La siguiente descripción de un Seder en la mesa del Jafetz Jaim fue publicada varios años después de la petirah del Jafetz Jaim en «Dos Vort,» el diario ortodoxo de Vilna. Fue escrita por un talmid que estuvo presente en el Seder.
Al final de la calle donde estaba el patio del shil, había una estructura pequeña, parecida a una casa, la casa del Jafetz Jaim. De las ventanas angostas, enmarcadas por unas cortinas limpias, la luz brillante de muchas velas centelleaba con fuerza. El brillo de las luces de Iom Tov iluminaba la calle oscura, guiando a los habitantes de Radin a sus hogares, donde los estaban esperando las mesas del Seder.
Después de que el Jafetz Jaim rezó Maariv, se acercó al gabai de tzedaka, asegurándose de que no hayan dejado afuera ninguna familia para cuando distribuyan el maos jitin para Pesaj. Cuando se aseguró de que todas las familias de la ciudad tienen comida y matzot para el Iom Tov, el Jafetz Jaim se fue a su hogar, no antes de invitar a dos personas que encontró fuera de la sinagoga, regocijándose por haber cumplido con «kol dijfin» de la hagadah.
La casa era modesta, pero pulcramente abastecida. La lámpara de kerosene y las velas sobre la mesa iluminaban la habitación principal, que consistía de una mesa cubierta con un mantel especial para Pesaj, tejido a mano con agradables diseños, y servilletas a tono, también hechas a mano. Los muebles de la casa eran simples, reflejando la temimut y pashtut del tzadik que la habitaba.
ANHELANDO LA GUEULAH
El Jafetz Jaim eligió sentarse entre los dos visitas, para que se sientan en sus casas. Sus tres dulces nietos, el frum Hershele, el alegre Guershon y el inocente Hilel, permanecían solemnes. Escuchaban con atención las explicaciones del tzadik sobre el significado de Mah Nishtanah. Las descripciones del tzadik sobre galut mitzraim eran tan vívidas y reales, y los suspiros de dolor tan sensibles, que parecía que la acción estaba sucediendo ahí mismo.
A lo largo de la narración, el tzadik intercaló el sipur de Ietziat Mitzraim con suspiros: «Mashiaj, Mashiaj, gueulah, por supuesto, por supuesto.» Otro suspiro.
«Este es realmente el momento para la gueulah, ¿acaso no están de acuerdo?» preguntó el Jafetz Jaim a los congregados.
«Como dice la guemará, ´En Nissan nuestros ancestros fueron salvados, y en Nissan, nosotros tendremos nuestra redención. Y tal vez, si tenemos el mérito, esta noche será nuestro último Seder, y mañana vendrá la gueulah.´»
Las horas pasaron rápidamente. Los pequeños estaban sentado hipnotizados, sus rostros brillando con un brillo especial. Toda la historia de Klal Israel cobraba vida, mientras el Jafetz Jaim relataba la historia de la esclavitud y la redención.
La lámpara de kerosene se estaba quedando lentamente sin combustible. Era tarde, los chicos se durmieron, sus cabezas se apoyaron sobre su amado Zeide. El afikoman ya había sido comido, ya habían cantado el Jad Gadia, y las camas estaban ya preparadas para los invitados, que estaban exhaustos por el viaje. Pero el Jafetz Jaim y los miembros de su familia aun estaban sentados en la mesa, reviviendo Ietziat Mitzraim, recordando el dolor y el sufrimiento, y la triunfante liberación.
De pronto el silencio nocturno fue interrumpido por un golpe en la puerta. La puerta se abrió y ahí estaba parado un oficial con un telegrama en mano.
«Urgente! Un hombre muy enfermo necesita refuah. Moshe ben Miriam de Chicago necesita mucho rajamim.»
La puerta se cerró, una vez más, y un doloroso silencio se esparció por toda la mesa. El silencio opresivo fue interrumpido por la voz del Jafetz Jaim.
«Ah, un enfermo, ¿un enfermo mesukan? No descansó, viajó mucho para buscar refuah. Nu, nu, y ahora ¿cómo podemos buscar refuah para todo el Klal? Sólo a través de tefilah y rajamim. Por supuesto, tendremos el mérito de la gueulah, pero por qué debemos sufrir y esperar tanto tiempo, hasta que del Cielo nos arrojen una gueulah que no merecemos, un pan de vergüenza?
«Como dice la guemara, ´Hay dos tipos de gueulot, be´itoh, en el momento predestinado, o b´ajishenoh, en apuros. ¿Por qué debemos persistir con terquedad infantil, y esperar al be´itoh?»
UN AMANECER TEMPRANO
Era tarde. Todos ya se habían retirado, incluyendo a la Rebetzin que rara vez dejaba su lugar al lado de su marido, cumpliendo todas sus necesidades. La Rebetzin estaba cansada por las preparaciones de Erev Pesaj, de asegurar que todos los habitantes del pueblo tengan suficiente comida y provisiones para celebrar el Iom Tov como corresponde.
Las velas ya casi se apagaban, y la lámpara de kerosene se había extinguido. Con pasos silenciosos, el Jafetz Jaim ascendió las escaleras en la oscuridad, dirigiéndose hacia su «habitación aislada» donde podía pensar con claridad y tranquilidad.
Sus labios murmuraron una tefilah, «Moshe ben Miriam, pido rajamim.» Después de media noche de su leil shimurim, de esta noche de observación, había sido un buen momento para rezar por rajamim.
Después de rezar por el enfermo, los pensamientos del Jafetz Jaim se enfocaron una vez más sobre Klal Israel, mientras rezaba, «Nu, Ribono Shel Olam, esperando la gueulah be´itoh no dio resultado, ni para Tu Nombre Sagrado, ni para tu pueblo que sufre. Ojalá seremos liberados pronto, b´ajishenoh!»
Los primeros rayos de sol brillaron a través de la ventana, iluminando el rostro sagrado del Jafetz Jaim, que estaba cansado pero aun así brillando con un brillo interno.
Que la memoria del tzadik sea bendita.
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