La justicia es el elemento vital para el desarrollo en paz de la humanidad. No fue dejado a criterio del hombre lo que es justo y lo que no lo es. El Creador, fuente de toda razón y justicia dio a la humanidad, a través de su “Pueblo Elegido” una ley (Torah), que contiene todos los códigos y disposiciones que los seres humanos necesitan para una convivencia feliz Ley ésta conocida desde el primer hombre, y transmitida de generación en generación hasta la entrega a Moisés de las tablas de la ley y el pentateuco, hace más de 3300 años.
Esta ley determina que es irreformable, como expresa el libro 5º capítulo 28, versículo 14, “quien agregue o quite disposiciones de la misma, hará paganismo e injusticias,” además exige el establecimiento de tribunales y jueces sabios y honestos, además de policías que hagan cumplir las sentencias judiciales.
La Torah contiene disposiciones de carácter general para toda la humanidad y particulares para la nación israelita en su carácter de depositario de esta ley, y debe transmitirla y ser ejemplo para toda la humanidad, tarea que aun no ha cumplido.
En los tiempos que nos toca vivir prima la injusticia, tanto en el derecho internacional como en el privado, no hay autoridad moral ni leyes justas, las autoridades se corrompen con facilidad y las leyes son permanentemente modificadas para ser eficaces, sin lograr sus objetivos.
La corrupción se ha apoderado de políticos, legisladores, funcionarios, jueces y policía. La inseguridad reina en el mundo, las guerras y el terrorismo son frecuentes, y el desprecio por la vida humana se ha generalizado.
Hay solución a esta brutal realidad, y consiste en “retornar a las fuentes” del derecho y la justicia establecidos en el texto bíblico, y que tuvieron vigencia y aplicación en los tiempos del rey Salomón. En dicha época, todas las naciones acataron esta Ley, y fueron los únicos 40 años sin guerras de la historia de la humanidad, en los que ante cualquier diferendo era planteado a Salomón, quien con su sabiduría superior, dictaminaba justicia en base a la Torah, logrando así la armonía y paz entre las naciones y entre los seres humanos.
La nación israelita carga una enorme responsabilidad por ser depositaria de la “Ley”, la que debe hacer conocer y cumplir para ser ejemplo y alentar a las naciones a encaminarse en ella, para vivir en justicia y solidaridad. Pero, lamentablemente, no realiza su cometido. Ha sido influenciado por las naciones donde le tocó habitar en esta larga y penosa diáspora, adoptando religiones e ideologías extrañas. Abandonando en buena parte el pacto y juramento que nuestros antepasados hicieron con el Creador de todo lo existente, aun en el actual estado de Israel, de tan sólo 55 años de existencia, existe una fuerte oposición a vivir de acuerdo a nuestras tradiciones, liderados por políticos que desconocen la Torah y las obligaciones de nuestra nación. Hasta la administración de justicia en Israel es absurda y regida por las leyes inglesas, en vez de la vigencia de la ley divina, perfecta y ejemplo de justicia.
La nación israelita no tiene religión, ya que reconoce sólo al Creador y es fiel a su Torah, las religiones tanto paganas como monoteistas son desviaciones del ser humano, que sólo perjudican a la humanidad y la alejan de la verdad.
La nación israelita no tiene ideologías, al alejarse el ser humano de la “Ley”, por su ignorancia, sus ambiciones, el ansia de poder y riqueza, se dedicó a formular ideologías de todo tipo, algunas muy bonitas y convincentes, como el comunismo, que proporcionarían al hombre la felicidad y la justicia que tanto necesita, pero el transcurso del tiempo demostró su estrepitoso fracaso y resultados contrarios a los prometidos. Socialismo, progresismo e infinidad de ismos, conocidos o por conocer, sólo seguirán desilusionando y frustrando a la humanidad. Hay un sólo camino posible, retornar a las fuentes, conocer la ley que nos dio el Creador del mundo, y en la que nos explica cómo funciona, y cómo ser felices en solidaridad y justicia. La comunidad israelita - argentina fue conmocionada por los atentados contra la embajada y a la AMIA, desarrollándose en estos días la etapa a final del proceso, sin grandes esperanzas de justicia auténtica y de conocer la verdad de lo ocurrido.
En esta columna, cuya finalidad es esclarecer, no podemos dejar de mencionar el caso del doctor Ruben Beraja, quien fuera uno de los más reconocidos dirigentes de nuestra comunidad. El doctor Beraja, desde joven demostró una vocación de servicio y una capacidad excepcional para las tareas comunitarias, desempeñándose al frente de numerosas instituciones, trabajando incansablemente para lograr la unión y el consenso de nuestra colectividad, con la mira en la continuidad del legado milenario de la nación israelita para afianzar nuestra tradición y existencia.
Como toda persona que trabaja activamente, pudo haber cometido errores, por haber sido sobresaliente provocó envidia, la que llevó a la maledicencia (lashon hara) y al odio. Declaramos desconocer lo acontecido con el Banco Mayo, ya que la prensa se ensañó con este caso, mostrando la hilacha antisemita mal disimulada, con cantidad de suposiciones y falsedades, prejuzgando hechos que no conocían, y no faltó algún periodista judío renegado, que dio rienda suelta a su odio publicando infamias incalificables.
De todo lo acontecido en este complejo asunto, pueden haber quedado damnificados los que tienen que tratar de ser resarcidos, como lo demanda la ley bíblica y no por medio de denuncias a una justicia que ha demostrado su ineficiencia, sospechada permanentemente.
No es nuestra intención polemizar ni defender, pero esta columna está abierta como siempre para contestar todo tipo de aclaraciones que los lectores soliciten.
Sólo hemos querido hacer recordar a la comunidad, el trabajo y dedicación del Dr. Beraja en bien de la misma, su constante apoyo a la educación y cultura en todas sus manifestaciones, sus tareas de ayuda social a instituciones y a particulares. Sería imposible enumerar sus logros a los largo de muchos a años de activismo institucional, y debemos ser agradecidos por el bien recibido.
No prejuzgar, debemos tratar de conocer lo realmente ocurrido y desear fervientemente que el Dr. Beraja sea liberado, y pueda recomponer su situación para solucionar las cuestiones pendientes, lo cual le fue negado, acosado desde diferentes sectores, incluso el comunitario.
La maledicencia (lashon hara) y el odio injustificado (sinat jinam), no son cualidades del ser israelita, son la causa de todos nuestros males y de las calamidades que se siguen repitiendo, dando lugar al antisemitismo que crece día a día.
Debemos reflexionar objetivamente, buscar soluciones a la grave crisis en que está inmersa nuestra colectividad con la perdida de la escala de valores que sólo el pueblo de Israel posee (Torah).
En esta ocasión, exhortamos a los dirigentes espirituales legítimos de la comunidad a emprender una acción de esclarecimiento, y hacer conocer a todos los principios éticos y morales, y los auténticos “derechos humanos”, ya que observamos con dolor desviaciones y trasgresiones de todo tipo en las comunidades.
Hemos propuesto reiteradamente la creación de un concejo rabinico, compuesto por rabinos reconocidos, para actuar conjuntamente y ser la autoridad espiritual representativa de la comunidad judeo - argentina. Lo que los espera es arduo, sabemos que cada uno realiza tareas más allá de sus fuerzas en cada comunidad en que actúan, pero es necesario demostrar la unidad y ejercer la autoridad espiritual orientadora que toda la comunidad necesita.
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