Finalmente, el estado de Israel será el gran perdedor a causa de la erosión de la unidad nacional
Nadie negó que Aharon Barak es muy inteligente y capaz al demostrar gran paciencia en alcanzar sus objetivos. Quiere moverse paso tras paso, inexorablemente, en lugar de tratar de llegar a su objetivo de un solo paso y correr con el riesgo de despertar un contra ataque de parte de la Knesset.
Pocos dudan que uno de los objetivos a largo plazo de Barak es la igualación de las tres corrientes del judaísmo en la vida israelí y en la ley israelí, particularmente en el área de la conversión. Hace una década, la Corte Suprema decidió en el caso de Suzanne Miller, una “conversa” reformista de los Estados Unidos, que las “conversiones” realizadas por movimientos heterodoxos fuera de Israel le dan a uno el derecho de la Ley del Retorno. Quedó abierto el estado de las conversiones heterodoxas en Israel, que desafiarían directamente la autoridad exclusiva del Rabinato Principal sobre las conversiones.
En noviembre de 2002, la Corte Suprema decidió que los residentes de Israel, que aparecen en el Registro Civil como no judíos, y que pasaron por una conversión heterodoxa en Israel, deben figurar como judíos en el ministerio de población. Su estado permaneció abierto bajo la Ley del Retorno (que no fue relevante ya que la mayoría ya eran ciudadanos protegidos por la Ley de Ciudadanía). También quedó abierto el estado de las conversiones heterodoxas realizadas en Israel.
El tema de la elegibilidad de estos conversos para todos los derechos que otorga la Ley del Retorno fue mencionado en una petición presentada por el Centro de Acción Religiosa de Israel, encabezado por el líder reformista Uri Reguev, a favor de 16 personas que comenzaron a estudiar para la conversión estando en Israel como turistas o trabajadores. Algunas de las personas estaban bajo auspicio heterodoxo fuera del país y otras en Israel. En respuesta a la petición, el estado de Israel argumentó que la Ley del Retorno se podía aplicar sólo a aquellas personas que ya eran judías cuando pidieron hacer Alia, y no para aquellas personas que primero viajaron a Israel y entonces buscaron convertirse.
Un panel de 11 jueces rechazó el argumento del estado, por una diferencia de 7 a 4. A pesar de rechazar el argumento del estado, el juez Barak no garantizó una victoria completa para el movimiento reformista. En lugar de esto le garantizó al estado 45 días para responder sobre el tema, y decidir si las conversiones heterodoxas se considerarán válidas y aptas para la Ley del Retorno.
Irónicamente, los únicos victoriosos de esta decisión fueron los que habían pasado por una conversión del Rabinato Principal, y a quienes el ministro del interior se ha negado de garantizar los derechos bajo la Ley del Retorno porque estaban en Israel antes de comenzar el proceso de conversión.
Podemos estar seguros que esta no fue la suerte de los conversos legítimos ortodoxos que explicaron la jubilación de Uri Reguev. El anterior ministro del interior Natan Sharansky había tomado la posición de que sólo conversiones bajo el auspicio del Rabinato Principal tendrían el derecho de la Ley del Retorno para aquellos que se convirtieron después de obtener la residencia israelí. Reguev, y uno supone que también Barak, cuentan con el hecho de que el actual ministro de Shinui, Avraham Poraz, que siempre ha llevado la bandera del pluralismo religioso, no presentaría objeciones frente a la validez de las conversiones heterodoxas realizadas tanto en Israel como fuera del país. (Sólo una crisis en la coalición con el Partido Nacional Religioso podría forzarlo a Poraz a rechazarlas.) De ser así, el total reconocimiento de las conversiones heterodoxas realizadas en Israel puede llegar en cualquier momento.
Los judíos ortodoxos serán los oponentes más vigorosos de la garantías de igualdad a las conversiones reformistas y conservadoras, pero el impacto principal será sentido por los judíos seculares y tradicionales – de hecho por todos aquellos que se identifican como “judíos” con orgullo – ya que el efecto será que le quitará todo significado a la palabra “judío.”
Dos “rabinos” que pertenecen a religiones opuestas – lo que una prohibe (el judaísmo de la Torá) y la otra (Refomista) lo permite (la última permite de hecho cualquier cosa siempre y cuando uno sea sincero); lo que una clasifica como una abominación, la otra celebra – lógicamente esta última no puede convertir gente al judaísmo. Si ambas religiones se llaman judaísmo, por qué no abrir el tema para que cualquiera que tenga una imprenta imprima certificados de conversión. Que el judaísmo humanistico, que niega la existencia del Creador, también haga conversiones, o permita las “conversiones seculares” de Yosi Beilin. De hecho en la última opinión de Barak, en la cual describe la Ley del Retorno, como que fue diseñada para todo aquel que desea unirse al pueblo de Israel en el estado de Israel, el lenguaje es muy parecido a la descripción de la conversión secular de Yosi Beilin.
Incluso limitando el derecho a la conversión en los movimientos reformista y conservador, hará que el termino “judío” pierda su sentido. El movimiento reformista no tiene reglas de conversión uniformes y reconoce la autonomía de cada rabino para fijar sus propias reglas (así como reconoce la autonomía de cada individuo para determinar sus “mitzvot”). Esto quiere decir que hay cientos de “rabinos” que abiertamente publican sus servicios de conversión en Páginas Amarillas. Y entre ellos está Rabbi Everett Gendler, quien junto a un ministro bautista, realizó la boda de su hija con el hijo de éste último, y miles de rabinos reformistas que realizan matrimonios mixtos.
Sin reglas, uno no puede jugar al ajedrez. Y de la misma manera, una identidad que significa algo, pierde todo el poder de sujetar. David Ben Gurion tuvo la visión de que identidad judía era como un pegamento que uniría a los judíos durante 100 siglos y como el lazo entre el estado moderno y los 3000 años de historia judía. Esta visión está cubierta de polvo hoy en día.
Finalmente, el estado de Israel será el mayor perdedor a causa de la erosión de la unidad nacional. Sin un sentido de propósito para vivir allí, sin la sensación de ser parte de una historia que se continúa, será realmente difícil para los israelíes permanecer. Ya miles de aquellos que tienen la posibilidad de dejar el país, lo han hecho. Casi uno de cada cinco israelíes vive fuera del país. Casi un cuarto de los estudiantes de secundaria esperan vivir fuera del país, y la mitad de ellos dice que no se sienten parte de Israel o de sus problemas.
Hay una línea roja que corre entre el apoyo reticente de Itzjak Rabin a los Acuerdos de Oslo, las propuestas de Ehud Barak en Camp David, y la Iniciativa de Gaza de Ariel Sharon. Estos ex soldados nunca creyeron que las iniciativas harían de Israel un lugar más seguro. Eran manejados por la necesidad de sostener un rayo de esperanza, aunque sea ilusorio, para una población que está a punto de arrojar la toalla.
En esta situación, el debilitamiento de las raíces judías no sólo es estúpido sino que también es casi un suicidio.
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