La Corte Suprema de los Estados Unidos, un país que separa la religión del estado por constitución, anuló una ley según la cual las palabras “Una Nación bajo D-os” en la Promesa de Lealtad, son un establecimiento no permitido de la religión. El mismo día la Corte Suprema de Israel, un estado que se define en sus leyes básicas como “un estado judío y democrático”, anuló ordenanzas municipales que prohíben la venta de carne de cerdo (Tiberiades) o limitando su venta sólo a áreas industriales (Beit Shemesh y Carmiel).
Esta decisión de la Corte Suprema israelí es la última medida que toman en contra de los sentimientos religiosos y nacionales respecto a la venta de carne de cerdo. Durante los años 50, algunos municipios prohibieron la venta de cerdo. En respuesta a esto, la Corte Suprema israelí pasó una ley según la cual los municipios no tienen la autorización de prohibir esto, y que sólo se podía legislar a nivel nacional.
La Knesset publicó una ley en 1962 dando a los municipios el poder de prohibir la venta de cerdo en parte o en todos los límites municipales. Cada una de las ordenanzas en cuestión fue promulgada bajo la autoridad de la Knesset.
La corte enunció una extraña doctrina nueva de autonomía de ciertos barrios o incluso calles. Sólo en un barrio donde la mayoría de los ciudadanos se opone a la venta de cerdo por temas religiosos o nacionales, dijo la corte, la municipalidad podría prohibir su venta. Esta concesión no tiene ningún sentido, ya que como bien sabe la Corte, ningún comercio que venda cerdo abriría en Meah Shearim.
En barrios en los cuales la gran mayoría de la población quiere comprar carne de cerdo o no le molesta la venta, la Corte legisló que la municipalidad no puede prohibir la venta. En áreas mixtas, donde resulta imposible dividir la población en pequeñas unidades geográficas según opinión, la Corte decidió que los que comen cerdo tendrían que tener el fácil acceso a los comercios que lo venden.
De esta manera el “derecho” que la Corte reconoció es que los que comen cerdo puedan cumplir sus deseos con facilidad. La Corte reconoció la importancia de la repugnancia que siempre se le tuvo al cerdo, incluso de parte de judíos no observantes, incluso citando la descripción que aparece en la guemara, sobre cómo toda Eretz Israel se horrorizó cuando los romanos ofrecieron un cerdo en Beit HaMikdash (Menajot 62b). Pero trivializó este valor pensando que con que uno no tenga que pasar frente a un comercio que vende su carne, ya sería suficiente. Como si la preocupación por la venta de su carne, tiene que ver sólo con el hecho de tenerla al alcance de la vista.
De hecho, la Corte le quitó a los ciudadanos de una ciudad el derecho de expresar sus valores religiosos o nacionales prohibiendo la venta parcial o total de carne de cerdo, un derecho otorgado para cada municipio por la Knesset. Frente a esto, creó un derecho a comer y vender cerdo, avalado por la Ley Básica de la Libertad de Ocupación y la Ley Básica de la Dignidad Humana, un resultado que seguramente sorprendió a los legisladores jareidi que votaron a favor de estas leyes, a quienes les habían dicho que sólo estaban votando derechos reconocidos hace tiempo.
El resultado fue una continuación de la política de la Corte, de dar poca importancia a los valores religiosos, incluso cuando están avalados por la legislación de la Knesset. No resulta sorprendente que el presidente de la Corte, Aharon Barak, citó favorablemente su opinión sobre el caso Mealreal, en el cual la Corte anuló una prohibición que se sostuvo durante cincuenta años sobre la importación de carne no kosher a Israel.
Esta actitud hace que cualquier ley que esté basada en la ley tradicional judía o que tenga valores nacionales, que resulte sospechosa. Así, el miembro de la Knesset Yuval Steinitz (que es un judío no observante) señaló, que la prohibición de la venta de cerdo sería sospechosa ante los ojos de la Corte, pero la prohibición de la venta de carne de ballena tendría justificativos ecológicos.
De hecho no es la primera vez que la Corte modifica reglamentes hechos por la Knesset respecto a la venta de carne de cerdo. Después de que la Knesset prohibió la crianza de cerdos en Israel, excepto en zoológicos e institutos científicos, Kibutz Lahav, el mayor productor de productos de cerdo, se definió como un instituto de estudios. El Ministro del Interior de aquel entonces negó que esto sucediera, pero la Corte Suprema anuló la decisión, ignorando prácticamente la ley.
La doctrina de “autonomía barrial” enunciada por la Corte tiene precedentes en la jurisprudencia de la Corte en temas religiosos. La Corte le ha dado a los ciudadanos seculares un poder virtual de veto sobre las instituciones religiosas que se mudan a sus barrios, incluso cuando estas instituciones estén dentro del territorio municipal.
De esta forma, en el año 2000, la Corte ordenó a Lev L´Ajim detener la construcción de un centro de Rejovot en el cual había invertido u$s 300.000. Dos veces ordenó la Corte al consejo de la ciudad de Rejovot que considere la entrega del terreno para el Centro Lev L´Ajim, a raíz de los objeciones de los ciudadanos seculares del barrio cercano. Ambas veces, el consejo municipal votó a favor del centro, la segunda vez 17 a favor contra 3 en contra, incluyendo a tres miembros de Meretz en la mayoría.
A diferencia de los jueces de la Corte Suprema, el consejo municipal de Rejovot sabía que el terreno estaba en disputa. Sabía que en el barrio cercano vivía una población mixta de religiosos y seculares, y que habían más peticiones llenadas por vecinos, a favor del centro que en contra. También sabían que el centro estaba separado del barrio residencial cercano por una autopista. Los jueces no sólo que le permitieron a los habitantes anular decisiones del consejo de la ciudad. Fueron más lejos aun, dándole a cada residente secular el poder de veto sobre cualquier institución religiosa de la zona.
Uno puede sólo adivinar cuál será el próximo paso de la Corte Suprema en contra de organismos elegidos democráticamente, sea la Knesset o los consejos municipales, dándole a los ciudadanos el poder de anular cualquier legislación religiosa, respecto al transporte público o la apertura de comercios en Shabat.
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