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Estimado Rabino Eliahu Kugielsky
Hace algunos años que nos conocemos en los cuales compartimos a la distancia alegrías y sin sabores y siempre seguimos en la lucha sin bajar los brazos cada uno en su misión. Usted buscando y albergando a chicos del interior para ofrecerles un futuro mejor, para brindarle educación superior, para formarlos dentro de nuestras raíces para que sepan identificarse y no pierdan las costumbres de nuestro pueblo; y yo a la distancia anhelando lo mejor para mi hijo, sufriendo su desarraigo y sosteniéndolo oportunamente con aquellas famosas cartas semanales haciéndolo partícipe de lo que ocurría en su hogar; cuántas lágrimas en silencio derramé sobre esa cama vacía; pero eso ya quedó en el pasado, porque hoy en que el árbol dio un fruto de los tantos que espero, mi corazón sólo irradia alegría y felicidad junto a los míos. Por tal motivo me siento con la obligación moral de hacerle llegar éstas líneas para reiterarle lo que siempre le he manifestado personalmente: Gracias Rabino por todo lo que hizo y hace por mi hijo, a usted, y a su familia. Y por su intermedio quiero hacerle llegar mis más sinceros agradecimientos a todos los colaboradores de Torah Umesorah que ayudaron y ayudan en la educación de José Ariel y también a aquellos que participan en el quehacer cotidiano. A los jóvenes que estuvieron y a los que están, gracias por compartir con él todas estas vivencias, y a todas aquellas familias que abrieron y abren sus puertas para recibirlo, para compartir un shabat – los cuales siempre son amenos y educativos-.
Mi especial agradecimiento para David Attar, su esposa, hijos y a su madre Sofía que hicieron que Josesito –como ellos lo llaman- se sintiera como uno más y su desarraigo fuera más llevadero. A todos los que estuvieron y están cerca de mi hijo gracias, y usted Rabino siga adelante con su obra, que siempre en algún rinconcito de nuestro país debe existir un joven judío que lo necesita.
Mi eterna gratitud.
Marisa Celina Marinoff de Dreispiel. (Corrientes)
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