La Voz Judía


La Voz Judía
Pesaj durante el Holocausto

El presente escrito extraido del libro «Shemah Israel», sobre los testimonios de sobrevivientes del Holocausto, demuestra la entrega incondicional del pueblo judío a su legado ancestral

SEDER EN LA TUNDRA
Granja colectiva de Nizhnemakhovia, Siberia 5702
Los estudiantes de la ieshiva de Novhardok habían sido expulsados de sus hogares temporarios en Vilna. Para doce de ellos la siguiente parada era una granja aislada en Siberia. Pero por lo menos su rebe, Rabbi Itzjak Iehuda Leib Nekritz, estaba con ellos.
Pronto sería Pesaj, y ¿cómo harían el seder? Corrieron muchos riesgos y atravesaron infinitos problemas, pero al final tuvieron matzá para el seder. Primero cambiaron lo más valioso de las posesiones que les quedaban por una pequeña cantidad de granos de trigo. Luego construyeron un molino manual con piedras e hicieron harina, adheriéndose a la halaja lo máximo que pudieron en esas condiciones.
La noche anterior al seder, a las dos de la madrugada, dos niños hicieron la tarea más difícil de todas: preparar la masa y hornear las matzot. Caminaron cinco y seis kilómetros hasta un descampado, atravesando la nieve, hasta que llegaron a la casa de un gentil donde había un horno. Todo lo que le dijeron al hombre fue que querían “hacer unas galletas”, y como era amigable con los trabajadores judíos, les permitió usar su horno.
Los dos niños, Moshe Helman y Iaakov Pasternak, trajeron todo lo necesario con ellos, además de la harina. Después de que el horno había sido encendido y estaba lo suficientemente kasher, los niños comenzaron a hacer las matzot. Lograron hacerlo, incluso en estas condiciones primitivas. Durante la noche del seder todos podrán tener su porción de matza. Cuando los niños regresaron, ya de mañana, con su cargamento precioso, fueron muy bienvenidos.
Entre los doce niños había un sólo volumen del Talmud, pero eso simplemente significaba que estudiaban ese tratado constantemente. Rav Iehuda Leib también había llevado con él dos volumenes de Midrash (Midrash Rabbah y Ialkut Shimoni), entonces estos libros formaron la base de todas las lecciones en Nizhnemakhovia.
Testimonio de Moshe Helman de Kfar Saba, otorgado por Jaim Helman de Naharia

UN PEDAZO DE MATZA
Ustkut, Siberia, justo antes de Pesaj
Mucho antes de que llegó Pesaj, todos escribimos cartas a nuestros parientes, pidiendo que envíen matzah si podían. Pero fue una falsa esperanza...
Horneamos matza en nuestro bloque, en un horno que habíamos hecho con un barril de acero. Conseguimos agua en un pozo cercano y dejamos que descanse durante una noche, según indica la halaja.... Durante tres días trabajamos la horneada, desde la mañana hasta la noche, y logramos producir veintinueve kilos de matza.
El hijo de Reb Jaim Friedmanle envió un paquete desde Lemberg – un hermoso paquete de pasas, de las cuales pudimos preparar vino para las cuatro copas. Ya habíamos hecho un sustituto al vino, con una infusión de ciruelas salvajes que crecían en esa parte del mundo. Pero ahora podíamos hacer vino verdadero, y lo hicimos.
A pesar de que no se acostumbra comer habas en Pesaj, ese año lo hicimos, porque eso era todo lo que había para comer. Podríamos haber usado también papas, pero las que habían estaban totalmente congeladas, duras como piedras y casi totalmente imposibles de comer.
Rabbi Jaim Friedman, Samjeinu Kimos Inisanu, p. 15-17

