La Voz Judía


La Voz Judía
Janucá en el Guetto
Milagro en los portones

El presente artículo extraido del libro «Shemah Israel», sobre los testimonios de sobrevivientes del Holocausto, demuestra la entrega incondicional del pueblo judío a su legado ancestral

Ghetto de Varsovia, Januca 5703
Después de negociar con Bartek, el contrabandista polaco, el trato fue concluido. Bartek le entregó al esclavo judío la mercadería que éste quería por el (muy caro) precio acordado: una caja de cigarrillos. Maravilloso! Ahora sería posible encender las velas de Januca en los arruinados portones del ghetto.
Leibel Pinkasowitz logró conseguir algo más en su negociación: Bartek aceptó dejar a los judíos usar la ventana de su deprtamento, que estaba al lado de los portones del ghetto... “Es nuestro festival de Januca,” explicó Pinkasowitz, “y debemos encender nuestras menoras durante algunos minutos.”
Una oscura noche de invierno cubrió Varsovia. Los nazis alumbraron con sus linternas las calles de vez en cuando. Bartek a regañadientes aceptó el pedido de su cliente judío... La voz de Leibel tembló al recitar sus bendiciones: “...para encender las velas de Januca en estos días... Quien nos ha animado, sostenido, y nos trajo hasta estos días.”...
Algunos pocos trabajadores estaban presentes. Se dejaron llevar por la alegría de la mitzvah – la primer luz de Januca estaba a punto de ser encendida en la ventana. Pasaron momentos de expectación. ¿Momentos u horas? ¿Momentos que fueron tan largos como horas? ¿O momentos tan preciosos como la eternidad? Fue el último invierno del agonizante ghetto de Varsovia, y ningún precio era demasiado caro para pagar por la menora de Januca.
Testimonio de Leibel Pinkasowitz, Beth Jacob Monthly 43:10

Una sola lata – de kerosén
CAMPAMENTO DE OBORNIK, DISTRITO DE POSEN, POLONIA

Algunos jasidim de Gur provenientes de Pabianice, un grupo de unos sesenta chicos y jóvenes, estaban celebrando los diez días de Januca ese año. Fue porque no estaban seguros de la fecha exacta de Januca al haber perdido la cuenta de los meses hebreos, que algunos tenían 29 días y otros 30. por eso agregaron un día antes y un día después para estar bien seguros.
Pero, ¿de dónde estos hombres consiguieron tanto aceite, suficiente para ocho días y un poco demás para los dos días adicionales? No tenían aceite de oliva puro, pero lograron conseguir kerosén. Entonces celebraron juntos de la misma manera que habían sido arrestados juntos en el jadidishe shtiebel secreto en el mercado de Pabianice.
La vida en el campamento arruinaba las espaldas de las personas. El trabajo era muy duro. Pero el enemigo nunca logró doblegar el espíritu de la gente. Había clases nocturnas regulares de Talmud, en el mismo lugar donde habían sido encendidas las luces de Januca durante diez noches consecutivas. Ahí, en los establos sin vidrios en las ventanas, ni puertas para cerrar, las noches pertenecían sólo a los jasidim. Sólo durante los días eran gobernados por el enemigo.
Reb YankelYankelewitz era a quien debíamos agradecer por las lecciones nocturnas. Había logrado contrabandear en su mochila, una edición en miniatura un libro de estudio. ¿Cómo podía Reb Yankel leer las letras pequeñas bajo la luz tenue de una linterna? Era una de aquellas maravillas que uno no puede explicar. Tal vez las letras saltaban hacia él, o tal vez Reb Yankel sabía el libro de memoria. No conozco la respuesta hasta el día de hoy.
Testimonio de Yoel Frankenthal, en Beth Jacob Monthly 43:9-10

