El pueblo iraní acaba de elegir en las urnas, como primer mandatario, al más conservador de los candidatos: Mahmoud Ahmadinajad.
Como se recordará, desde ocho años a esta parte, Irán estuvo presidida por Mohamed Khatami, un renovador que durante su mandato, inició una serie de cambios dentro de la sociedad iraní.
Uno podría preguntarse si durante el período del renovador Khatami existió algún tipo de modificación de la política extrerior de Irán en cuanto a apadrinar al terrorismo internacional, y posiblemente la respuesta sea negativa. Pero este retorno aparente a la línea más retrógrada y fundamentalista encabezada por el difunto ayatola Khomeini, no hace más que agravar los presagios de peligro que, para el mundo entero, representa este joven alcalde de Teherán, de tan sólo 43 años, de encendido discurso nacionalista.
Demás está decir que, entre los países que mayor grado de preocupación evidencian, se encuentra Israel. Pero es bien sabido que la amenaza del terrorismo internacional se extiende por todos los continentes, y de ello tenemos suficientes pruebas.
Los temores no son producto de la imaginación: Irán respalda ideológicamente al terrorismo internacional, le ofrece respaldo económico, material bélico y refugio en caso de necesidad, como sucede actualmente con los miembros de Al Qaeda. Recordemos, además, que ya se han efectuado varias advertencias, en el orden internacional, a ese estado en cuanto a que cese su desarrollo de enriquecimiento de material nuclear. Las sospechas, más que fundadas, son que el mismo sería empleado en la fabricación de material nuclear con fines bélicos.
Argentina ha pasado por la desgraciada experiencia de ser víctima del terrorismo internacional en dos oportunidades, y ya no quedan dudas respecto al papel que tuvo Irán en la planificación y realización de los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA.
Entre las hipótesis que se barajaron en cuanto a los móviles de ambos atentados –si bien resulta casi imposible penetrar en la lógica asesina de esos despreciables verdugos- se encuentra la de haber incumplido, el gobierno del ex presidente Menem, con algunos compromisos pactados con ese pais. Repasemos brevemente el desarrollo de dicho conflicto.
Durante la última dictadura (1976-1983), se concretaron algunos negocios nucleares entre Argentina e Irán; en el año 1987 se firmó un acuerdo entre una de las empresas del estado argentino, el INVAP, y la organización de energía atómica de Irán. A través del mismo, Argentina vendió uranio enriquecido, pero también transfería tecnología e información a Irán, además de ofrecerle capacitación técnica en el Instituto Balseiro. Ya en esos tiempos, el reactor nuclear de Teherán, al cual se destinaba el uranio vendido, estaba bajo sospecha.
El 2 de mayo de 1992, y en función de la alineación política del gobierno de Menem con los EE.UU., se ordena al INVAP que cancele el envío de equipos y materiales a Irán, interrumpiendo un negocio de 18 millones de dólares que, al parecer, el propio gobierno de Menem habría alentado.
A partir del atentado contra la AMIA, las relaciones diplomáticas de Argentina con Irán se deterioran totalmente.
Pero ya en tiempos del actual gobierno del Dr. Kirchner, se vuelve a considerar la posibilidad de volver a algún tipo de intercambio comercial con ese pais.
Demás está decir que todo lo que se ha desarrollado, o se desarrolla actualmente, en el escenario de este tipo de negocios internacionales, sólo trasciende a la opinión pública en forma muy ocasional. Por regla general, se mantiene en un perfil muy bajo, casi secreto.
En síntesis, aunque nunca más se haya informado acerca de la intención de Argentina de retomar algunos acuerdos comerciales con Irán, es más que probable que algo se haya hecho al respecto. Sí se ha puesto de manifiesto siempre el interés del gobierno argentino de abrir nuevos mercados. Y es sabido que entre los “mercados” más ávidos de intercambio están los de aquellos países sobre los que pesa algún tipo de embargo económico americano, como por ejemplo Cuba o Irán. Dicho sea de paso, Cuba mantiene muy cordiales relaciones diplomáticas y comerciales con Irán desde hace 30 años.
El nuevo cambio de escenario político en Irán despierta, entonces, una infinidad de interrogantes en el orden nacional local, también. ¿Qué tipo de vínculo venimos teniendo con ese pais? ¿Qué clase de nuevos compromisos han sido establecidos? ¿Qué puede suceder si, efectivamente, se pactaron nuevos compromisos con el anterior gobierno reformista de Khatami y se pretende dejar de cumplirlos ahora que soplan otra vez vientos de fundamentalismo?
En una palabra, el futuro que se avecina es, por ahora, bastante incierto y preocupante.
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