Había una vez (o más de una vez) una mamá que era una perfecta ama de casa. Entre las tantas virtudes que tenía, cocinaba como un cheff. Cada comida que salía de su olla era un manjar. Todos se «chupaban los dedos de lo rico que estaba» - todos... salvo su propio hijo. Era realmente un chico bueno que le gustaba jugar como a todos los chicos. Es más - siempre se quejaba que tenía hambre. Pero cuando llegaba el momento de sentarse a comer, se ponía mañoso y «no quería saber de nada». La mamá, que sabía que su crecimiento dependía de una buena alimentación, insistía en darle de comer a pesar de sus berrinches. Pasaron los años y, una vez adulto, comentó que en realidad a él no le disgustaba la comida de la mamá en absoluto. Al contrario, la comida era rica - pero a él le molestaba sentarse a comer quieto en la silla, y, por lo tanto, se levantaba y hacía escándalo al momento de las cenas sólo porque «le incomodaba».
¡Qué cosa, estos niños! ¿Y nosotros, los adultos? ¿Existe algún elemento más vital para nuestra existencia que el agua? Sin duda que no. Sin embargo, cuando llueve nos quejamos porque... nos incomoda. Cuando llueve, es preciso llevar paraguas, que luego uno se olvida en algún lugar. Los autos de la calle salpican y ensucian la ropa (¡y las baldosas sueltas de nuestra ciudad, lo mismo!). Si la lluvia lo encuentra desprevenido, seguramente quedará despeinado y empapado. Cuando llueve, la gente de la ciudad se enoja. Cuando escuchan el pronóstico en los medios, hablan que «el tiempo está desmejorando», «el día está muy feo», «el verano fue terrible»...
Sin duda que esto surge a partir del hecho que mucha gente no reconoce la bendición que es la lluvia. Los océanos contienen el 97% del agua del planeta. 2% está en los hielos polares y, únicamente, 1% del agua es aquel que se va reciclando para el uso de la vida (incluyendo todos los ríos y lagos, el agua de la atmósfera y de las napas). Ahora, para que ese agua nos llegue, es necesario que cuando el sol brilla sobre el océano (que cubre el 70% de la superficie del planeta y que no podemos beber porque está salada), se vaya evaporando, que suba hacia el cielo y se convierta en nubes. Las nubes se forman porque en el aire hay pequeñísimas partículas de polvo alrededor de las cuales se van formando gotitas de agua que luego se unen, y, cuando baja la temperatura, se precipitan sobre la tierra en forma de lluvia. Sin embargo, si la lluvia cayera solamente sobre los océanos donde se formaron las nubes, no nos sería de gran utilidad y viviríamos en un mundo árido. Entra el factor viento que se forma a partir del movimiento de rotación del planeta, más la diferencia en la presión atmosférica que lo hace correr de los lugares de presión alta a los de presión más baja.
Pues entonces, que no nos asombremos que en esta fiesta de Sucot en la cual se juzga frente al Tribunal Celestial acerca de la caída de lluvia para el próximo año, comencemos a rezar por su abundancia y a mencionar a partir de Shminí Atzeret a D»s como «Mashiv haRúaj uMorid haGashem» - Quien mueve el viento y hace precipitar la lluvia.
A todo esto se debe sumar las múltiples virtudes del agua en si (incolora, inodora, insípida), que cumple una función imprescindible en cada paso y en cada sistema de vida. El agua está formada por dos partes de hidrógeno y una de oxígeno, dos elementos que, de no unirse de esta manera, no podrían suplir aquello que nos da el agua. Una de las tantas curiosidades del agua, es que si bien generalmente el calor sube y el frío baja, en las mares y lagos, una vez que baja de los 4 *C, se revierte el orden, y las aguas se congelan en su superficie permitiendo la continuidad de la vida de los peces en la profundidad.
(adaptado del libro «Designer World» de R. Avraham Katz)
Sin embargo, los seres humanos solemos ser desagradecidos. Por lo tanto, es muy importante dedicar una Tefilá especial al pedido de lluvia. Si bien en Argentina nos puede parecer un tanto «obvio» (porque es raro que falte) que llueva de tanto en tanto, en Israel que sólo tiene una temporada limitada de precipitaciones, la importancia de las lluvias siempre fue reconocida universalmente y, de ahí, los ayunos públicos en épocas de escasez. «...pues no había hecho llover D»s sobre la tierra, y hombre no había para labrar la tierra» (Bereshit/Génesis). «¿Por qué no había precipitaciones? Pues no estaba el hombre que reconociera su vitalidad y que rezara por ella.» (Rash»i)
No obstante, nos queda la pregunta de por qué se celebra justamente Simjat Torá, que es la culminación de la lectura de la Torá y el nuevo comienzo de la lectura, junto con Shminí Atzeret en que se suplica por la caída de lluvia, y, ambos, ¡en el día de máxima alegría del año!
Es muy posible que la respuesta sea que la Torá es tan vital para la existencia judaica del judío, como lo es el agua para cualquier ser humano. Esto lo supieron todos sus enemigos, quienes intentaron agotar el judaísmo prohibiendo el estudio de la Torá o quemando todos los textos judíos como lo hizo Luis IX en 1.242. (¡Qué bueno sería, si lo supiéramos todos nosotros también).
Quizás exista una explicación adicional. El servicio de verter agua sobre el Mizbeaj (altar), es único en Sucot. Una de las características del agua, es que se amolda totalmente al recipiente en el que se la coloca. No tiene «cuerpo» propio. La alegría de Sucot y de Simjat Torá surge de esa sumisión total a la palabra de D»s que está precisamente en la Torá que terminamos de leer. Posiblemente era esa la razón que los saduceos no aceptaban la ley de verter agua. El «judaísmo» que ellos pretendían se limitaba a ciertas áreas de la vida y no era uno de sometimiento total a la palabra de D»s. Volviendo al rezo por la lluvia en Shminí Atzeret. Mencionamos allí que el ángel designado a enviar la lluvia se llama «Af - Berí». «Af» significa furia, mientras que «Berí», viene del vocablo salud (Beri’ut). La lluvia puede ser una bendición y puede provocar inundaciones como las que conocimos este año. Cuando D»s envió el diluvio en la época de Noé, comenzó siendo «Gueshem», una lluvia que debía traer prosperidad. Cuando la gente siguió en su rebeldía, se transformó en un «Mabul» (diluvio). Los seres humanos somos capaces de arruinar aun las mejores bendiciones.
Recemos pues por un año en el cual llueva para prosperar. Al mismo tiempo, sepamos reconocer lo bueno, para permitir que lo que D»s envía realmente sea una bendición.
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