Uno de los errores conceptuales más corrientes y difundidos que se escucha de boca de quienes no estudiaron el judaísmo a partir de sus fuentes, es la idea de que existen “corrientes” dentro del judaísmo
En realidad el judaísmo no tiene, ni nunca ha poseído “corrientes” (más allá de que tantos judíos de Buenos Aires tengan sus comercios en la avenida que lleva ese nombre), ni “tendencias”, ni “escuelas”, pues cuando D”s dio la ley frente al Monte Sinaí, estuvieron todos los judíos juntos y escucharon una sola ley. La noción de la viabilidad de distintas opciones o alternativas en el modo de profesar judaísmo mediante la elección de cuáles leyes son más importantes que otras, fue creada para intentar “legitimar” las alteraciones e innovaciones que introdujeron los judíos reformistas en sus comunidades desde hace 180 años en su fervor por instaurar un judaísmo semejante a los credos del entorno.
Este entendimiento da la apariencia que es cuestión de opción individual, si se quiere ser “muy religioso”, “laico”, “tradicionalista” o “moderado”. Sería una decisión que depende de la preferencia personal de cada uno como si se tratara de la preferencia en lo político o en el equipo de fútbol favorito.
La Torá hace hincapié muchas veces en hacernos saber que la ley es una para todos (lo que no quita que existan “minhaguim” - formas de conducirse dentro de la ley - de los distintos orígenes de los judíos del viejo mundo por los decretos rabínicos posteriores).
Es así, que quienes intentaron reformar la Torá, tuvieron siempre una dificultad grave. La Torá está escrita hace muchos años, fue traducida a muchos idiomas, y la ley es conocida por todos. ¿Cómo justifican entonces que lo que están haciendo también se llama “judaísmo”, cuando ya todos saben lo que es el judaísmo? A fin de resolver esta antítesis, recurrieron a un ardid engañoso planteando la siguiente cuestión que toca un punto neurálgico dentro de la fe judía: “¿Quién dijo - acaso - que la Torá es realmente la palabra Di-vina? ¡Quizás la escribieron los seres humanos - muy sabios, inspirados y previsores por cierto - pero al fin, seres humanos - con quienes podemos disentir y cuya ley puede quedar desactualizada con el tiempo!”
Esta “hipótesis” no es en realidad un invento judío. Es la creación de un tal Julius Wellhausen (1844-1918) - hijo de un cura luterano, quien aventuró que la Torá es una recopilación compuesta de distintos autores. Wellhausen justificó sus conjeturas a partir de los distintos nombres que se usan en la Torá cuando se refiere a D”s. (Obviamente, no sólo desconocía o no le importó que para nosotros, los distintos nombres de D”s aluden a las distintas categorías del vínculo de D”s con el pueblo de Israel, Quien a su vez se conduce con el pueblo acorde su comportamiento moral). Una vez que se enamoraron con esta conjetura, toda la ley se tornó relativa y no quedó límite alguno a lo que se pueda “interpretar” dentro de la “Torá”. Es decir, que en aquellos círculos, cada uno actúa de acuerdo a lo que “siente” y luego lo llama o lo interpreta como “judaísmo”. (No hay que extrañarse entonces que la fiesta de Shavuot pase por desapercibida en muchos círculos, pues la Revelación Di-vina les es irrelevante).
En varios lugares del Talmud, se señala el hecho que, sin lugar a dudas, la Torá que poseemos fue dictada por D”s mismo y no escrita por seres humanos. Esto también forma parte de los trece principios básicos del judaísmo, que son obligatorios para todo judío conocer y afirmar como verdad absoluta.
No solo la Torá Escrita (que está en el rollo de la Torá en la sinagoga) es Di-vina desde su comienzo hasta la última letra, sino que, incluso, la Torá Oral en la cual se transmitió desde la época de Moshe cómo se observan, en la práctica, todos los preceptos de la Torá Escrita; es Di-vina.
