En el número anterior nos referimos a la intolerancia en todos los niveles, y que también afecta a la nación israelita en nuestra Tierra de Israel y en la diáspora.
La intolerancia es producto de la falta de diálogo y de una predisposición positiva a consensuar las soluciones que necesita nuestro pueblo.
Hemos sido contaminados por diversas ideologías y actitudes autoritarias y soberbias ajenas al ser y al sentimiento judío que afecta a casi toda la dirigencia política y espiritual.
Antiguas diferencias y disputas en nuestra nación se agravaron con la creación del actual estado de Israel, formándose antiguos y nuevos partidos de todos colores políticos y religiosos, llevando a esfuerzos mancomunados para hallar solución a las graves dificultades que nuestra nación viene afrontando, llegando a la intolerancia entre nativos israelíes con sus hermanos de la diáspora.
No es entendible la falta de interés de los judíos del mundo por inmigrar a Israel, menos aun se comprende la emigración de cantidades de israelíes por causas económicas o de las guerras. La única explicación es la falta de unión y las luchas fratricidas por imponer cada cual ideologías particulares ajenas sin intentar el diálogo racional y sin entender que la nación israelita es diferente a todas las demás, siendo el “pueblo elegido” con enormes responsabilidades.
Mayoritariamente esa dirigencia a que nos referimos actúan de buena fe, pero en forma equivocada, sin conocer nuestra historia y nuestras obligaciones, pero quienes si conocen, se apartan del pueblo encerrándose en comunidades de una gran espiritualidad, actuando en forma egoísta y sectaria, produciendo enfrentamientos también entre ellos, que producen “jilul Hashem”, lo que implica una tremenda responsabilidad.
Todas estas operaciones deben ser analizadas responsablemente, ya que ellas son las causantes de todas las calamidades que nuestra nación padece desde siglos.
La causa de la actual diáspora que lleva casi 2000 años fue el odio injustificado – sinat jinam – y hasta que ello no sea revertido continuarán nuestros padecimientos causados por nosotros mismos, no busquemos responsables externos, ni antisemitismo, ni palestinos, ni Hitler, sólo nuestras culpas.
Es necesario sincerarse y dejar las políticas e hipocresías encarando seriamente los remedios a nuestros males.
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