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La nación israelita es diferente de todas las demás, es el “Pueblo elegido” que recibiera la Torah, constitución y códigos para toda la humanidad y preceptos particulares parta Israel, por su responsabilidad como depositario de la misma, la que jurara respetar y transmitir a todas las naciones.
El pacto de Sinaí entre el Creador de todo lo existente y la nación israelita esta vigente, fue hecho para todas las generaciones venideras y es irrenunciable, constituyendo un conjunto de normas de vida perfectas, irreformables, para todos los tiempos.
La Torah establece el reconocimiento de la autoridad divina, creador del hombre, a quien otorga el libre albedrío (libertad total para elegir su conducta) correspondiendo por recompensa y castigo, recomendando elegir el bien y la vida.
En el momento de recibir la Torah públicamente ante millones de personas estabamos unidos como un solo hombre y un solo corazón, por lo cual el decálogo está en singular, éramos todos sionistas, partidarios de marchar a tomar posesión de la tierra prometida a nuestros patriarcas.
La Torah contiene disposiciones para preservar nuestra identidad y continuidad, ejemplo de ello el Shabat, la dieta kasher y la pureza familiar, y la obligación de transmitir de generación en generación este legado.
La Torah no contiene disposiciones ni rituales religiosos ni habla de creer, sino que recomienda “VE IADATA ET HASHEM ELOKEJA” (y vas a entender racionalmente al Creador, tu autoridad).
Se puede creer en algo que va a ocurrir o no, en lo referente al Creador y a la Torah tenemos la emuná (confianza y seguridad) de la existencia divina y de la verdad que encierra la Torah.
Para entender racionalmente al Creador y su Torah es necesario conocerlos y estudiarlos.
Lamentablemente en la actualidad y a raíz de 2000 años de diáspora la mayoría del pueblo israelita desconoce nuestras raíces y tradiciones, aun en el moderno estado de Israel acontece lo mismo.
El desconocimiento de la identidad judía fue reemplazado por ideologías de moda en todas las épocas y lugares, como ocurrió con el helenismo, comunismo, sionismo político sin raíces, reformismos y todo tipo de ismos, que tantas calamidades acarrearon a nuestra nación, hasta nuestros días.
El antisemitismo es una severa llamada de atención a nuestra nación, sobre sus desviaciones, previsto en la Torah y acontecido en todas las épocas, solo puedes ser remediado mediante la corrección de nuestra conducta y el retorno a las fuentes.
No es una utopía el vivir toda nuestra nación en la tierra de Israel en paz y prosperidad, ya que en los tiempos de los reyes David y Salomón vivimos así, siendo respetados y apreciados por todas las naciones de la tierra.
Las situaciones de desvíos en la conducta de nuestra nación que nos acarrearon y acarrean todo tipo de calamidades, como ocurre hoy en Israel, o como en Argentina con los atentados, correspondes a deficiencias en la educación judía.
No hay milagros, se cosecha lo que se siembra.
La falta de ejemplo en el hogar, sobre la autentica vida judía, la proliferación de colegios judíos sin contenido raigal, reemplazando al judaísmo autentico por las ideologías políticas o religiosas de moda, que dieron por resultado el desinterés y la resignación de ser judío, concluyendo con el cierre de numerosos colegios y la creciente asimilación.
Llamado a los dirigentes responsables.
Debemos ser realistas y reconocer el fracaso de la educación judía en la red escolar de AMIA, con constante pérdida de alumnado y cierre de colegios.
Es necesario convocar a todos los sectores involucrados al dialogo constructivo para reestructurar los programas de enseñanza, transmitiendo a los alumnos en todos los niveles un contenido básico de educación judía.
Autentica, para obtener jóvenes orgullosos de su identidad, comprometidos con la comunidad y con Israel, que retornen y hagan retornar a sus padres a la vida judía.
Somos conscientes de lo difícil de esta tarea, pero es posible, lo demuestra una cantidad de comunidades y establecimientos educativos que enseñan y practican nuestra tradiciones, en constante crecimiento, que a la vez están formando decenas de maestros capacitados para transmitir el legado milenario de nuestra nación todos los niveles, siendo ejemplo de la forma de vida judía.
Reconocemos que nuestra comunidad judeo-argentina es víctima de la fuerte inercia que arrastra a la asimilación, proceso que puede ser revertido si se encara seriamente, no es cuestión de repetir los buenos deseos para remediarla en cada mandato de la autoridades de AMIA, quienes manifiestan sana intenciones, que luego por diferentes razones e intereses no se concretan.
El saliente presidente de AMIA, Abraham Kaul en su mensaje de Rosh Hashaná, reconoció públicamente no haber hecho en su periodo lo necesario de educación y asimilación, si bien su conducción fue altamente positiva en muchos aspectos, tuvo la hombría de bien en reconocer las materias pendientes.
A su vez el actual presidente de AMIA, Luis Grynwald, en su discurso de asunción declaró como primera prioridad la educación, prometiendo apoyo a las escuelas para incrementar su alumnado y profundizar los contenidos judaicos.
Conocemos al SR. Grynwald y no dudamos de su capacidad para la gran tarea que representa combatir la asimilación con la única arma posible, la educación apropiada.
La gravedad de la situación de creciente asimilación, la cual se llama holocausto blanco o silencioso y voluntario, es de suma urgencia y debe actuarse de inmediato.
Reafirmar nuestros valores, retornar a las fuentes y promover la integración a la comunidad de todos los sectores es el desafío en que confiamos y colaboramos activamente.
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