Cuando fui menor, me enseñaron que la imagen de un optimista es “aquel que ve el vaso medio lleno” y del pesimista “el que lo ve medio vacío”. No sé si es la descripción exacta, pero creo que será útil para la lectura de lo que sigue.
Existen lectores de periódicos y existen, a su vez, lectores de historia. Los primeros suelen ser mucho más numerosos que los últimos. Supongo que se debe a que la gente “quiere estar informada”. A diferencia de los libros de historia que narran sucesos que acaecieron hace “mucho tiempo”, los diarios describen aquello que está sucediendo ahora, y hasta intentan pronosticar lo que – conjeturan - está por ocurrir en el futuro.
Lo que pocas personas somos conscientes, es que el diario de hoy forma parte del libro de historia de mañana, y que la historia de ayer, nos ayuda a descifrar los eventos de hoy.
Si la historia de la humanidad fuera una secuencia de circunstancias accidentales sin orden alguno, entonces los sucesos del pasado no tendrían valor de ser analizados. Sin embargo, si como sabemos en la luz de la Torá, existe un Creador que Sabe lo que sucede y posee un plan hacia el cual se dirige la humanidad, entonces estudiar los hechos del pasado se torna imperioso para intentar comprender algo del mundo contemporáneo, pues los sucesos que van sucediendo tienen una relación uno con el otro. No quiero decir que los humanos lleguemos de este modo a comprender el Razonamiento Di-vino. Sin embargo, la propia Torá nos ordena: “recuerda los días del mundo, comprendan los años de generación tras generación” (Devarim 32:7). Aun sin comprender el porqué de las determinaciones Di-vinas en cualquier situación puntual del pasado, podemos observar que la historia y la trayectoria que ha atravesado el pueblo de Israel y sigue surcando hasta el momento, desafía toda lógica humana.
En el estilo talmúdico de describir la epopeya de los judíos a través de los siglos, se compara al pueblo de Israel con una oveja que está rodeada de setenta lobos. ¿Es - acaso -posible que sobreviva? Para aquellos que desconocen el itinerario atravesado por nuestra nación – y lamentablemente debo reconocer que son muy pocos judíos los que leyeron siquiera someramente acerca de lo que hemos atravesado en los últimos dos mil años – debo decir que resiste todo entendimiento humano. Es simplemente sobrenatural. Sin embargo, por asombroso que sea, esto no significa que no estuviera profetizado con antelación.
En ese sentido, es menester leer los dos textos bíblicos que describen con sumo detalle todo aquello que deberá sobrellevar el pueblo durante su largo exilio. No quiero entrar en el detalle de lo que describe la Torá, pero sí quiero señalar el versículo que destaca que – “a pesar de todo” – es decir, aun habiendo padecido los peores horrores imaginables durante su destierro, “estando ellos en tierra de nuestros enemigos, no los repudiaré ni los aborrecí para destruirlos, para echar por tierra el pacto que establecí con ellos, pues Yo soy su D”s” (Vaikrá 26:44).
Pues, no hay nada nuevo bajo el sol.
Tomamos en mano el periódico y leemos acerca de la nueva ola de antisemitismo que se observan sobre los países europeos, y nos invade una mezcla de sentimientos. Por un lado, sabemos que estamos advirtiendo uno de los fenómenos de nuestro Galut. Al mismo tiempo, nos invade la terrible desilusión y amargura de vivir en un mundo que olvida tan rápidamente aquello que aparentemente condenó de manera unánime hace apenas medio siglo, al finalizar la segunda guerra mundial. Como judíos, percibimos que el sentimiento de culpa y falsedad que caracterizó a las naciones por su participación activa o pasiva frente al holocausto y que luego permitió una tregua pasajera en el antisemitismo manifiesto en muchos lugares del mundo – ya parece haberse agotado.
Se vuelven repetir reiteradamente las viejas y falsas acusaciones y prejuicios que habíamos creído que habían quedado archivados eternamente. A ojos de la sociedad, Israel pasó de ser considerada la víctima eterna a ser conceptuada el perpetuo verdugo. El mundo parece sufrir de amnesia generalizada y cae nuevamente en sus antiguos errores.
