La Voz Judía


La Voz Judía
http/w.w.w./ D-s Cielo
Por Rabino Daniel Oppenheimer

Disculpen por lo extraño del título. La verdad es que en muchas charlas y debates en que me encuentro, las personas esperan que el rabino responda en nombre de D”s por una u otra cosa. La preparación de los rabinos, sin embargo, se limita a educar y enseñar la Torá, a asesorar, acompañar y apoyar a la gente, pero no a convertirse en portavoces Di-vinos. La mayoría de las cuestiones que invitan a tal interpelación surgen a partir de lo que la gente interpreta como “injusticias” de D”s y temas relacionados con el sufrimiento y el dolor. ¡Y qué momento más apropiado hay en el año hebreo para hablar de dolor, que precisamente este, en el que todo el pueblo participa del duelo nacional tradicional de las “tres semanas” que recuerdan tantas tragedias en nuestra travesía por el seno de las naciones!
Para comenzar, sería importante explicar que el sufrimiento en si, no es considerado una virtud en el judaísmo. Es decir, que si bien se presentan muchas situaciones tristes en la vida, no se debe ansiar el dolor, ni siquiera para sí mismo - y, obviamente, se debe tratar de proteger a otros para que no sufran y - cuando el dolor es inevitable, consolarlos y reanimarlos.
No obstante, desafortunadamente, la reacción más habitual cuando ocurren episodios y situaciones desagradables: enfermedades, peleas entre amigos y familiares, problemas económicos, etc. es que la gente se rebele, que se resigne, que entre en depresión o que se “escape”.
Aquel que se rebela porque siente que la vida “le hizo una mala jugada”, se expresa de una o de varias maneras. A veces intenta, con la bocina de su coche, que se levante una barrera o que se corran todos los autos que “justo se tuvieron que parar allí” para dejarlo pasar. Puede intentar con un insulto que su víctima escucha - o no escucha - hacer desaparecer a su rival o ayudar a que su favorito gane el partido. También están aquellos que son más prácticos y que en lugar de gritar o insultar, van directo a las manos... Lo que tienen todos en común todos estos personajes, es que ante situaciones frustrantes quieren por todos los medios - lícitos o no - que simplemente dejen de serlo.
Otros son los que, por miedo, cordura o educación, al tener ante sí situaciones molestas se resignan a lo que sea y saben que se la tienen que “tragar” y esperar tiempos mejores. “Qué le vas a hacer” - dicen - “la vida es así”. ¿Pragmatismo? Quizás. Pero tampoco es una actitud judía sino una mirada fatalista a la vida, negando así la Autoridad Di-vina sobre todos los eventos que ocurren en este mundo.
Lo que es muy frecuente hoy en día, es encontrarse con personas que sufren de cierto grado de depresión. No quiero opinar acerca de aspectos clínicos de enfermedades, sino de lo que la gente habitualmente llama la “depre” o “estar bajoneado”, que le sucede a aquel que las cosas “le van mal”. Nuestra sociedad no educa a enfrentar un mal día con la cabeza alta, sino a lograr el éxito continuo, cosa que, obviamente no es posible. Siendo así, el número de jóvenes y adultos que intentan encontrar otra salida a la sensación de fracaso por medio de adicciones químicas y otros escapismos, va creciendo progresivamente. Por más carteles que se publiquen en los cuales se anuncie que “la droga es basura”, la sociedad consumista y exitista se debe mirar en el espejo, si quiere encontrar al culpable principal. Los carteles no convencen a nadie si en la práctica el uso de estupefacientes está de moda y si la gente se siente frustrada de la vida.
Una de las respuestas que a mucha gente le da fuerza para enfrentarse a la adversidad con la que se encuentra, consiste en encontrarle significado a la vida. “En lugar de encarar lo negativo y lo molesto de las situaciones, hay que mirar lo bueno y luchar” - dicen. Si bien esta actitud es más sana que todas las que mencionamos y permite sobrellevar los pesares de la vida, más aun si canaliza la energía del individuo en cosas útiles, no responde a la “necesidad” de que las dificultades deban ocurrir en primer lugar. Pues si D”s ama al ser humano, ¿por qué lo haría sufrir?