JANUCA INTERRUMPIDO
Campamento Breslau-Hundsfeld, Alemania

Januca se estaba acercando. Sacábamos hilos flojos de los trapos con los que teníamos que limpiar las máquinas, y saqué mi reserva secreta de hilos de algodón que estaba debajo de mi catre. Le pedí a una joven mujer que me ayude a conseguir cinco papas crudas, y cuando las tuvimos, las vacié para preparar vasijas para contener aceite. Luego preparé con los hilos unas pequeñas mechas para colocar en el aceite. Robé una lata de aceite de máquinas y lo volqué dentro de las vasijas de papá, y entonces estuvimos listas para festejar Januca.
Durante la primer noche de Januca, después de la cena, pronuncié las plegarias y encendí la primer luz en nuestro sector. Cantamos Ma´oz Tzur juntos (casi todas lo sabían de memoria) y recordamos cómo era Januca en nuestros hogares.
Durante cuatro noches todo sucedió a la perfección. En la quinta noche ocurrió el desastre. El campamento se quedó sin luz, y en la oscuridad nuestros puntos de luz brillaron tanto que nos delataron. La mujer de las SS que vigilaba la entrada vino corriendo, segura de que estábamos mirando planos del enemigo, que a veces nos visitaba de noche. Abrió la puerta y se paró ahí, asombrada de lo que vio.
Cada una de nosotras estaba sentada sobre su cama, y todas estábamos cantando juntas. Grité “¡Achtung!” mientras la sangre se helaba en mis venas por el terror. Ya me estaba imaginando el castigo que vendría. Podía imaginarme los ojos de todas las chicas fijos en mi, acusadores.
La guardia de las SS se recuperó lo suficiente para gritar, “¿Qué es lo que está sucediendo aquí?”
Junté todo mi coraje y respondí, “Frau Oberscharfuhrerin, esta semana tenemos un festival en conmemoración a los Macabeos, porque un pequeño grupo de judíos venció muchos enemigos.” En ese momento no estaba teniendo en cuenta lo que le estaba diciendo, ni tampoco estaba tratando de ser una heroína. Simplemente tenía que dar alguna respuesta, a que la pregunta había sido dirigida hacia mi. Algún espíritu maligno se había apoderado de mi, y había hecho que respondiera de esa manera.
Mientras nos estábamos recuperando del susto, la Oberscharfuhrerin dio un giro y se fue del sector sin agregar siquiera una palabra.
Lo que sucedió al otro día fue increíble. No fuimos castigadas. Todo lo contrario. De ahí en más la guardia de las SS, siempre que estaba de guardia nocturna en nuestro sector, se llevaba algunas chicas consigo a la cocina para conseguir alimentos, para que tengamos “de sobra”. Una vez me llevó a mi y mientras agregaba más comida pensé sobre aquella noche de Januca. Una vez más llegué a la conclusión de que había valido la pena.
Leah Neuman-Weiss, Moreshet Omnibus, página 60

LAS LÁMPARAS
Campamento Dachau, Alemania, Januca

El viejo Fischhoff había sido shamash del Altneuschul de Praga durante muchos años. Terminó en Dachau, pero ahí resultó ser un tesoro más importante que antes. Tenía un calendario hebreo escrito en su cabeza; sabía la fecha de cada festivo. Ahora nos había informado que estaba comenzando Januca, en una semana, entonces debíamos prepararnos.
Pero ¿cómo íbamos a conseguir lámparas de Januca? No tuvimos que preocuparnos; Fischhoff ya tenía la respuesta: “Mañana estarán repartiendo la ración semanal de margarina. Separemos parte de ella para nuestras luces de Januca.”
Sólo algunos quisieron adoptar esta idea. Recibíamos sólo diez gramos de margarina por semana, y para la mayoría de nosotros era la principal fuente de calorías. Aún así, algunos de los más valientes decidieron adherirse al plan.
Entonces surgió otro problema. ¿Cómo y dónde esconderíamos la margarina separada? “Tengo dos papas,” dije, “que saqué de la cocina. Las podemos vaciar y esconder la margarina dentro.” Y eso fue lo que hicimos.
Pero ¿cómo encenderíamos las lámparas? “No hace falta preocuparse,” respondió Fischhoff. “Usaremos estas mismas papas como lámparas.”
Al final todo se hizo bajo la guía de Fischhoff. Durante la primer noche de Januca, en el medio de la noche, todos los habitantes del sector se reunieron mientras el viejo shamash recitaba las bendiciones y encendía la primer luz sobre las camas. Su voz temblaba al recitar la declaración tradicional: “Estas luces son sagradas...”
Extracto del testimonio de Mordejai Ansbacher en el juicio de Eichmann en Jerusalem, trascripto por M. Unger, en Der Geistiger Wiederstand, página 246

