León Schipper era un niño judío huesudo, de 14 años, el día que salvó al pequeño Max Kohn de 3 años de las garras de los nazis y de una muerte segura en Auschwitz durante el Holocausto.
Sesenta y un años más tarde el abuelo abrazó al huérfano durante una reunión que se llevó a cabo en el aeropuerto internacional de Los Angeles.
«Estoy feliz de verlo aquí,» dijo Schipper de 75 años, con sus ojos grises resplandecientes. «Es increíble. Tenemos tanto de qué hablar.»
Kohn, ahora llamado Michael Hartogs, de 65 años, también se conmovió en el encuentro del aeropuerto, arreglado por la Cruz Roja.
«Estoy realmente conmovido,» dijo Hartogs, con una voz temblorosa ante las cámaras de los medios. «Estoy realmente conmovido. Estoy redescubriendo los primeros diez años de mi vida.
«Soy afortunado de estar aquí, de estar vivo.»
La última vez que Schipper vio a Hartogs fue durante la Segunda Guerra Mundial en un orfanato en Bruselas, Bélgica.
Los padres de Schipper, nativos de Colonia, Alemania, habían sido llevados por la Gestapo, mientras su madre lavaba los platos y él y su padre jugaban al ajedrez. León nunca más volvió a verlos.
Schipper, también hubiese ido a parar a Auschwitz a no ser por la intervención de último momento de la princesa belga Liliana, prisionera de los nazis, que pidió por la protección de los 50 huérfanos de Bruselas.
Cuando los jovenes salieron de un centro de detención nazi y se dirigieron al orfanato el 30 de octubre de 1942, Schipper vio un niño junto a otros seis que habían quedado atrás y fuera de la lista de la princesa.
Inmediatamente, tomó a Kohn, que aun no había cumplido 4 años, y ordenó al resto de los chicos que cada uno tome un niño. Juntos, alimentaron a los jovenes con chocolate y los llevaron al orfanato.
«Vi la oportunidad de rescatar a los chicos, de salvarlos d los alemanes,» dijo Schipper, que conduce tours para el Museo de la Tolerancia del Centro Simon Wiesenthal. «Estaba intentando calmarlo. Estaba un poco molesto. Estaba preguntando por sus padres.»
Hartogs, que fue adoptado por una familia norteamericana después de la guerra, nunca más vio a sus padres o a su hermana de 5 años. De los 25.000 belgas deportados a Auschwitz el 30 de octubre, dijo que 5.400 eran niños.
Durante años, Schipper, científico que emigró a los Estados Unidos en 1948, estaba preocupado por el pequeño que había salvado.
«Casi siento como si fuera medio hermano, porque he perdido a mi hermano en la guerra,» dijo antes de la reunión.
Entonces Schipper, que tiene dos hijos y cinco nietos, se contactó con el Centro de Víctimas de Guerra y del Holocausto de la Cruz Roja, que ubicó a Hartogs en Canadá. Desde que fue fundado en 1990, la agencia encontró a más de 1000 parientes perdidos en el mundo.
El de octubre, dos días antes de Iom Kippur, Schipper recibió un e-mail titulado «Max Blegium.»
Su mujer, Elise, que abrió el mail, dijo que fue una intervención divina.
«Pienso que estaba escrito. Que estaba destinado a suceder. Fue especial,» dijo Elise Schipper de 61 años, que trabaja para la Fundación Shoa de Steven Spielberg en el Valle de San Fernando.
Durante los siguientes días, los Schippers albergaron a Hartogs y su mujer, Joan, que opera un video educativo y una empresa de distribución. Tienen cuatro hijos y dos nietas.
«Es impresionante para nosotros, para toda la familia,» dijo Joan Hartogs, que se sentó directamente detrás del ex presidente Carter en el vuelo de Washington DC. «Es demasiado grande para describir.»
Las familias tuvieron mucho de qué hablar.
Durante todos estos años, la mente de Hartog tenía un agujero blanco respecto al Holocausto. Por alguna razón, dice, pensaba que se había salvado gracias a que andaba merodeando por la zona y se alejó de los alemanes y quedó escondido detrás de «la pierna de algún caballero.»
«Algunos de mis hijos están muy excitados por esto,» dijo Hartogs, mirando a Schipper. «A no ser por él, no habría una familia Hartogs.»
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