Lo que sigue no es una defensa a D”s, pues D”s no necesita justificarse. Tampoco es una explicación al dolor en si, pues los seres humanos no conocemos los caminos de D”s. Lo que sí sabemos es que somos limitados en la comprensión de los acontecimientos, porque vemos únicamente aquello que se nos permite ver. No podemos identificarnos con personas de otros orígenes que poseen otra mentalidad, aunque compartieran el planeta con nosotros, menos aun con gente que vivió en otras épocas. Comprender la secuencia de los eventos de la historia, está más allá de las posibilidades mentales del ser humano.
Al que hace ejercicios físicos “le duelen” las manos y los pies y todo el resto del cuerpo a medida que va cumpliendo su meta de alcanzar el adiestramiento que se propuso. Él no necesita “aguantar” el dolor, pues sabía de antemano que el adiestramiento implica dolor y lo buscó en pos del crecimiento. La adversidad, en muchas instancias de la vida representa crecimiento y desafío espiritual. Cada valla con la que nos encontramos, es una nueva prueba a la firmeza en nuestro vínculo con D”s. Una vez que la superamos, es muy factible que más adelante nos encontremos con nuevas pruebas y nuevas dificultades. Aun así, rezamos diariamente a la mañana que D”s no nos someta a pruebas adicionales. No porque no quisiéramos crecer espiritualmente, sino porque no queremos sufrir la angustia que provoca la evaluación Di-vina.
Dice el versículo en Kohelet (Eclesiastés) 1:18 que: “a medida que aumenta la sabiduría (y se estrecha la relación con D”s), se agrega dolor”. ¿Es negocio? ¿No sería preferible ser ignorante? El Rebbe de Kotzk sz”l explicó en ese sentido que “prefiero ser sabio y sufrir, antes que ser tonto y estar tranquilo”.
La Meguilá de Ejá que leemos en Tish’á Be’Av, en su tercer capítulo trata este tema y llega a la conclusión que tras la terrible destrucción, está en nuestras manos “buscar nuestro camino y revisar y volver hacia D”s”.
Nada es fortuito ni casual para aquel que cree en D”s y es precisamente por eso que se formula preguntas que buscan un significado (el agnóstico no tiene qué ni a quién preguntar pues según él nada en absoluto tiene significado y debe sufrir en silencio). Los rabinos no podemos ni debemos aventurar respuestas de lo que está más allá del alcance de los humanos. El correo electrónico tampoco sirve para comunicarse con D”s. Sin embargo, el Bitajón (la confianza en D”s) del creyente le permite sentir que aun mediante el dolor y la dificultad cumple con su objetivo en este mundo. Quiera D”s que no debamos volver a sufrir desgracias y que nos acerquemos a Él a través del cumplimiento de las Mitzvot.
A menudo, aquello que a una persona le parece ser problema “enorme”, al otro se le ocurre es una “pavada”. Cuando uno menciona sus dificultades a otra persona, o peor, cuando recurre a su ayuda y del otro lado siente que le están minimizando su preocupación, más que consuelo o auxilio siente humillación por lo “tonto” que resultaría ser al no poder resolver una cosa que a los demás les parece tan simple.
En ese contexto, se puede encuadrar el tan citado refrán que “los hombres no lloran” (por si Ud. no lo sabe, es lo que no se le debe decir a los niños que se caen y vienen llorando a la mamá para que los consuele con un beso). El decir que “los hombres no lloran” equivale a enseñar que el llorar es algo negativo. Muestra debilidad y nuestra sociedad que está formada por supuestos o postulantes a “supermans”, no admite que se sea débil. Por lo tanto, aunque te duela, “aguantátela”... (Obviamente, no estoy diciendo que un niño aprenda a ir al otro extremo en el cual se convierte en un incapaz de resolver nada por su propia cuenta). Llorar no es pecado y permite a la persona expresar sus pesares y sus duelos. En caso de desgracias, D”s libre, los primeros tres días (luego de un fallecimiento) se denominan “días de llanto”. Sin embargo, volviendo al tema, la gente habitualmente no se puede identificar enteramente con los problemas de los demás. Por lo tanto, el consuelo que brindan los seres humanos es relativo.
A quien le ocurrió un choque con el auto y se siente un poco sacudido por lo que le sucedió, no le sirve que le digan: “No pasó nada... son sólo fierros... agradecé que vos estás bien...” Mientras que al damnificado le parece que lo que pasó fue terrible, lo que le diga la gente bien intencionada: “no fue nada...” no convence.
