A fines de los años 30 del siglo pasado el Cardenal Pacelli preparó el borrador de la carta Mit Brennender Sorge, “Con ardiente preocupación,” una condena de Alemania, considerada como una de las más duras jamás hechas por esta entidad, hecho que le otorgó el título del cardenal que amó a los judíos. En esta carta condenó el tratamiento que proporcionaron los nazis “a cientos de miles que a causa de su nacionalidad o raza fueron condenados a muerte o extinción progresiva.” En 1939 el Cardenal Pacelli fue elegido como el Papa Pío XII.
Un documento publicado recientemente por Corriere della Sera, que habla del edicto del Papa Pío XII en los diarios del representante papal Angello Roncalli, dice: Estos niños que habían sido bautizados no pueden ser confiados a instituciones incapaces de asegurar una educación cristiana. Respecto a los niños que no tienen más padres y por los cuales la iglesia se ha hecho responsable, no es aconsejable que sean abandonados por la iglesia o que sean confiados a personas que no tienen derechos sobre ellos – salvo que puedan hacerse responsables de ellos mismos. Esto también se aplica a aquellos niños que no han sido bautizados.
La actitud del Papa Pío en estas posturas aparentemente opuestas no es contradictoria. Aunque en muchas ocasiones, que fueron bien documentadas, demostró disponibilidad para salvar judíos del exterminio nazi, no pudo resistir la tentación de reclamar a los niños judíos para la iglesia católica.
La opinión histórica sobre Pío XII ha sido favorable. Hizo pública su oposición a lo que llamó “las teorías totalitarias y racistas del gobierno”: todos sabían que estaba hablando de los nazis. En julio de 1942 hizo todo lo que pudo para evitar la deportación de los judíos franceses. “California Jewish Voice” informó que “el Papa Pío XII pidió al representante papal en Vichy que proteste ante el gobierno en contra de los arrestos y deportaciones infrahumanas de los judíos de Francia.” Al poco tiempo el diario Avvenire del Comité de Obispos Católicos reveló que Karl Wolf, jefe de personal de Heinrich Himmler y mano derecha de Hitler, había advertido durante la primavera de 1943 al Papa Pío XII que Hitler había ordenado que lo secuestren por el pecado de “amar demasiado a los judíos”.
La preocupación del Papa Pío por el bienestar de los judíos en aquella época fue muy sabida. En respuesta a un pedido del rabino principal Isaac Herzog de Jerusalém, el Papa realizó fuertes protestas contra el gobierno alemán y el comando alemán en Italia, por la persecución de judíos en la Italia ocupada por los nazis. Fue aún más lejos dando refugio a 5000 judíos en monasterios, conventos y dentro de los muros del Vaticano. Las protestas y acciones del Vaticano evitaron el acorralamiento de los judíos que quedaban en Roma. Rabbi Herzog ofreció su gratitud: “El pueblo de Israel nunca olvidará lo que Su Santidad... está haciendo por nuestros hermanos y hermanas en esta trágica hora de la historia, que está viviendo la prueba de la Providencia Divina en este mundo.”
Los tributos a Pío XII no terminaron con la guerra. En 1945, Moshe Sharett, futuro primer ministro de Israel, informó sobre su encuentro con el Papa diciendo, “mi primer tarea fue agradecerle a él ... y a la iglesia católica por todo lo que hicieron ... para rescatar judíos y salvar niños.”
El salvar niños judíos es el tema del presente escándalo respecto al destino de estos niños cuyos padres desesperados se vieron forzados a entregar por la “seguridad” que ofrecían las instituciones y familias católicas durante la guerra. Fue una situación grave en la cual los padres no tuvieron otra alternativa para salvar las vidas de sus hijos. Seguramente tuvieron la esperanza que los niños regresarían a ellos después de la guerra. No sólo que estos documentos prohibieron el retorno de niños judíos bautizados a sus familias, sino que también prohibieron a los chicos no bautizados volver a vivir con alguien que no sea sus padres, que en la mayor parte de los casos habían sido asesinados por los nazis. La postura del Papa fue que una vez que los chicos habían ingresado a la iglesia católica, deberían permanecer en ella y alejarse para siempre de toda fuente de vida judía.
La carta fue enviada al representante papal en París, Angelo Roncalli, el futuro Papa John XXIII. Roncalli no tuvo ninguna intención de ocultar a los niños judíos su origen. Al igual que el enviado anterior a Estambul, publicó miles de certificados de bautismo falsos para los judíos que se escapaban de los nazis. En varias ocasiones desobedecía las instrucciones del Vaticano devolviendo niños judíos a sus familias.
Al decidir el destino del futuro espiritual de los niños, Pío XII asumió una autoridad que estaba más allá de lo que le correspondía. La iglesia católica no tuvo ningún derecho de privar a los niños de su herencia religiosa, la única cosa que les había quedado cuando todo el resto de sus vidas había sido reducido a cenizas. Tampoco demostró la iglesia consideración alguna por la angustia de aquellos padres que sobrevivieron y tuvieron que perder a sus hijos por segunda vez.
Rabbi Iaakov Dov Bleich, rabino principal de Ucrania, dijo en una conferencia llevada a cabo por el Congreso Judío Mundial en el Museo de Herencia Judía en Manhattan, “miles – tal vez decenas de miles – de niños judíos fueron salvados por los católicos. Muchos volvieron al pueblo judío. Algunos no. La iglesia católica tiene la obligación de decírselos y dejarlos decidir qué fe eligen. Hasta ese momento, las almas de sus padres no podrán descansar. Hasta ese momento su Holocausto personal continúa.”
Hace poco grupos judíos norteamericanos amenazaron con tomar acciones legales en contra del Vaticano reclamando que la iglesia católica no había respondido a su pedido de información acerca de niños judíos que habían sido escondidos durante la Segunda Guerra Mundial. La Liga Anti-Difamación está esperando ansiosa el momento en el que el Vaticano libere los registros de bautismo de la época del Holocausto.
En un reciente artículo en el Sunday Times - ¿Habrá “robado” el Papa niños del Holocausto? – Daniel Goldhagen, autor de “Una Consideración Moral: El Rol de la Iglesia Católica en el Holocausto”, llamó a crear una comisión totalmente independiente, fundada por el Vaticano, para que se determine cuántos niños judíos la iglesia no devolvió y el rol de Pío XII, cardenales y obispos en esto. Advirtió que el asunto de los niños judíos perdidos pone en duda los esfuerzos de la iglesia de canonizar a Pío XII.
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