“Dígame, por favor, ¿cuánto vale este cepillo de dientes eléctrico?” “5 dólares” - viene la respuesta. “Bueno, déme dos” - pide el cliente, sacando la billetera del bolsillo para abonar.
¿Se acuerda de estas palabras? Son de la época de la plata dulce... Cuántos años ya transcurrieron desde entonces! Mientras tanto, hemos bajado un poco a la realidad del mundo en el que nos toca vivir. Sin embargo, es oportuno analizar estas palabras que fueron populares en su momento: “¿Cuánto vale?” Realmente: ¿Cuánto vale un cepillo de dientes eléctrico? ¿5 dólares? Lo dudo. Seguramente, cuando la persona dice las palabras “¿Cuánto vale?” se refiere a “¿Cuánto cuesta?”. ¿Qué diferencia hay entre las dos expresiones?
Veamos. Ia’acov volvía de haber estado habitando en la casa de Laván durante 20 años de labor física y elevación espiritual. Allí construyó su familia y se convirtió en una persona muy acaudalada. Había llegado el momento de retornar a su hogar natal, C’na’an, ver a su padre Itzjak y cumplir con la promesa que había hecho a D”s al partir. Pero, había una gran expectativa en torno a su regreso. En C’na’an, lo esperaba su hermano Eisav, quien mantenía un profundo rencor hacia Ia’acov por las bendiciones que su padre le había conferido. Ia’acov intentó aproximarse a Eisav mediante el envío de emisarios, quienes no solo que no fueron recibidos por aquel, sino que informaron a Ia’acov que Eisav salía a enfrentarlo con cuatrocientos (según el Midrash, son muchos más) soldados. Ia’acov venía acompañado de su familia y sus sirvientes. ¿Para qué cuatrocientos hombres? Ia’acov se preparó en todo sentido. Envió delante suyo un presente de cientos de cabezas de ganado, dividió a su familia para escapar en caso de ataque y rezó a D”s.
Llegó la última noche antes del día fatal. En plena oscuridad, Ia’acov cruzó a su familia el último paso que lo separaba de Eisav. En cierto momento, quedó solo, absolutamente solo, y lo atacaron. (No hablaremos ahora sobre la naturaleza de aquella lucha). ¿Porqué Ia’acov está solo en un momento tan fatídico? Dicen los Sabios (También en Rashí), que Ia’acov volvió para buscar unas jarritas. Qué extraño! ¿No tiene otra preocupación en ese momento
Para poder responder esta pregunta, debemos entender algunos conceptos fundamentales en torno a la concepción del judaísmo por el rol que ocupan los bienes materiales en nuestra vida. Para mucha gente, el solo pensar en las ideas “espirituales”, automáticamente excluye todo lo que sea material. La cosa no es así en el judaísmo. “Material” y “materialismo”, no son sinónimos. El mundo material no contradice al mundo espiritual, sino que le es auxiliar. Todo lo material que está legítimamente en nuestras manos, no representa sino los suministros provistos por el Todopoderoso para el correcto cumplimiento de nuestra misión mundana. Ninguno de todos esos suministros puede ser superfluo, pues D”s es perfecto y todo lo que brinda también lo es. Si yo no lo necesitara, entonces D”s no me lo hubiera dado.
Más tarde, cuando Ia’acov se encuentra con Eisav, éste rechaza en primer momento el obsequio que le envió Ia’acov a raíz de que ya “posee mucho” (Iesh li rav). Ia’acov insiste diciéndole que “tiene todo” (Iesh li kol). “Mucho” es comparativo. “Todo” es absoluto. No le falta nada. Nuevamente: “Si D”s lo creyera necesario, me lo daría”.
La dificultad en esta tarea consiste entonces, en aprovechar debidamente estas provisiones. Para ponerlo en otras palabras: Los seres humanos, somos administradores de los bienes que se nos confían. Cualquier derroche o malgaste de los fondos, denota un desprecio hacia Quien nos encomendó esta responsabilidad. El famoso “déme dos”, significaba que gastábamos nuestro dinero en forma arbitraria sin criterio de lo sagrados que eran los recursos que poseíamos. El invertir el dinero que uno posee para comprar algún bien, no depende únicamente de las posibilidades del bolsillo, sino, mucho más, de si lo que se va a comprar realmente es necesario y si es la manera óptima de desembolsar ese medio.
¿Cuánto vale un bolígrafo? Bien. Depende de si lo va a utilizar para rascarse la espalda, o si va a escribir una carta a un amigo o si va a tomar nota de palabras de Torá. Un bolígrafo puede entonces valer millones mientras que tantas y tantas adquisiciones en que dilapidamos nuestros recursos, no valen siquiera una fracción de lo que gastamos. (Adaptado del comentario de R.Sh.R.Hirsch sz”l)
¿Quién es una persona materialista? ¿El que posee mucho o el indigente? Ninguno de los dos, necesariamente. “Materialista” es aquel que se identifica con los bienes materiales, es decir que los ve como una extensión de si mismo, en lugar de verlos como meros medios que D”s le brindó para hacer lo que debe. A su vez, es materialista aquel que actúa como si la adquisición de los medios fuese un fin en si mismo.
En cambio, cuidar los recursos con los cuales D”s nos aprovisionó, es parte de nuestra tarea espiritual. Es por esa razón, que el acaudalado Ia’acov está dispuesto a ir solo, arriesgándose en la mitad de la noche a buscar unas jarritas que quedaron olvidadas por allí. El hecho que sea millonario, no quita al valor que poseen aquellas jarritas.
El rey David era anciano. Lo cubrían con vestimentas, pero sufría del frío. ¿Por qué? Cuando David era fugitivo, perseguido por el rey Shaul, en cierta oportunidad, David estuvo en la misma cueva que Shaul, mientras éste dormía. Para demostrarle que no le guardaba rencor, David le cortó una punta de su vestimenta y luego se la mostró desde lejos. Para David, cortar el manto de Shaul, representó un desprecio a la ropa. Por lo tanto, no habría de sentir en el futuro el calor que habitualmente brinda la vestimenta. Debemos cuidar las cosas. La misma Torá nos enseña que el Mishkán estaba doblemente cubierto. Por encima de los tejidos bordados que lo tapaba, había otra cubierta de cuero para no estropear a la primera. “De aquí” - señala Rashí (Shmot 26:13) - “que se debe proteger las cosas lindas”.
Sin embargo, los Sabios no terminaron allí su explicación. ¿Cómo saben los justos que sus bienes realmente fueron provistos por el Todopoderoso? “Pues no extienden su mano en robo”. Los justos tienen la certeza acerca de cada moneda que está en sus manos, que sinceramente les pertenece y que si hubiera alguna duda de si les corresponde legítimamente, no la hubiesen tomado de un principio. Si bien este no es el sitio, existen leyes muy exactas acerca de “Bal Tashjit”, o sea, el no destruir o malgastar las cosas útiles que poseemos.
¿Sociedad de consumo? Quizás para los demás. Consumir no es una virtud. Es una necesidad, en ciertos casos que lo justifiquen y con mesura. Y sí! Una necesidad de aquel que quiere vivir a expensas que yo malgaste mis recursos para que el venda más.
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