En la Haftará de la primer semana de conforte, el profeta dice que consuelen al pueblo de Israel (Najamú, najamú). El pueblo, sin embargo, responde (en la Haftará siguiente: Ekev) que D”s lo abandonó (y el consuelo de terceros no le sirve - Haftarat Re’é). A lo cual, en la Haftará siguiente, Shoftim, D”s mismo (Anojí, Anojí) se acerca para consolar al pueblo. (Avudraham).
Uno se pregunta porqué solo D”s puede consolar. Quizás esté relacionado con lo que acabamos de afirmar. El consuelo de terceros, obligatorio como sea por Mitzvá, deja en la persona un sentimiento que no es de total identificación - porque son terceros. Quien tiene la bondad de cumplir con este precepto sagrado, de todos modos agradece internamente que la desgracia no le haya afectado a él mismo.
Los seres humanos somos duros - y no somos D”s - por más buenos que seamos. El rey David, a quien el profeta Gad le ofrece distintos tipos de castigos por haber censado per cápita al pueblo, cosa que está prohibida en la Torá, elige el castigo que viene directamente de manos de D”s y no por medio de seres humanos (Shmuel II, cap. 24) “caigamos en manos de D”s, pues Su compasión es abundante y no caeré en manos de humanos).
Las personas somos expertos verdugos con una experiencia tal, que sabemos perfectamente qué cosa le duele a quién, en qué momento decirla para que le duela y cómo encubrir el hecho para que suene inocente y no se sienta que lo estamos diciendo para mortificarlo. Es más, cuanto mayor es el vínculo con la persona a quien hacemos alusión, tanto más podemos causar dolor. En todos estos años en que escucho a personas que se acercan para descargar sus penas en búsqueda de auxilio o para recibir una palabra reconfortante, he notado que de todos los problemas que sufre la gente, hay una muy pequeña porción de dificultades causadas por intervención Di-vina directa, como en el caso de una enfermedad. En otros, es porque la gente se auto-flagela. Sin embargo, la mayor parte del dolor se presenta cuando las personas se lastiman uno al otro y, casi siempre, aquellos cuyo vínculo es el más estrecho. En esos casos, el dolor es aun más agudo por el desengaño que se sufre de expectativas de un ser “querido” (a menudo exageradas), que no se cumplieron. En ciertos casos, los familiares o amigos se hieren directamente, en otros, aun si fuesen bien intencionados, no se saben o no se quieren apoyar.
No se extrañe que ex-esposos se puedan causar tanta angustia en su separación o luego de ella. A pesar que por lógica, uno no podría lastimar a quien uno supuestamente tanto amó, la realidad es tan distinta. Somos avezados y prácticos al herir al otro. Uno de los Sabios jasídicos dijo en alguna oportunidad: “qué bueno sería, si los seres humanos profesáramos el mismo amor por el mejor de los mejores, que el amor que D”s demuestra por el más malvado entre los malvados...”
Pero, como comentamos antes, una de las reacciones humanas, especialmente si el dolor fue causado por otro ser humano, es dirigir toda la atención hacia el agresor, tomar venganza o, al menos, guardar rencor - ambos prohibidos por la Torá. Lo que se pierde en el camino, es la posibilidad de aprender del dolor. Si no puedo revertirlo, al menos puedo aprovecharlo para crecer...
Cuentan los jasidim, que había un jasid que siempre corría a su Rebbe (maestro) en momentos de apremio para que rezara por él. Cada vez, el Rebbe rezaba y los problemas se resolvían. Pasó un tiempo y el Rebbe falleció. El jasid se sintió perdido y cuando nuevamente se encontró con problemas corrió a la tumba del Rebbe para pedirle que interviniera a su favor ante el Tribunal Celestial tal como lo solía hacer en vida. No obstante, en esta oportunidad los problemas siguieron. A los pocos días el Rebbe se le apareció en un sueño y le explicó por qué no había intercedido por él. “Mientras yo estaba en vida y me venías a contar tus pesares, yo me sentía muy mal por ti y rezaba para que te mejores. Sin embargo, ahora que estoy en el cielo, veo que las cosas que me parecían malas en la tierra son realmente lo contrario de lo que pensaba. Ahora ya no puedo rezar por ti, no porque no me preocupe, sino porque veo las cosas desde otro ángulo... (R.Yssochor Frand shlit”a)

 

Nro 349 - Tamuz del 5764 / Julio de 2004

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