem; elogiadlo desde las alturas;... elogiadlo sol y luna; elogiadlo todas las estrellas; elogiadlo el más grande de los cielos...” (Tehilim 148). Tal vez nuestra obsesión, la obsesión de la raza humana con el espacio es realmente una distracción. Cuando el hombre intenta conquistar el espacio podría tratarse de un desvío. Podría ser un intento de desviar su atención de su objetivo primario, el objetivo por el cual fue creado; conquistar al hombre. No a otra persona, no al espacio, sino conquistarse a sí mismo y su inclinación por la maldad y sus bajos instintos.
Reb Israel Salanter dijo una vez que es más fácil aprender todo el Shas que conquistar un hábito negativo. Tal vez puede decirse que es más fácil llegar a Marte, la luna, la estación espacial que tener un verdadero auto control sobre los hábitos problemáticos que uno tiene, los de kina (envidia), taava (ambición) y kavod (orgullo).
Esta idea me recuerda una historia fascinante que una vez escuché de Rav Shimshon Pincus, zt”l, en la Convención de Aguda de Norteamérica, pocos meses antes de su muerte en el año 2001. la historia podría ser una primer lección de hashkafa sobre cómo uno puede ver los logros tecnológicos del hombre.
“Hace quince años, me encontré con una nieta del Jafetz Jaim. Había salido recientemente de Rusia y vivía en un centro de inmigración en Beer Sheva. Desafortunadamente ella no era religiosa. La fui a visitar junto con Hilel Zaks, el nieto del Jafetz Jaim que vivía en Eretz Israel. Nos dijo que cuando tenía 18 años se había escapado de su casa y fue a la universidad. (debo interrumpir aquí y agregar que nadie en nuestra generación puede comprender la atracción del Ietzer Hara hacia las ideologías extranjeras y sus sistemas de pensamiento durante estos años). La mujer continuó, “visité a mi zeide, el Jafetz Jaim, y le dije, (se trata de una chica de 18 años hablando con la esencia de la kedusha, Moreinu verabeinu para todas las generaciones venideras el Jafetz Jaim) “Zeide, ¿por qué estas sentado en la oscuridad, porque no sales al mundo radiante?” Era el principio de la revolución tecnológica que estaba arrasando con el mundo, fue durante los años de la Primer Guerra Mundial, cuando los soldados arrojaban pequeñas bombas de aviones que volaban bajo. Mi abuelo, el Jafetz Jaim, me acompañó a la ventana de su casa.
Asomándose por la ventana dijo, “ves aquellos aviones, algún día harán aviones que puedan llegar a la luna. Ves aquellas bombas, algún día crearán bombas que puedan destruir a todo el mundo. Eso es lo que ellos hacen. Nosotros, a cambio, hacemos gente, ¿me escuchas? Mir machen mentschen – hacemos gente, ¡eso es lo que hacemos!”
cuando uno mira el mundo en que vivimos, cuando uno ve la destrucción causada por el uso, o mejor dicho, el abuso de la tecnología moderna, uno debe detenerse. Sean terroristas islámicos que construyen bombas o aviones que se estrellan contra edificios, sea la magia de internet que está causando un caos en los hogares judíos y en kedushat Israel, las palabras verdaderas y de profunda sabiduría del Jafetz Jaim acuden a nuestras mentes.
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