OPRESIÓN Y EXILIO
Campamento Konigs-Westerhausen, Januca 5705

Aquel Januca estuvimos todos juntos, un pequeño grupo de sobrevivientes del ghetto de Lódz. Trabajábamos catorce horas diarias, y no había contacto con el mundo exterior. Si veíamos un calendario sobre la pared, ya no significaba nada para nosotros. ¿Shabat? ¿Iom Tov? No sabíamos nada acerca de estos días.
Estaba recostado sobre mi catre, tan hambriento y con tanto frío que no podía dormir. Los pensamientos corrían por mi mente, y comencé a calcular los días, llegando a la conclusión de que Januca debe estar cerca. Los recuerdos comenzaron a amontonarse, recuerdos del hogar, de mamá, papá, a quienes los nazis asesinaron en las cámaras de gas en Treblinka. Un poderoso deseo se apoderó de mi. ¡Debo sobrevivir un poco más! Tenía que vivir por lo menos lo suficiente como para cumplir con la mitzvah de encender las luces de Januca una vez más en mi vida.
Al día siguiente vendí mi ración diaria de pan a cambio de unas velas. Pero mi porción de pan no alcanzó para comprar la suficiente cantidad de velas, entonces tuve que persuadir a dos amigos para que hagan lo mismo y cumplan con la mitzvah. Logramos convencer a un prisionero italiano, que tenía más libertad de movimiento que nosotros, que nos ayude, y él nos trajo velas a cambio de nuestras raciones de pan.
La primer noche de Januca llegó. El gran problema era cómo encender nuestras velas sin que los guardias lo noten. Pusimos a uno de los nuestros en la puerta, y nosotros, nuestro pequeño grupo, nos paramos hombro con hombro y rodilla con rodilla, bien apretados en el rincón del sector, formando una barrera humana. Sobre una de las camas pusimos nuestra vela, la primer luz de Januca.
Parados ahí, pensamos en aquellos tiempos en los que los milagros ocurrían y rezamos por un milagro para nosotros: ser liberados de nuestro estado presente.
Rabí Elimelej Schwartz, HaPardes Monthly 36:45

Por una rebanada de pan
Janucá 5704

Encender luces en nuestro sector era como caminar hacia la horca. Y si se trataba de luces de Januca, uno también podía recibir la invitación a un escuadrón de fuego. Pero mi hermana Beila no hizo estos cálculos. Arriesgó su vida para cumplir con esta mitzvah.
Unos días antes de Januca, Beila comenzó a cambiar sus raciones de comida – pan – lo único que nos mantenía vivos en la hambruna de Auschwitz. Beila cambió un día su pan por un poco de margarina. Serviría como aceite para encender las lámparas de Januca.
Al día siguiente pasó hambre nuevamente, cambiando su pan por un cartucho vacío de bala, que serviría de vasija para contener la margarina y la mecha.
Y ¿de dónde había conseguido la mecha? No fue mucho problema. Sacó algunos hilos de su vestimenta y ahí estaba la mecha.
Hizo todo esto con alegría, arriesgando su vida felizmente para cumplir con la mitzvah. Esa fue mi hermana. No resulta asombroso que todos en el campamento la conocían como una tzadikes.
Testimonio del Kaliver Rebbe, Bnei Brak

