En el teatro Astral, el 9 de mayo último, la Asociación Israelita de la Persecución Nazi (Sherit Hapleitá) celebró los sesenta años de la victoria de los Aliados sobre la Alemania Nazi.
Declarado de “interés nacional” por la Secretaría General de la Presidencia de la Nación, el acto contó con una numerosa concurrencia. Junto a quienes sobrevivieron, de milagro, al crimen más atroz de la historia de la humanidad, hubo autoridades del gobierno nacional y de gobiernos provinciales, embajadores, líderes comunitarios y dirigentes de organismos de derechos humanos.
Conducido por Shaúl Hochberger, el evento tuvo como oradores a la señora Etka de Ursztein, miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Israelita de Sobrevivientes de la Persecución Nazi; al Embajador del Estado de Israel, Rafael Eldad; al señor Jacob Shepetinski, sobreviviente de la Shoah y el Gulag, quien viajó especialmente desde la ciudad israelí de Ramat Gan, donde vive en la actualidad, para participar del encuentro. La disertación final estuvo a cargo del señor José Moskovits, Presidente Honorario de Sherit Hapleitá y Vicepresidente de la Federación Mundial de Combatientes Judíos, Partisanos y Prisioneros de Campos. Tras haber perdido a sus padres y hermanos a manos de la barbarie nazi, peleó contra el enemigo como miembro de la resistencia húngara y, después de la Shoah, siguió apostando a la vida y luchando contra toda forma de antisemitismo, junto a su esposa Halina Feldberg Parys, cuya familia fue asesinada en el campo de exterminio de Treblinka. Con la autoridad que le confieren su inenarrable padecimiento y la dignidad con que lleva la atrocidad de ese dolor, Moskovits rindió homenaje a los seis millones de hombres mujeres y niños masacrados por los nazis y sus colaboradores mientras el mundo miraba para otro lado. Enfático, urgió a la audiencia a no olvidar, y a las autoridades de la comunidad judía a poner en marcha un proyecto para que aquellos diplomáticos argentinos que rescataron vidas judías actuando en contra de la orden de sus superiores sean reconocidos por el Yad Vashem como “Justos entre los Pueblos” (Jasidei umot haolam).
“Nunca digas: “Esta senda es la final” (...) redoblará nuestro marchar: ¡Henos acá!”, dice el himno de los Partisanos, que se entonó al final de la ceremonia. Porque ellos, los que escaparon vivos del máximo horror, están acá, y porque Hitler no pudo quitarles el deseo de santificar la vida, el acto contó con una serie de números musicales de los que participaron el Coro Nacional de Jóvenes, dirigido por el maestro Néstor Zadoff; el cellista Leo Viola acompañado por Diana Lobszyc en teclado y la Iosl Wakstein Klezmer Band.
A sesenta años del final de la Segunda Guerra Mundial, en un teatro de Buenos Aires, una masiva audiencia condenó el genocidio más perverso de la historia y celebró la continuidad de la vida y la existencia del Estado de Israel, la única garantía de que ya nadie podrá hacerle al pueblo judío lo que Hitler y la indiferencia del resto del mundo le hicieron durante la larga noche nazi.
|
|
|