En estos dias acabamos de presenciar la reiteración del horror de un ataque terrorista múltiple,en la ciudad de Londres. Decenas de víctimas que realizaban sus tareas cotidianas, utilizando los servicios públicos de transporte, yendo a sus trabajos o volviendo de los mismos, yendo a visitar a algún familiar, o a encontrarse con algún amigo. Hombres, mujeres, niños, no importa la edad, la ocupación, la religión, la clase social, la nacionalidad, el nivel intelectual, las preferencias, el carácter, los objetivos vitales. El terrorismo no hace distinciones. Para un terrorista que se inmola, todas sus víctimas son iguales. Todas representan “lo malo”, mientras que él cree ser “el bueno”, o “el justo”.
Si hasta ahora suponíamos que quienes llevaban a cabo un ataque terrorista semejante eran individuos procedentes de tierras lejanas (iraníes, paquistaníes, libaneses, etc.), como en los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA, o a lo sumo tenían la ciudadanía del pais que atacaban, como en el atentado a las torres gemelas en Nueva York, esta vez, en Londres, se traspasó ese límite también, dado que los agresores eran nativos británicos.
El odio no tiene barreras, no tiene fronteras, no tiene nacionalidad.
El repudio generalizado a semejante acto de barbarie, por parte de los mandatarios de los principales paises de Europa, y por supuesto, de los EE.UU., como así también del Vaticano, no se hizo esperar.
Qué curioso, sin embargo, es el análisis que realiza del hecho un vasto sector del periodismo local, a través de sus “formadores de opinión”, que de un tiempo a esta parte vienen ganando espacio en los medios radiales, televisivos y gráficos. Según ellos, el “culpable” de este último atentado, como de todos los que se vienen sucediendo desde la guerra de Irak, no es, ni más ni menos que los EE.UU., precisamente por haber invadido a Irak. Vale decir que, siguiendo ese razonamiento, si los EE.UU. no hubieran invadido Irak, no habría habido atentado alguno contra los británicos, que son aliados de los americanos en dicha guerra.
¡Craso error!, uno les podría contestar. Los EE.UU. invadieron Irak después, como consecuencia del atentado al ataque a las torres gemelas.
Claro, ese periodismo siempre tendrá una respuesta, y le dirá: el culpable sigue siendo EE.UU. porque ellos “armaron” al monstruo Osama Bin Laden, etc. y además, agregarán, hasta es posible que los EE.UU. hayan “planeado” ese atentado para tener una excusa para atacar a Irak.
A esta altura de la discusión, y ante un argumento tan descabellado, Ud. seguramente pensará que no vale la pena seguir hablando.
Lo que ocurre es que esa clase de “razonamiento”, en el cual se termina pensando que la víctima es la culpable de haber recibido la agresión, va ganando adeptos. Algunos lo alimentan por razones ideológicas (el anti-norteamericanismo), y una gran mayoría lo adopta por ingenuidad o por desconocimiento.
Algunos analistas más lúcidos ven en el terrorismo islámico una batalla sin cuartel contra Occidente, y opinan que hay dos posibilidades de reacción frente al mismo: o bien ceder a sus “supuestas” demandas (por ejemplo, retirar las fuerzas de Irak, como hizo España luego del atentado de Atocha), o no dar el brazo a torcer y seguir haciendo lo que uno cree que tiene que hacer, en el plano de las políticas nacionales, regionales o internacionales.
¿Qué sucedería si uno optara por el camino de España? En primer lugar, sería aceptar que el terrorismo “controle” de manera global a toda una nación. Y en segundo lugar, no es ninguna garantía de que allí se terminen las exigencias de los terroristas, ya que mañana pueden querer controlar el continente, y pasado mañana, a Occidente, etc.
En síntesis, no hay dos opciones. Hay una sola. No se puede ceder ante el terrorismo. El terrorismo es lo “malo”, en estos tiempos, y no existe nada en el mundo que lo pueda justificar, ni hacerlo pasar como “bueno” o “justo”.
El terrorismo en la Argentina
En estos dias se cumplen 11 años de la voladura de la AMIA. ¿Qué sucedió en estos 11 años al respecto? El juicio a los imputados de formar parte de la conexión local se terminó, todos quedaron en libertad. Resultó que tras 10 años de pesquisas, datos, argumentos, pruebas, etc., los jueces del Tribunal Oral 3, decidieron que eran inocentes. Eran todos “buenos”.
Así lo creyeron algunas partes querellantes, también, como Memoria Activa, y otros dudaron de que fueran tan “malos” como parecía, y acordaron con la decisión del Tribunal.
Los que dudaron de la línea llevada adelante por el juez Galeano en la causa, terminaron acordando con el Tribunal que, si Telleldín y los policías imputados eran “buenos”, había que buscar a los “malos”, y ellos eran los que, supuestamente, habrían armado una trama de encubrimiento, con Galeano a la cabeza.
No es que no hayan existido actos groseros de distorsión y de encubrimiento durante las investigaciones. Y eso requeriría de una investigación seria. Pero el problema más grande es que la causa AMIA se politizó y se convirtió en una lucha de intereses que empaña mucho el panorama y no permite saber si los que quedaron como “buenos” son tan buenos, y si los que quedaron como “malos” son tan malos.
Lo que es cierto es que, gracias a este nuevo escenario, los “malos” originarios, los terroristas y sus secuaces, gozan de buena salud.
La Comunidad Judía y el 18 de julio
En todo lo expuesto en cuanto a los razonamientos, deducciones, conclusiones, etc. respecto al terrorismo internacional, a los “malos”, los “buenos” y lo “justo”, desde ya que se incluyen las opiniones de judíos de aquí y de allá. Analistas, periodistas, expertos o público en general, judíos todos, en algunos casos “compran” ingenuamente y en otros promueven, premeditadamente, los argumentos de acusaciones y defensas, muchas veces, indiscriminadas.
Es lamentable ver cómo la propia comunidad judía se dividió, tal vez como producto de todo ese clima de confusión. La falta de resultados en el juicio desmoralizó, aún más, a quienes creyeron en las promesas del nuevo gobierno. En especial a los Familiares de las Víctimas, quienes este año pusieron como condición para hacer el acto central de conmemoración de la tragedia del 18 de julio, que la DAIA no participara.
Aumentar la división interna en momentos en que es necesario sumar fuerzas para que el reclamo sea más contundente y legítimo, no hace más que alimentar la situación de impunidad de los verdaderos responsables de haber puesto la bomba en la AMIA.
Las nuevas autoridades de la AMIA así parecen entenderlo, ya que, hasta el momento, vienen expresando la necesidad de volver a unificar a la comunidad. Es de esperar que no pierdan de vista ese objetivo, tan escencial en estos momentos en que se debe relanzar, con más fuerza que nunca, el reclamo de justicia.
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