El jueves 17 de marzo se realizó en la Plaza Embajada de Israel, el acto conmemorativo a las víctimas del atentado que destruyó el edificio que ocupaba la Emajada de Israel.
Al igual que años anteriores estuvieron presentes delegaciones de las escuelas judías con sus abanderados, una interesante cantidad de público (no el que deseamos pero algo más que el año pasado) y una nutrida representación del poder político nacional encabezados por el ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina, la senadora Nacional Cristina Fernández de Kirchner, el Jefe Y Subjefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, doctor Aníbal Ibarra y licenciado Jorge Telerman.
Durante el transcurso hicieron uso de la palabra, luego de colocarse ofrendas florales, el señor Carlos Sucevich, padre de Graciela, una de las víctimas fatales; la señora Lea Kovensky, empleada de la Embajada de Israel desde 1989, sobreviviente del atentado; el Dr. Rafael Bielsa,; y el Dr. Rafael Eldad, embajador del Estado de Israel ante la República Argentina.
Don Carlos Sucevich, en nombre de los familiares de las víctimas manifestó, entre otros conceptos, “En la tradición judía, los 13 años simbolizan el paso de la niñez a la madurez, tener que asumir responsabilidades. Trece años son los que han pasado desde el día del criminal atentado, y precisamente responsabilidad es lo que los familiares de las víctimas les pedimos a quienes tienen el deber de brindarnos la verdad e investigar -de una buena vez- quiénes fueron los autores, juzgarlos y aplicarles el castigo que merecen. ¿Quiénes son los encubridores? ¿Cuál fue la razón? Algunos de los encubridores de este bárbaro accionar siguen insertos en organismos financieros, periodísticos y políticos. Nunca aceptaremos escuchar de ex funcionarios de gobiernos anteriores las excusas de que, en el mundo, son muchos los atentados que quedan sin resolver. Los familiares de las víctimas tenemos la sensación de ser los parias olvidados de este país, y nos preguntamos por qué. ¿Será que existen intereses político-diplomáticos para que nunca se aclare? Es triste y lamentable, pero sólo en esta fecha logramos revitalizar el recuerdo de nuestros muertos”.
Lea Kovensky planteó que Arroyo 910, la sede de la Embajada siniestrada, era como su casa y que luego de la bomba “Cuando llegó el silencio aparecieron las preguntas, fundamentalmente: ‘¿Para qué sobreviví?’, ‘¿Cómo sigo?’. Fue entonces que entendí que la memoria sirve si nos guía hacia aquellos lugares en los que la tolerancia, la aceptación del diferente y la libertad de ideas sean los valores más importantes. En síntesis, el 17 de marzo de 1992 y Arroyo 910 me marcaron el camino.”.
A su vez el ministro Bielsa concluyó su palabras diciendo “Quiero decirles, en nombre del presidente Kirchner, que nuestro compromiso responsable en averiguar quiénes fueron, quiénes encubrieron y por qué razón lo hicieron es inclaudicable. Este gobierno no tiene compromiso político ni diplomático que lo obligue a seguir defraudando. El Estado no se desentenderá, la sociedad no minimizará y la impunidad -en lo que depende de nosotros- más temprano que tarde será vencida.”
Del discurso pronunciado por el embajador Eldad, que en 1992 cumplía servicios en la Embajada como Primer Secretario, extractamos los siguientes parráfos: “Conocí a muchas de las personas que cayeron aquel 17 de marzo, en un acto que sólo podría definirlo como ‘de barbarie’. Todavía están frescos en mi memoria sus rostros y sus nombres, sus sueños y realidades. Todavía resuenan en mis oídos y en mi memoria aquellos sonidos. Los muertos de la Embajada son una realidad del espanto del pasado y del hoy, en tanto y en cuanto no haya juicio y condena para sus responsables (…) digno de remarcar es que en el marco de la Organización de los Estados Americanos, Argentina dio un paso sin precedentes, admitiendo su culpabilidad por el fracaso y las maniobras que dilataron las investigaciones sobre el atentado a la AMIA. Todo esto es un giro interesante cuyos resultados se verán, sin duda, a corto plazo (…) en una sociedad civilizada, puede comprometerse con el terrorismo. El terrorismo no tiene cultura, ni fronteras, ni religión. No hay derecho al olvido ni a la indiferencia. El terrorismo se combate atendiendo a los reclamos humanos y contando con todo el apoyo que permita no vulnerar la legalidad interna e internacional, aislando a los países que lo promueven. El terrorismo no es un choque de civilizaciones, sino una epidemia que amenaza al mundo. Por eso no es suficiente mostrar la voluntad de honrar a los caídos aquella terrible tarde del 17 de marzo. Reclamamos voluntad de actuar, que no haya complicidad ni silencios. No hagamos que esta tragedia carezca de sentido. La vida debe continuar; nunca hay que abandonar el reclamo de justicia.”
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