Arajim, una asociación líder en cuanto a alcance judío, sigue expandiendo sus actividades en Israel y en el resto del mundo. Ahora le dieron la cálida bienvenida en la India, según informa Rabí Jaim Morgenstern
Con un presupuesto mayor a los 7 millones de libras anuales, Arajim es ahora una organización global. Durante el 2004 mantuvo 180 seminarios en Israel (el doble que durante el 2003) atrayendo más de 9.000 adultos y casi 5.000 chicos. Sus extensos programas de seguimiento (incluyendo kolelim nocturnos para graduados del seminario), han resultado un éxito fenomenal, convirtiendo la asociación en una de las mejores asociaciones de kiruv en el mundo entero. Solamente en Israel la influencia de los seminarios logró que unos 3.800 adultos se vuelvan observantes y cerca de 3.000 niños se inscribieron en escuelas religiosas.
En términos de su actitud mundial, Arajim ha hecho un progreso enorme, atrayendo más de 10.500 personas en 63 seminarios llevados a cabo en la India, Hungría, Francia, Holanda, Italia, México, Argentina, Sudáfrica, Canadá y los Estados Unidos. Un crecimiento de un 50% respecto al 2003.
El punto más importante de la expansión de Arajim es el Lejano Oriente. Para los jóvenes israelíes, la India, Tailandia y el Lejano Oriente siguen siendo un imán que atrae miles de personas. El reciente tsunami nos hizo presente este detalle. Después de dos o tres años de un riguroso entrenamiento y servicio en el ejército israelí, muchos buscan escapar el régimen militar.
Algunos escapistas aceptan la bendición entumecida de un mundo donde el opio es tan fácil de conseguir como el aire, mientras otros buscan aventuras explorando los mercados exóticos de la India y escalando montañas bajo la sombra del Monte Everest.
Sea cual sea su motivación, los jóvenes israelíes siguen viajando a oriente como parte de lo que se ha convertido prácticamente en un “ritual de descarga del soldado”, un viaje a la India y sus vecinas que dura entre 2-3 meses y una vida entera.
Decenas de miles de jóvenes israelíes visitan India anualmente. Algunos se quedan sólo algunos meses, otros años. Estudian la religión local, la música, el arte y la filosofía. Muchos experimentan con las drogas que se consiguen libremente.
Las amapolas del opio crecen tan libremente en algunas áreas que en primavera el aire está lleno de su aroma, y pueblos enteros se vuelven somnolientos sólo por el olor.
Otras drogas son alucinógenas, y su efecto sobre el cerebro puede ser permanente. Cada año, decenas de jóvenes israelíes deben someterse a tratamientos médicos por las sustancias tóxicas que ingieren y que inducen a alucinaciones que dañan sus mentes.
Estas múltiples tragedias de la juventud judía son el resultado de una causa común: el vacío y una sociedad carente de valores. Los jóvenes buscan una razón para vivir y algo que imparta un poco de significado a su existencia. Desdichadamente no lo han encontrado en Israel. El Lejano Oriente con su aura de misticismo y espiritualidad los atrae. Ahí, piensan, descubrirán la satisfacción espiritual que no lograron hallar en Israel.
Ahora existe la posibilidad de que los mochileros judíos que viajan sin sentido por la India encuentren el propósito de sus vidas. La región costera de Goa, en el oeste de la India, fue bendecida con playas hermosas, llenas de palmeras, un escenario ideal para atraer turistas. Allí, Arajim recientemente abrió su Bait Iehudi, un refugio donde el viajero judío se nutre tanto en su cuerpo como en su mente.
Además de comidas calientes, el lugar ofrece al viajero israelí música exótica y charlas que duran toda la noche. Para muchos, es su primer exposición a la herencia judía. El Bait Iehudi se ha convertido en una isla en medio del mar de rituales paganos, vacas sagradas, y avodah zarah desconocida en el mundo occidental.
El Bait tiene una sala de encuentros, una biblioteca y un comedor. Sus puertas están siempre abiertas y se ha ganado mucho reputación en la zona no sólo por dar una cálida bienvenida y comidas, sino como fuente de alimento para el pensamiento. Cada noche decenas de jóvenes adultos se reúnen a escuchar y estudiar acerca del Yiddishkeit. Muchos pasan la noche en el lugar y a la mañana siguiente se colocan los tefilin por primera vez en sus vidas. Muchos viajeros se quedan un tiempo, experimentando una versión a pequeña escala de los seminarios con los cuales Arajim se hizo famosa en Israel.
Como los mismos jóvenes suelen notar, en Israel nunca hubiesen soñado en prestar atención a su herencia judía; de hecho no se tomarían el tiempo para tomar una sola lección sobre el tema. La atmósfera en India es mucho más calma, más remota y desapegada, las barreras y diferencias se nublan y se hacen a un lado. Además, como los viajeros están lejos de sus hogares, disfrutan del sonido de su lengua materna, aunque este hablada por un hombre con barba y tzitzit. La distancia abre el corazón, y la verdad penetra más fácilmente..
Una vez tres miembros de un kibutz no religioso, se quedaron afuera de la carpa principal durante una clase y permanecieron inmóviles escuchando cada palabra. Cuando los invitaron a entrar a la carpa junto a los demás, se negaron a hacerlo. Estaba en contra de sus principios ingresar a una carpa que estaba asociada con la religión.
Por otro lado, las palabras del orador eran demasiado irresistibles como para irse del lugar. Se quedaron parados ahí, inmóviles durante más de una hora, escuchando la conversación. Cuando todo terminó, el público comenzó a cantar, una expresión de corazones que anhelaban alimento para sus almas. Los tres no pudieron resistir más; se unieron a los demás. El micrófono pasó por el cuarto, cada uno iba agregando palabras acerca de sus sentimientos que habían compartido aquella noche. Uno de los tres “forasteros” del kibutz también tenía algo para decir: “Quiero agradecerle por hacer las paces entre hermanos...”
Los viernes por la mañana, Eliécer Botzer, director del proyecto Bait Iehudi, llevó a los jóvenes a un gran mercado para comprar pescado para Shabat. El paseo le dio la oportunidad de enseñar a sus compañeros cómo identificar un pescado kosher.
Mientras los hombres estaban en el mercado, la Sra. Bot-zer llevó a las mujeres a preparar una versión hindú de cholent, con frutas y verduras locales. Juntas hornearon jalot. Cuando llegaron los hombres con los pescados, siguieron con sus preparativos, todo el tiempo diciendo, “Lekoved Shabat kodesh.” Cada semana un nuevo grupo prueba por primera vez esta experiencia inolvidable, un verdadero Shabat como nunca antes habían experimentado!
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