Ante tal apariencia, ciertos elementos de la comunidad creen importante y útil dar a conocer los testimonios de aquellos que han sobrevivido el holocausto y pueden relatar lo que ha sucedido. Se ha realizado un esfuerzo enorme en reunir todas estas evidencias para el futuro (o el presente). Otros proyectos intentan llevar a cantidades de jóvenes a visitar los sitios infames en los cuales fueron masacrados los judíos durante el holocausto, con el objetivo claro de que estén informados de primera fuente acerca de todo lo que nos ha sucedido en el pasado más reciente. ¿Servirá de algo este esfuerzo?
No está en mi propósito desalentar ningún plan educativo, pero al menos creo importante presentar cierto reparo.
Del mismo modo, en que una parte de la sociedad gentil de nuestro alrededor no ha aprendido la lección del destino al cual conduce la discriminación, y, por lo tanto, repite las mismas tendencias del pasado, así también - aun más lastimosamente – muchos de nosotros no aprendemos las lecciones del pasado.
¿Por qué – acaso – un joven inteligente, pero criado en un medio hedonista como el que caracteriza a la sociedad del siglo XXI, querría pertenecer a un pueblo que está permanentemente perseguido - sin saber la causa ni el significado de esta desdicha? La consecuencia de este ejercicio – más que seguro – prepara el terreno para aumentar la fuga de jóvenes de su acervo, a fin de resguardarse e intentar refugiarse en el anonimato convirtiéndose en la versión moderna – y elegida libremente - de los marranos de la España de la época de la Inquisición.
¡Hasta cuándo vamos a repetir e intentar hacer creer que con la mera evocación de los hechos, van a dejar de suceder – después de dos milenios en los cuales el antisemitismo siempre ha vuelto a resurgir!
El énfasis de la educación de los jóvenes – y de los adultos - no debe estar puesto en la sola memoria, sino en el significado de lo que denota ser judío. Los últimos 2000 años efectivamente se caracterizaron por la persecución por un lado, pero – y esto es lo más importante – por la grandeza y la valentía de un pueblo que no perdió la esperanza, ni la altura, ni tampoco la razón espiritual de su existencia.
La supervivencia de una oveja entre los 70 lobos no fue algo fortuito o casual. D”s no nos abandonó ni repudió Su pacto – tal como reza el pasaje que hemos citado anteriormente. Hemos optado hace más de 3300 años convertirnos en “hijos” del Creador. Esto nos transformó en seres distintos. Ser “hijo” no es un término arrogante por la condición propia y peyorativo hacia el resto de los seres humanos, pues todos ellos tienen la opción de serlo también – si quisieran. La realidad es que numerosas personas se integraron al pueblo judío a través de los siglos –a pesar que esto les significaría a ellos y a sus descendientes la evidente huella de convertirse en objeto de discriminación.
A nosotros – los sucesores y herederos espirituales de los “hijos” originales, esto no nos otorga privilegios gratuitos. Por el contrario, esto implica mayores obligaciones, y un sentido especial en cada acción que nosotros tomamos. Obviamente, estos deberes traen los máximos beneficios espirituales posibles para un ser humano. Esto está interpretado en la denominación de ser “hijo”, un término que simboliza la mayor cercanía y proximidad con su Padre.
Uno de los peores males que hemos sufrido fue la desesperanza y el desaliento causados por la extensión de nuestro Galut, que pareciera no tener fin. Una consecuencia directa de esta dilatación, permitió que – unida a la ilusión de las propuestas asimilacionistas de emancipación de los judíos en parte de Europa en el siglo XIX – llevara a los judíos a descreer de su destino espiritual y tratar de integrarse a la sociedad circundante.
Las secuelas de esta clase de pensamiento las sufrimos aun hoy, y es nuestra tarea robustecer y reanimar a la juventud con orgullo y con esperanza, unidos al conocimiento de lo que significa la tarea y la satisfacción de ser judíos.
¿Es una cuestión de optimismo o pesimismo?
Es mucho más que eso. Es la cuestión vital de ser conscientes de nuestro pasado, quienes somos y la misión que portamos.
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