Esto debiera ser obvio, pues no existe ningún precepto de toda la Torá que pudiéramos cumplir a partir de lo que solamente está escrito en la Torá, pues tendríamos muchísimas dudas por los detalles que en la Torá están ausentes.
Sin embargo, en Parshat Reé, se hace alusión a la Torá Oral en una manera muy singular. Se trata de la Mitzvá de Shejitá (la manera de faenar los animales). La Torá aquí nos indica que deberás carnear tus animales “tal como te ordené” (Dvarim 12:21). Ahora, si uno buscara en el texto de la Torá desde su comienzo hasta el final tratando de localizar aquella orden donde se dice cómo se debe carnear - no encontraría absolutamente nada. Este versículo demuestra entonces, que las leyes de Shejitá fueron entregadas oralmente y aquí se hace alusión a ellas.
Asimismo, en el propio Talmud, cada vez que uno de los autores enuncia una regla que aprendió de sus maestros, cita el nombre de su maestros (quien se lo transmitió) y también nombra al maestro de su maestro, quien se lo comunicó a él. A veces esa lista (de maestros), puede ser extensa. ¿Por qué y para qué? Pues en la aplicación legal y ritual de la Torá no existe la “interpretación libre de los versículos”. Siempre dependemos de la transmisión de los maestros que se remite por esa relación especial y honesta y que nos une a Sinaí. Los comentarios y la exégesis que encontramos en el Jumash, responden a enseñanzas morales que se derivan del texto, pero no definen las leyes soberanamente.
El Rav Sh. R.Hirsch s.z.l., al comienzo de Parshat Mishpatim explica que en realidad la Torá Oral que recibió Moshé en el mismo Monte Sinaí, es la enseñanza íntegra de la aplicación práctica de la ley a partir de la que aprendemos a cómo ser judíos, mientras que la Torá Escrita es comparada a los apuntes breves que sólo los entiende para repasar aquel alumno que escuchó previamente el curso del profesor en su totalidad - y de esa manera comprende sus notas.
Lo más triste de toda esta aventura, es que en varias instituciones judías - incluso en Buenos Aires - se les inculca a los alumnos que esta teoría de la “critica bíblica” es auténtica. En varias ocasiones me encontré con jóvenes quienes no saben absolutamente nada de la Torá, salvo aquello que se les “enseñó” en “cuadernillos” acerca de sus “contradicciones”. El resultado es infalible. Los alumnos pierden todo interés por la Torá y por su observancia. Es más fácil enseñar Torá a un judío desprejuiciado que busca conocer sus fuentes y sus pasados que a muchachos a quienes se les envenenó la mente para que sus propias fuentes le parezcan contradictorias.
¡Cuantas veces pensamos que el peligro de asimilación está afuera, cuando, como dice el profeta Ieshaiahu (49:17): “...quienes te destruyen y te asolan, de ti saldrán”! ¡Cuántos padres, quienes en su inocencia e ignorancia, pero con conciencia judía de que la continuidad es importante, se sienten satisfechos que sus hijos estudian “Masoret” (tradición) en una escuela judía, pensando que de ese modo cumplen con su obligación de darle una educación judía a sus hijos, cuando en realidad están dando el toque de gracia definitivo a su alejamiento del judaísmo!
Cada vez que yo leo nuestra macabra historia me asombro de la fortaleza que tuvieron nuestros abuelos de la edad media para dar su vida por cada detalle de estas leyes. Sin duda, que no eran todos tan tontos como para sacrificar sus vidas por algo de lo cual no estuviesen total y absolutamente convencidos. Al mismo tiempo, quien abre el Talmud y lee aunque fuese un solo párrafo, se dará cuenta inmediatamente de la férrea convicción subyacente en el texto en que todo lo que está escrito en la Torá es la Verdad Di-vina y nada más.Todos los días en los rezos matutinos, como así también en la bendición que se recita al ser honrado con subir a la Torá, agradecemos el haber recibido de manos de D”s “Torat Emet”: una Torá auténticamente Di-vina
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