MELODÍAS
De Torna to Auschwitz to Eretz Israel

El gentil polaco, Stefan Romak, realmente un gentil justo, desapareció mientras estaba cumpliendo su sentencia en nuestro pueblo en Hungría.
Pasó delante de nuestros hogares durante Januca y vino para ver las lámparas brillando en las ventanas. Le dijo a mi padre que lo habían sentenciado a realizar trabajos forzados porque había ayudado a un amigo judío a escapar por la frontera polaca hacia Francia. A pesar de la sentencia, dejó en claro que no se arrepentía de lo que había hecho. “Creo que el D-os de Israel me ayudará algún día.”
Papá lo invitó a visitarnos cuando quisiera. Era raro escuchar el Yiddish de boca de Stefan, ya que era cien por cien gentil según su propio testimonio. Stefan nos dijo que se quedaba en la casa de uno de los amigos de papá que le había hecho tantos favores.
Será difícil olvidar la canción de Januca en Yiddish que Stefan enseñó a nuestra familia. Era una canción llena de emoción, sus letras evocaban el alma y la fuerza judías.
Me enfermé en Auschwitz durante Januca y terminé en el hospital en el campamento gitano. Mis piernas estaban lastimadas por el frío por el hielo y la nieve que había en todos lados. Una joven mujer de Polonia estaba en la cama de al lado. Sufría de depresión, a tal punto que odiaba la idea de estar viva. Trabajé duro para levantarle el ánimo.
Logré armar una menorah de Januca, y cuando la encendí, canté las canciones del festivo que había aprendido en casa. Pero eso no causó efecto en la joven mujer, y su estado empeoró. Estaba recostada en su cama, silente, indiferente – hasta que comencé a cantar en silencio la canción de Januca que Stefan Romak nos había enseñado en Hungría.
Esta canción, por sobre todas las cosas, sacó a la mujer de su depresión. Incluso comenzó a cantarla y luego me pidió que le contara dónde había aprendido la canción. Por supuesto que le conté todo lo que sabía acerca de Stefan. Las lágrimas comenzaron a rodar de sus ojos, y casi ahogada dijo, “¡Era mi prometido!”
Al ver mi asombro, me explicó que Stefan Romak era en realidad judío; se había disfrazado de gentil para escapar de los nazis. El compartir sus recuerdos conmigo la ayudó a recuperarse. Luego me agradeció por haber plantado las semillas de su renovada voluntad de vivir.
Hace unos años fui invitado a una obra de teatro sobre Januca, puesta en escena por los graduados de Beit Iaakov en el Neguev, Eretz Israel. La disfruté, pero no demasiado, hasta que una niña pequeña apareció en el escenario. Todos aplaudieron la canción que cantó, pero yo lloré. Palabra por palabra, era la canción de Januca de Stefan, la que me había enseñado aquel “gentil polaco”.
Alguien me llevó hasta los padres de la niña. Pensaron que la actuación de su hija me había hecho emocionar, pero a través de mis lágrimas logré descubrir los dos rostros que anhelaba. Era la chica prisionera en Auschwitz y su marido, “Stefan” a su lado. Se habían vuelto a encontrar después de la guerra y formaron una familia juntos. ¡Qué suerte increíble!
Sefer Kehilat Kodesh Torna V´Hasevivah

 

Nro 360 Kislev del 5765 / Diciembre de 2004

Redacción y Administración: Lavalle 2168 Of. 37 ( C.P. 1051) de 15.30 a 18.00 Hs.
Tel.: 4953-7132 / Telefax.: 4961-0954

Tribuna Judía
Una voz que ahonda en las raices judías

Aparece quincenalmente
Director: Prof. Pedro E. Berim
Diseño y Diagramación: Luminaria Design

Propietario
Unión de Israel en la argentina (U.D.I.)

Registro Nacional de la Propiedad Intelectual #187.257