AFIKOMAN
Ustkut, Siberia, la noche del seder
Durante la noche del seder el Gorlitzer Rebe nos dejó para siempre. Poco antes de su muerte sus hijos vinieron a desearle una feliz festividad, y él les respondió de manera extraña: “Sí, felicidad eterna.” Aquella noche descubrieron lo que quizo decir.
Rabi Halberstam bebió las cuatro copas durante el seder, recitó la Hagada, y comió maror, todo de acuerdo con la halaja. Pero no comió matza. Le dijimos que la harina había sido cuidada de manera apropiada para que no fermente, pero él sólo dijo, “Es shmekt nisht. No huele bien para mi,” y no comió. Nunca descubrimos cuál había sido su preocupación.
Cuando terminó el seder señaló en silencio las palabras que aparecían en una de las canciones al final de la Hagada: “Sucedió a la medianoche.” Exactamente a la medianoche el alma pura del Rebbe dejó su cuerpo.
Rabbi Jaim Friedman
Samjeinu Kimos Inisanu, p. 18-19

POR LO MENOS ESTO
Buchenwald, erev Pesaj 5705
Nosotros los prisioneros nos estábamos preparando para celebrar el seder en Buchenwald. Faltaban unas pocas horas. Nuestros estómagos estaban vacíos, arrugados por el hambre. Jóvenes y ancianos, ninguno de nosotros tuvo problemas en evitar el jametz durante Pesaj – en esos últimos días desesperados de la guerra no llegaba ni siquiera pan al campamento. No había pan, por lo tanto no tuvimos problema con el jametz...
Sobrevivíamos gracias a un plato de sopa diario. Un sólo plato. Un poco escaso para gente que se estaba muriendo lentamente por el hambre. Pero teníamos un consuelo: íbamos a tener un Pesaj libre de jametz.
Entonces, aquella tarde, erev Pesaj, llegó un camión con raciones de pan para los esqueletos vivientes. Yo estaba desesperado aunque sea por una pequeña migaja, y de pronto los alemanes se volvieron “generosos” y le dieron un pedazo entero a cada hombre. Doscientos gramos de pan a cada uno de nosotros.
¿Puede alguien describir la tentación? Pan, pan, pan – después de todos estos días de hambre, viendo cómo nuestros cuerpos de desgastaban. Lo que todos habíamos estado soñando se había convertido de pronto de un sueño de una mente enferma a una realidad tangible. Ahí estaba el pedazo de pan en mis manos.
Cada uno estaba mirando su ración de pan, invadido con un terrible deseo. El deseo de comer se apoderó de mi – excepto por la idea de que era Pesaj y el jametz estaba prohibido. Había tomado la decisión. Tenía dieciseis años y era lo suficientemente adulto para decir que no.
Sabía perfectamente que en mi estado semi muerto tenía el permiso de comer pan, pero no podía aceptar la idea. ¿Estar sentado en el seder con un pedazo de pan en mis manos? Pensaba una y otra vez y decidí no hacerlo.
Al día siguiente tenía una nueva oportunidad: comer cualquier alimento que haya o morir de hambre ese mismo día. Pero por lo menos pasé la prueba la noche del seder. Por lo menos logré eso.
Testimonio de Rabbi Zalman Cohen, Bnei Brak, Adar 5756

UN SEDER A PIE
Campamento Mauthausen, Austria
Llegando la noche, antes de que nos fueramos a dormir a nuestro bloque, hicimos un seder de Pesaj caminando.... Uno de los jóvenes caminó conmigo durante el corto período en el que estábamos libres. Mientras caminábamos de un lado al otro del patio, recitamos de memoria todos los fragmentos de la Hagada que pudimos recordar.
Fue un seder extraño, sin matza ni vino, sin cena festiva, sin nadie que se recline sobre la mesa – sin mesa. No teníamos otra alternativa que recordar la noche del seder mientras caminábamos de un lado al otro del patio encerrado.
Nuestros cuerpos estaban debilitados y esclavizados, pero nunca lograron esclavizar nuestros espíritus. Entonces incluso en Mauthausen fuimos capaces de decir, “Fuimos esclavos del faraón en Egipto, pero Hashem nuestro D-os nos sacó de ahí.” A pesar de todo, aún nos sentíamos libres en nuestros corazones.
El aire era pesado aquella noche con un fuerte olor que nos dio escalofríos. Era un olor muy familiar para nosotros en Auschwitz. Provenía de la quema de cuerpos humanos, de los huesos carbonizados y de la sangre hirviendo. Aquí, también, llenaba cada rincón de nuestras vidas.
Mis labios susurraron una plegaria, que si D-os nos saca de este problema y nos lleva a Tierra Santa, dedicaría el resto de mi vida a Su servicio y al estudio de su Torá...
Mientras tanto miles de judíos húngaros estaban llegando todo el tiempo, deportados del sistema de campamentos de trabajo munka-tabor. Estaban vestidos aún con ropas civiles e incluso traían un libro de Torá con ellos. Uno de ellos me dio un libro de plegaria de regalo. Para mi era un gran tesoro, ya que en la plegaria encontrábamos confort y esperanza. Las plegarias, decíamos en este lugar cruel, nos daban el coraje necesario y la voluntad para seguir adelante.
Rabbi Sinai Adler, Beth Jacob Monthly 47:24

