La vida es una lucha” que “es cruel y es mucha”. ¿Verdad? Así dicen. Mirando a nuestro alrededor, se ve que toda la gente se “mata” por sobrevivir y parecería ser que es verdad. La pregunta legítima es, sin embargo: ¿es lo mismo vivir que pelear por la subsistencia? No estoy tan seguro. Es más. Me parece que a la mayoría de la gente se le mezcla la terminología y siente que “luchar por la vida” es sinónimo con el esfuerzo diario por mantenerse “a flote”. Efectivamente, considerando la incertidumbre en la que está sumida gran parte de la sociedad, pensar en una vida con un proyecto, se convirtió en un lujo para el cual cuesta encontrar tiempo y dedicación mental.
Días vienen y días pasan, y así transcurren meses, años y nuestra vida completa sigue su curso sin tener un rumbo definido con un objetivo claro de “hacia dónde” o “para qué”. Es lamentable decirlo, pero así se desliza la vida de muchos sin un plan, sin programa y sin propósito. Cuando se escucha hablar a la gente, dicen que lo que importa, al final de cuentas, es poder llegar a gozar de un poco de tranquilidad, ver crecer sanos a los hijos (“lo que importa es la salud”) y tener una ancianidad sosegada.
¿Y qué decimos nosotros al respecto? Bajo ningún concepto, estamos de acuerdo con ese pensamiento. Sobrevivir, subsistir o prevalecer, pertenecen a los instintos y necesidades que tenemos en común con el género animal, pero no se pueden considerar, de ningún modo, objetivos humanos. ¿Por qué? Porque la estabilidad y la permanencia en si no explican la razón de existir, ni le dan significado o valor a la vida a un ser con raciocinio, como somos los seres humanos.
Pues entonces: ¿de qué se trata esta pugna? ¿A qué denominamos “vida”? La respuesta es que “vida” es la lucha por una causa o por un ideal. Lo que realmente le da significación a la vida es el fin y el objetivo por el cual se vivió. Posiblemente, para muchos judíos, aun siendo observantes, la vida no les parezca muy distinta a la del resto del entorno en el cual viven, con la diferencia que deben cumplir preceptos en distintos momentos del día, de la semana, etc. Obviamente que todas las Mitzvot que cumplen, son meritorias. Sin embargo, “vivir” es mucho más y no se reduce a ciertos momentos inspirados de espiritualidad.
Quizás a esta clase de desafío se refieran las palabras de los Sabios: “Toda pelea que tenga un objetivo Di-vino, se mantendrá”. Dado que la Torá es permanentemente innovadora, siempre desafía a la humanidad a superarse y a no caer en los vicios de la mediocridad, del auto-engaño y del egoísmo y quien adhiera a los principios que enseña la Torá, deberá luchar para difundirlos en condiciones indefectiblemente adversas. De esta manera, todos los momentos de la vida, cobran un sentido distinto, pues son todos una oportunidad de expresar ideas en la práctica. Aun las acciones que no están habitualmente relacionadas, por su naturaleza, con lo ritual o lo religioso, como ser las necesidades laborales, sociales, recreativas, el deporte, el descanso, etc., si se practican con un objetivo y con una manera de conducirse espirituales, se transforman en elecciones morales.
El hecho de tener objetivos en la vida es esencial desde el punto de vista psicológico y desde lo estrictamente judaico. Cuentan acerca del Magguid (así se llama al cargo de aquel que enseña en público) de Koznitz, que desde joven había sido, por tendencia, una persona físicamente débil. Muchas veces se le dio poca posibilidad de sobrevivir las enfermedades que padecía. Sin embargo, vivió hasta muy anciano. Cuando se le consultó acerca del secreto de su longevidad, respondió que siempre había tenido proyectos para llevar adelante. Los músculos quedan atrofiados cuando no se los usa. Luchar por causas dignas, genera fuerzas. (R. Abraham J. Twersky en “Growing each week”)
Sin embargo, uno se siente “extraño” o “anómalo” en esta tarea. Al ver que todos los demás están “en otra cosa”, se siente como si no tuviera un lenguaje en común con la gente y se pregunta: ¿no hubo, acaso, tantos genios que tuvieron ideas meritorias, nobles y muy justas..., y, con el tiempo perdieron vigencia? Todos los que trataron de modificar el orden del mundo para mejorarlo, ¿qué fue de ellos? ¿No se habló en algún momento de “libertad, igualdad y fraternidad”?, ¿no se propuso defender los derechos de los trabajadores? Si pasan los años y la cosa queda igual, ¿qué es, acaso, lo que puedo transformar o corregir yo?
Esta clase de planteos quita el deseo de proponerse desafíos morales y desanima a la persona. Al mismo tiempo, es falsa. No se debe desmerecer el valor de cualquier obra ética, por más insignificante que pareciera. Pues aun si todos los que lucharon por alguna causa honrada y altruista no lograron que su idea se mantuviera, esto no quita la nobleza del acto en su momento. Toda acción bondadosa es válida aun si luego no continúa.
Y, a diferencia de lo que muchos creen, las batallas internas - por más que no salgan a la luz del día, son las más difíciles de librar. Los objetivos de la vida pasan por la corrección de las asperezas internas del alma, por el empeño que cuesta el cumplimiento minucioso de cada una de las Mitzvot, por el trato que se tiene con los que están y por la ayuda que se pueda brindar a quienes necesitan de uno. Estas cosas cambian al mundo. La suma de muchas personas que obren acertadamente van uniéndose para que la sociedad se modifique para el bien.
Sin embargo, existe una razón adicional del porqué las “grandes ideas” de la humanidad no tuvieron el eco que tiene la Torá por todas las épocas. Eso lo podemos aprender, posiblemente, de Koraj.
Koraj propuso ante Moshé y el pueblo que “todo el pueblo es sagrado y entre ellos mora D”s, y ¿por qué [Moshé y Aharón] se enaltecen por sobre el pueblo de D”s?” ¡Qué palabras tan nobles! ¿Dónde estaba el error que lo hizo caer? Entre otras cosas fue el motivo que existió detrás de su protesta. Koraj se levantó en contra de Moshé, no por un ideal desinteresado, sino por celos por la posición encumbrada de Moshé y de Aharón. Dado que estaba empujado por la envidia, sus palabras que sonaban justas eran un mero pretexto demagógico. Lo mismo sucedió con tantos que reclamaron derechos con una dialéctica muy abnegada, pero que en realidad encubrían ambiciones personales. Así crecieron, y luego desaparecieron. Aun en nuestra época, si bien nos gusta dividir el mundo entre los “buenos” y los “malos”, siendo los buenos todos aquellos que están a favor nuestro y los malos, los que están en contra, podremos observar que aun los estadistas, quienes aparentarían perseguir causas nobles en su discurso y a quienes aplaudimos por coincidir en su postura, demuestran tener una vida particular muy deplorable, y no son más que buenos administradores - y nada más.
La Torá nos prohibe “matar el tiempo”. Los ideales deben ser el motivo de nuestra vida. Los ideales, incluso, ya están explicitados claramente en la Torá. Depende de cada uno tomar conciencia que la vida no se reduce a subsistir económicamente tratando de sufrir menos y que se puede hacer algo y mucho para mejorar el mundo.
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