SEGUNDO SEDER
Mauthausen, 5705
El viernes 2 de marzo de 1945, cerca del anochecer, llegamos a la estación de tren de Mauthausen. Después caminamos por senderos de montaña hasta el campo de concentración. Durante aquellas horrendas últimas semanas en el campamento, algunos de nosotros trabajamos en la estación de tren, descargando granos para su almacenamiento. Varias veces este grupo había logrado robar un poco de trigo de los almacenes.
Aquellos de nosotros que eran observantes comenzaron a cambiar nuestra ración diaria de pan por un poco de este trigo. De esta manera llegamos a tener una pequeña provisión de trigo para preparar matza.
Molimos los granos de trigo golpeándolos con un martillo hasta que fueron reducidos a polvo. Entonces horneamos la matza antes de Pesaj, y varias docenas de judíos pudieron festejar los dos sedarim
De noche tarde, cuando los centinelas dejaron definitivamente nuestro bloque, pusimos algunas mesas en la lavandería, las cubrimos con papel y encendimos dos velas que habíamos fabricado nosotros. Teníamos una sola y pequeña matza para cada participante del seder.
Uno de nosotros recitó la Hagada en voz alta, con una voz temblorosa, y todos repetimos las palabras detrás suyo, con llantos y lágrimas que cerraban nuestras gargantas.
Así fue cómo un pequeño grupo de judíos condenados a muerte hicieron los dos sedarim en el campo de concentración.
Rafael Leizer, Hashmadat Yehudei Bialystok

CARGA PRECIOSA
Campamento Mulldorf, Grossrosen, Nissan 5705
Miles de prisioneros estaban trabajando construyendo el refugio subterráneo de los alemanes. Las condiciones eran infrahumanas. Algunos tenían que llevar bolsas de cemento que pesaban unos cincuenta kilos, varios pisos hacia arriba, durante todo el día. Los golpes y los insultos eran los medios principales de “alentar” a los trabajadores...
El caminar por la nieve pesada era suficiente para cansar a los musselmen, los esqueletos caminantes. Los hombres caían muertos como moscas.
Pesaj estaba acercándose. Algunos judíos creyentes se me acercaron y me preguntaron cómo podían realizar la festividad de manera adecuada. Decidimos que no importaba lo que sucedía, no tocaríamos el jametz durante Pesaj.
Para ayudarnos, el Cielo nos envió un milagro. Algunos aviones norteamericanos habían cumplido una misión en contra de unos puestos alemanes justo antes de Pesaj. Entre los objetivos estaba la estación de trenes al lado del campamento, que ahora estaba totalmente destruida. Decenas de prisioneros judíos tuvieron que limpiar las ruinas y para su sorpresa, encontraron una pila de granos de trigo entre los destrozos... Era peligroso entrar con los preciados granos al campamento, pero estos judíos arriesgaron sus vidas y lo hicieron con alegría.
Rabbi Jaim Iehuda Meir Hagar, el Wishover Rebbe, informe por A. Rosen en Beth Jacob Monthly 71:16

 

Nro 366 Nisan del 5765 / Abril de 2005

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